A mí me importa la educación

Y quiero contarte, a mi manera, el porqué.

1
El día que, después de varias horas de viaje y una lluvia torrencial, llegué a un pueblo de la selva central para entrevistar a una profesora y evaluar a sus alumnos supe que la crisis de la educación era algo sumamente complejo, algo que trascendía la eterna discusión de los sueldos, de la carrera magisterial, de los sindicatos y de la política económica del país.
La profesora, que en un primer momento se había mostrado desconfiada, me contó que lo que a ella más le preocupaba eran los niños y niñas que, poco a poco, aún bajo el aguacero que transforma el piso en fango, iban llegando después de recorrer varios kilómetros de distancia.
Ella quería estar ahí. Ellos querían estar ahí.
2
Todavía me sorprende leer los mensajes de mis antiguos compañeros de clases contando las anécdotas del colegio. El día que casi lograron que un profesor se cayeron de bruces con escritorio y todo; el día que otro profesor agarró a golpes –como si fuese una pelea callejera- a uno de los más inquietos; el día que otro profesor llegó evidentemente borracho a dictar clases, al punto que se orinó –¡sí, se orinó!- en sus pantalones; los días que atormentaban a otros compañeros de la sección, quienes evidentemente no son los que cuentan esas anécdotas ni escriben esos mensajes; fatalmente el día que un profesor después de darme de bofetadas me dijo que ese colegio era demasiado grande para él y para mí.
Peor aún. El día que nos enteramos que uno de los adultos responsables es hasta ahora buscado por abuso sexual infantil.
No quiero volver ahí. ¿Ellos querrán volver ahí?
3
Conocí y escribí sobre J. para mostrar que algo pasa en los colegios. Antes de ser atacado por un grupo de compañeros, J. se consideraba a sí mismo simpático, sociable, inteligente y guapo. Después del ataque empezó a ausentarse de reuniones de sus compañeros, no querer volver al colegio, sentir miedo y estrés de lunes a viernes.
A él le dejó de gustar el colegio.
4
La profesora G. hizo todo lo que pudo para que su alumna no jalara el año. Le dedicó horas extras de trabajo, la acompañaba para organizar su agenda, conversaba con ella todos los días que podía y hasta veían películas que pudieran motivarla en los ambientes del colegio. Pero su alumna no estudió para sus exámenes finales a pesar que durante todo el semestre había mostrado cierta mejora significativa. Fue como si su alumna se hubiese abandonado al final del camino.
Cuando conocí a la mamá de esta alumna entendí que había pasado. Para ella su hija era un problema y literalmente no sabía qué hacer con ella. Nos pedía que le dijéramos en concreto que tenía que hacer. Y nosotros lo hicimos. Al poco tiempo nos enteramos que nada de lo que le pedimos lo hizo.
Una profesora no puede reemplazar un padre. El colegio no puede reemplazar el hogar.

Quiero invitarte a unirte a este espacio, un esfuerzo que empieza siendo individual y que espero que algún día sea algo más grande. Buscanos en Facebook: : A mí me importa la educación.
Un espacio para pensar, recordar, discutir, opinar sobre la educación desde tu experiencia como educador, como alumno, como padre, como ciudadano.
¡Bienvenido!

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