Me llaman de Movistar para ofrecerme más minutos por más plata y me niego. Por ahora no lo necesito. Al otro lado de la línea, algo ofuscada, la señorita me pregunta: ¿Por qué razón no quiere tener más minutos por menos plata? La pregunta, debo confesarlo, me ofusca. Simplemente no quiero, pienso.
Tartamudeo. No sé muy bien que decirle. Si soltarle un “Simplemente no me da la gana” o darle alguna razón más elaborada. Lo peor de todo es que me siento obligado a hacer esto último.
No sé si es mi estado de ánimo (el día no ha ido tan bien como quisiera) o es que estas llamadas en particular me irritan lo suficiente como para anular mi capacidad de pensar. Pero no deja de sorprenderme que en todas las llamadas que he recibido haya ese tono de sorpresa mezclado con desazón y hasta algo de “¿Eres estúpido o qué?” en sus palabras.
Un mal que a todos nos toca, de una forma u otra, es que exista gente que considera que sabe algo que tú no sabes y que este saber esté asociado a tu bienestar o a tu conveniencia. Es decir, la señorita de Movistar (y los Gerentes de Marketing) han de suponer que tienen un conocimiento de mis necesidades que ni yo mismo sé.
Si esto ocurre a nivel empresa-cliente, donde tengo la posibilidad de decir: “no, gracias”, imagínense lo que puede pasar a nivel gobierno-pueblo, donde no existe tal posibilidad. Si al gobierno se le ocurre fundar una nueva universidad en algún poblado del país, y si para ello es necesario desviar fondos de otra universidad cercana, no hay vuelta que darle. No vale el “no, gracias”.
Una actitud crítica ante las buenas intenciones siempre es necesaria. No siempre quien se acerca con propuestas convenientes conoce todo el contexto del problema.
Tartamudeo. No sé muy bien que decirle. Si soltarle un “Simplemente no me da la gana” o darle alguna razón más elaborada. Lo peor de todo es que me siento obligado a hacer esto último.
No sé si es mi estado de ánimo (el día no ha ido tan bien como quisiera) o es que estas llamadas en particular me irritan lo suficiente como para anular mi capacidad de pensar. Pero no deja de sorprenderme que en todas las llamadas que he recibido haya ese tono de sorpresa mezclado con desazón y hasta algo de “¿Eres estúpido o qué?” en sus palabras.
Un mal que a todos nos toca, de una forma u otra, es que exista gente que considera que sabe algo que tú no sabes y que este saber esté asociado a tu bienestar o a tu conveniencia. Es decir, la señorita de Movistar (y los Gerentes de Marketing) han de suponer que tienen un conocimiento de mis necesidades que ni yo mismo sé.
Si esto ocurre a nivel empresa-cliente, donde tengo la posibilidad de decir: “no, gracias”, imagínense lo que puede pasar a nivel gobierno-pueblo, donde no existe tal posibilidad. Si al gobierno se le ocurre fundar una nueva universidad en algún poblado del país, y si para ello es necesario desviar fondos de otra universidad cercana, no hay vuelta que darle. No vale el “no, gracias”.
Una actitud crítica ante las buenas intenciones siempre es necesaria. No siempre quien se acerca con propuestas convenientes conoce todo el contexto del problema.