La Quinta Fuerza del Universo II (otra vez el sexo)

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Mientras paseaba por el salón hablando del Medioevo, la profesora notó algo raro. Al inicio no pudo dar crédito a lo que veía, y luego deseó no haberlo visto. El alumno, en plena clase, estaba masturbándose. Bastante confundida, dejó pasar la situación. Luego se la comentaría a la tutora. Ella haría como si no hubiese ocurrido.

2
Cuando me lo contaron por primera vez no lo creí. En la ruta que lleva del Cono Este de la ciudad hacia el Centro de Lima había un sujeto –quizá todavía lo haya- que se masturbaba en el transporte público.
Quien me contó la historia luego recordó que durante un tiempo no precisado –pudieron ser segundos o minutos-, ella se quedó atónita, incapaz de atinar a algo.

En el anterior post (ver La Quinta Fuerza del Universo) señalaba la intensidad con la que la sexualidad puede aparecer en hombres y mujeres. Aquel post, escrito casi en primera persona, no recogía la vivencia de quien especta (un relato en tercera persona como las dos viñetas de introducción).

¿A qué se debe que un aspecto inherente a la naturaleza humana impacte de tal forma en las personas que obstruye la capacidad de reaccionar, tornándose en un evento disruptivo?

En Tótem y Tabú, Freud dice que para que la sociedad pueda sostenerse hay una serie de impulsos (¿o pulsiones?) a las que el hombre ha debido renunciar para poder convivir con otros. La sexualidad es uno de estos impulsos. De hecho aunque en nuestros días parezca vivirse una sexualidad libre y sin tapujos, lo cierto es que si las estadísticas señalan que cada 2 minutos se produce una violación en el mundo, es claro que de mucha libertad todavía podemos hablar.

El niño del anterior post había dicho algo así como: “Se pone como un desgraciado”, y yo había señalado que esta puede ser una expresión del grado en que la sexualidad puede ser una amenaza a la integridad de uno mismo.

Hay un temor soterrado en la sexualidad: el terror a la locura. No es extraño observar que exista una estrecha relación entre diversos trastornos psicológicos y alteraciones en los impulsos sexuales, generalmente exacerbándolos. Pero esta locura no es la que se viste de camisa de fuerza y vive en hospitales. Es la locura del desborde y el descontrol. Y como bien sabemos, el ser humano tiene la ilusión de tener todo bajo control.

Pd. Esto me dará pie para escribir sobre los 3 maestros de la sospecha.

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