No Carolina, Uds. (los padres) no tienen la culpa de todo. Hay males necesarios, casi inevitables.
Hace unos días una mamá me comentaba lo doloroso que había sido para ella ver como su hijo hacía todo lo que otro niño le decía que haga para conseguir su amistad. Para colmo de males, esta mamá se había dado cuenta que este niño solo buscaba a su hijo por interés. Cuando su hijo se percató de esto, le dolió pero superado el dolor dejó de frecuentarlo.
Como ésta, hay una serie de experiencias que conducen a aprendizajes solo si son vividas en primera persona. Cuando son bebés, el primer mal necesario e inevitable es terriblemente contradictorio para los padres: una experiencia saludable de frustración del deseo brinda la posibilidad del surgimiento del pensamiento. Más adelante los chicos tarde o temprano deberán experimentar la imperfección de sus padres para construir un vínculo real con ellos mismos. En la adolescencia, uno de los aprendizajes más intensos pasa por el amor y el desamor.
Carolina, quisiera regalarte una ocurrencia de Rosela: “No hay padres perfectos ni mal que por bien no venga”. Aunque suena raro y confuso, creo que recoge eso que dijo Winnicott sobre los padres, el ser “suficientemente bueno”.
No hay padres perfectos. Obvio. Ni mal que por bien no venga. Porque sin ánimos de dar una pastilla para el alma: cada error ofrece la posibilidad de reparación.
Saludos, Jorge.