Hace unos meses fue Doe Run, ahora casi fue la Selva.
Si algo quedo claro en torno al confuso enfrentamiento entre policías y nativos amazónicos en Bagua, fue que desde hace buen tiempo atrás nadie sabe para quien trabaja.
A mi parecer esta confusión es sintomática, refleja una confusión mayor, se inicia desde el mismo Gobierno y se centra en las consecuencias que la apuesta económica por el neoliberalismo implica.
La primera advertencia vino cuando, hace unos meses atrás, nadie sabía qué hacer con Doe Run. Todos sabían que no podían dejarla caer pero nadie sabía quien debía salvarla. Un poco lo que ha ocurrido en Estados Unidos pero con más desorden y menos millones de dólares en juego. Al final, el Gobierno decidió perdonarle la vida y los empresarios se comprometieron a meter la mano en el bolsillo. Lo único que se perdió de vista fue el plan de recuperación frente al desastre ambiental generado en La Oroya, todavía con serias deficiencias, y sus miles de pobladores.
El rescate de Doe Run en primer lugar ganó la Economía, luego el Gobierno, los empresarios y, de alguna forma perversa, los mismos pobladores de La Oroya. Quedo claro que la Economía ya no está al servicio del hombre, sino que es el hombre el que está al servicio de la Economía.
Con los decretos legislativos 1090 y 1064 se abría la posibilidad de emplear tierras que les pertenecen a las tribus amazónicas para la extracción de gases y petróleo, fabricación de etanol, construcción de campamentos mineros, etc; lo que indudablemente hubiese beneficiado de manera directa a los miles de peruanos que hubiesen tenido un puesto de trabajo y a nuestra fortalecida economía. En un segundo plano a los millones de peruanos vía goteo económico.
Quienes de ninguna manera se hubiesen visto beneficiados –no al menos bajo el esquema de trabajo que este gobierno lleva y que queda de manifiesto con el intento de promulgación de dichos decretos sin la obligatoria consulta- eran los nativos amazónicos.
Quienes tampoco se hubiesen visto beneficiados –y sonará contradictorio pero es cierto- éramos todos los peruanos, argentinos, brasileros, españoles, ingleses, italianos, chinos, sudafricanos, americanos etc. Con el ingreso de empresas centradas en actividades extractoras, con alto impacto ambiental; la selva amazónica peruana se hubiese expuesto a un riesgo que ningún indicador estadístico hubiese valido la pena.
Porque, como lo escuché en una charla para alumnos del colegio donde trabajo, cuando la crisis ambiental sea insostenible nadie podrá comerse sus euros ni sus dólares.
A mi parecer esta confusión es sintomática, refleja una confusión mayor, se inicia desde el mismo Gobierno y se centra en las consecuencias que la apuesta económica por el neoliberalismo implica.
La primera advertencia vino cuando, hace unos meses atrás, nadie sabía qué hacer con Doe Run. Todos sabían que no podían dejarla caer pero nadie sabía quien debía salvarla. Un poco lo que ha ocurrido en Estados Unidos pero con más desorden y menos millones de dólares en juego. Al final, el Gobierno decidió perdonarle la vida y los empresarios se comprometieron a meter la mano en el bolsillo. Lo único que se perdió de vista fue el plan de recuperación frente al desastre ambiental generado en La Oroya, todavía con serias deficiencias, y sus miles de pobladores.
El rescate de Doe Run en primer lugar ganó la Economía, luego el Gobierno, los empresarios y, de alguna forma perversa, los mismos pobladores de La Oroya. Quedo claro que la Economía ya no está al servicio del hombre, sino que es el hombre el que está al servicio de la Economía.
Con los decretos legislativos 1090 y 1064 se abría la posibilidad de emplear tierras que les pertenecen a las tribus amazónicas para la extracción de gases y petróleo, fabricación de etanol, construcción de campamentos mineros, etc; lo que indudablemente hubiese beneficiado de manera directa a los miles de peruanos que hubiesen tenido un puesto de trabajo y a nuestra fortalecida economía. En un segundo plano a los millones de peruanos vía goteo económico.
Quienes de ninguna manera se hubiesen visto beneficiados –no al menos bajo el esquema de trabajo que este gobierno lleva y que queda de manifiesto con el intento de promulgación de dichos decretos sin la obligatoria consulta- eran los nativos amazónicos.
Quienes tampoco se hubiesen visto beneficiados –y sonará contradictorio pero es cierto- éramos todos los peruanos, argentinos, brasileros, españoles, ingleses, italianos, chinos, sudafricanos, americanos etc. Con el ingreso de empresas centradas en actividades extractoras, con alto impacto ambiental; la selva amazónica peruana se hubiese expuesto a un riesgo que ningún indicador estadístico hubiese valido la pena.
Porque, como lo escuché en una charla para alumnos del colegio donde trabajo, cuando la crisis ambiental sea insostenible nadie podrá comerse sus euros ni sus dólares.