De hecho, y esto es aporte mío, el dinero que gotea del crecimiento macroeconómico alcanza también a marcas, sicarios, barras bravas y pandilleros; permitiéndoles conseguir más y mejores armas. Indudablemente esto configura una delincuencia cualititativamente distinta a la de años anteriores.
¿Hacia donde se proyecta esta hipótesis? Este profesor señalaba que, en un segundo momento, la delincuencia se complejizaria aún más en la medida que la sociedad civil y el Gobierno destinen su preocupación en mejores políticas de seguridad interna. Es decir: si más dinero empieza a circular por las calles, más dinero se invierte en cuidar ese dinero haciendo necesario que más dinero se invierta en tomar ese dinero.
Yo le veo dos posibilidades. Una sería casi una postal de Ocean´s Eleven. La otra la peligrosa ciudad Juárez. ¿Cuál se nos muestra más cercana? Quizá esta última. La cercanía entre la delincuencia y el negocio de las drogas nos lleva a voltear la cara hacia Sao Paolo, Caracas y Medellín antes que a Las Vegas y Roma.
Pero en este punto debo de reconocer que hay algo que me intriga y que tiene que ver con las declaraciones recogidas de un congresista y que señalaban que en los últimos 4 años (del gobierno aprista), los diversos Ministros del Interior y Jefes de la Policía fracasaron en sus propuestas de seguridad ciudadana. Sin embargo, cada vez que ocurre un asalto que genera el interés público –tal como el de la pobre Romina- no suele pasar ni una semana para que rápidamente muestren a los criminales.
Si algo podemos decir es que la Policía se muestra efectivamente reactiva dado que, a mi entender, es el nivel al que puede llegar. La delincuencia no es otra cosa que la consecuencia de algo más, a mi entender un tema social que escapa de la visión castrense. No deja de ser irónico que sea precisamente el crecimiento económico el que desnuda un lugar donde las cosas parecen no crecer.