Capacitación Docente (1)

Hace unos días participé de una sesión de capacitación docente sobre tutorías. El expositor era Idel Vexler, durante 8 años viceministro de Educación hasta hace unos meses. Quizá el viceministro de mayor tiempo en su cargo.
Antes de conocerlo sabía pocas cosas de él como que durante su gestión promovió la elaboración del Diseño Curricular Nacional, quizá acaso el documento guía de los colegios en el Perú. También instaló la Oficina de Tutoría, cuyo equipo compuesto por algunos psicólogos que conozco produjo el Plan de Acción Tutorial. También lo recuerdo interviniendo en algún colegio donde se prohibía la matrícula a algún alumno, donde se hacían cobros indebidos o donde los noticiarios pusieran sus cámaras. Siempre con una respuesta ágil y precisa.
Hasta ese punto me había hecho una idea más o menos favorable. Todo cambió durante su participación.

Quizá, y para no hablar tanto de él, el punto que más llamó mi atención fue en el momento en el que, apelando a sus años de experiencia y su trabajo en el ministerio, señaló que la tutoría escolar era un hecho exclusivamente pedagógico. Tal aseveración vino acompañada de otra más: los psicólogos escolares, que de ninguna manera pueden o deben ser de formación clínica, son tan sólo asesores educativos.
Cercar lo educativo y limitarse a dar cuenta de su quehacer en función a su propio marco de referencia es condenarlo a perpetuar o ahondar su crisis. Así vienen funcionando las escuelas desde hace más de 100 años y la historia es bastante conocida: un desencuentro entre lo que la escuela propone y lo que la sociedad requiere.
Lo pondré de otra forma ¿Qué opinaría Ud. si los docentes abordasen hechos como el pandillaje, el embarazo adolescente, el consumo de alcohol y drogas o la violencia doméstica como un aspecto eminentemente pedagógico, es decir como una clase de historia, geografía o matemáticas?
Sostener estas prácticas es creer que existen fronteras claras y distintas entre la educación y el resto de ciencias y disciplinas, es creer que el docente ve en su alumno un sujeto educativo y más nada. Frente a las necesidades o manifestaciones emocionales y sociales el psicólogo debe seguir viendo un agente educativo e intervenir dejando de lado lo que la clínica puede aportar.
¿Cuanto miedo o inseguridad debe haber para que exista la necesidad de apartar y no integrar, de imaginar límites y no buscar diálogos, de negarse a los aportes de otras voces y miradas? ¿Cuánta necesidad de control y poder entra en juego al momento de pensar en educar?
¿En qué medida ver a un alumno exclusivamente como un sujeto educativo permite al docente cuidarse de otros aspectos no contemplados en su formación pedagógica? ¿Cuánto le permite cuidarse de los afectos del estudiante, de su necesidad de vincularse en un nivel más allá del pedagógico? ¿Cuánto le permite cuidarse de involucrarse él mismo?
Es la práctica de la subjetividad bajo la ilusión de la objetividad.
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