Esta mañana en el canal 2 Beto Ortiz intentó una entrevista con Alfredo Crespo, representante de Movadef, grupo que ha vuelto a captar nuestra atención por sus intentos por ser reconocido como partido político para las próximas elecciones junto con otras propuestas que ha enervado nervios y sensibilidades. Junto a ellos también estaba Luz Salgado.
No ha de tomarse muy en serio a Beto Ortiz. Al menos no siempre. A veces hace excelentes entrevistas como la última que le hizo a Carlos Tapia. Otras le sirven para mofarse de quien tenga al frente como con el congresista Gustavo Rondón, célebre por declarar su amor a la también congresista Cecilia Tait. Lo de Alfredo Crespo creo que se alinea más a lo segundo.
No ha de tomarse muy en serio a Beto Ortiz. Al menos no siempre. A veces hace excelentes entrevistas como la última que le hizo a Carlos Tapia. Otras le sirven para mofarse de quien tenga al frente como con el congresista Gustavo Rondón, célebre por declarar su amor a la también congresista Cecilia Tait. Lo de Alfredo Crespo creo que se alinea más a lo segundo.
Para empezar creo que pudo invitar a alguien que, digámoslo en bonito, esté menos marcado por el tema de los derechos humanos. Alfredo Crespo aprovechó la presencia de Luz Salgado para comparar a Abimael Guzmán con Alberto Fujimori, señalando la responsabilidad del expresidente en hechos como los de Cantuta y Barrios Altos. Y aunque no pretendo decir que el que esté libre de culpas que tiré la primera piedra, creo que, como curiosamente lo dijo Carlos Tapia, es necesario debatir alturadamente. Con Luz Salgado, que aprovechó las cámaras para reivindicar de cuando en cuando el gobierno fujimorista, no creo que un debate sobre derechos humanos lleve a buen puerto. Si no, basta con recordar el terrible “Nosotros matamos menos”.
Pero ¿Para qué debatir?
Por el simple y sencillo hecho de que el debate nos lleva al recuerdo y en este país con tan alta vocación para el olvido es necesario aprovechar todo espacio, toda posibilidad para volver a observar nuestra historia. No digo recordar quizá con algo de cobardía pero la idea es esa.
No me imagino y no es la idea que después de ese debate Alfredo Crespo diga algo así como: “Tienen razón. Fuimos un movimiento terrorista. Matamos y eso estuvo mal”. No es la idea salvar esa alma así como no es la idea convencerlo de nada. El debate sobre lo que significan las propuestas de Movadef nos deben permitir tener la oportunidad de decirles a los más jóvenes, a nuestros futuros ciudadanos que fue lo que pasó en el Perú entre 1980 y el 2000. Hablarles del miedo, del odio, de la inseguridad, de la confusión, de las causas y las consecuencias de la violencia. Creo yo que esa es nuestra oportunidad.
Pero he aquí que surge otra dificultad. Si algo mostró Crespo es que pareciera tener las ideas bien claras. Trastocadas y perversas pero claras. Cuando evita hablar de “terrorismo” y prefiere usar “conflicto armado interno” se aferra del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en donde dicho término aparece desde la introducción. Cuando señala que el informe no favorece la reconciliación lo dice al lado de alguien que representa a un grupo político que ha afirmado exactamente lo mismo. Pero, no ha de sorprendernos. Si de algo se vanagloriaron los movimientos terroristas fue de su capacidad de, digámoslo así, lavar cerebros. Algo que hasta ahora podemos ver no sólo aquí sino en cualquier lugar donde haya un terrorista.
Pero ¿Para qué debatir?
Por el simple y sencillo hecho de que el debate nos lleva al recuerdo y en este país con tan alta vocación para el olvido es necesario aprovechar todo espacio, toda posibilidad para volver a observar nuestra historia. No digo recordar quizá con algo de cobardía pero la idea es esa.
No me imagino y no es la idea que después de ese debate Alfredo Crespo diga algo así como: “Tienen razón. Fuimos un movimiento terrorista. Matamos y eso estuvo mal”. No es la idea salvar esa alma así como no es la idea convencerlo de nada. El debate sobre lo que significan las propuestas de Movadef nos deben permitir tener la oportunidad de decirles a los más jóvenes, a nuestros futuros ciudadanos que fue lo que pasó en el Perú entre 1980 y el 2000. Hablarles del miedo, del odio, de la inseguridad, de la confusión, de las causas y las consecuencias de la violencia. Creo yo que esa es nuestra oportunidad.
Pero he aquí que surge otra dificultad. Si algo mostró Crespo es que pareciera tener las ideas bien claras. Trastocadas y perversas pero claras. Cuando evita hablar de “terrorismo” y prefiere usar “conflicto armado interno” se aferra del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en donde dicho término aparece desde la introducción. Cuando señala que el informe no favorece la reconciliación lo dice al lado de alguien que representa a un grupo político que ha afirmado exactamente lo mismo. Pero, no ha de sorprendernos. Si de algo se vanagloriaron los movimientos terroristas fue de su capacidad de, digámoslo así, lavar cerebros. Algo que hasta ahora podemos ver no sólo aquí sino en cualquier lugar donde haya un terrorista.
Es por eso que cuando Beto Ortiz le dice a Crespo que no tolerará su presencia en su set antes que un gesto heroico y aplaudible creo que fue una renuncia y una pérdida de esta oportunidad. Y es aún más lamentable ver que cuando los políticos, de toda tienda y bancada, le piden al Jurado Nacional de Elecciones resolver con un rotundo no al pedido de Movadef volvemos a perder la oportunidad de discutir. Que venga el no pero que venga con debate. Que nuestros políticos y nosotros mismos hagamos lo necesario para que esto no se repita.