Las preocupantes prácticas de los promotores del Colegio de Historiadores
Así como buena parte de quienes leyeren esta entrada, he visto con mucha consternación la noticia de que se ha presentado en el Congreso de la República un proyecto de ley que busca establecer el Colegio de Historiadores del Perú, el cual podrá exigir la colegiatura para el desempeño de la actividad del historiador. Este proyecto ha estado rondando desde hace ya varios años, y ha provocado rechazo por parte de los historiadores en más de una ocasión. Y a pesar de que tras varias conversaciones con colegas en el VII Congreso Nacional de Historia del Perú en la ciudad de Trujillo sé que esta idea cuenta con algún apoyo en ciertos sectores fuera de Lima, y que en efecto el desempeño de la actividad del historiador en nuestro país es perfectible, me sumo al rechazo de este proyecto. Explico por qué.
Las críticas estructurales al proyecto del Colegio de Historiadores han sido expuestas ya en ocasiones anteriores. Pero en mi intento por intentar comprender la motivación de nuestros colegas del Frente Pro Colegio Profesional de Historiadores del Perú (FPPHP) [sic: no han incluido la inicial de “Colegio” en sus siglas oficiales] he revisado su blog oficial, su page de Facebook y su cuenta de Twitter. Terminé más consternado de lo que estaba antes. Entre sus posts sobre temas de actualidad arequipeña, memes de borrachos, “bromas” islamofóbicas y melancólica carestía de likes (obviamente se podría señalar la relativa carestía de likes del page de la Bitácora del Tornaviaje también, pero son ellos quienes se dicen contar con apoyo multitudinario entre nuestros colegas, no yo), uno se encuentra con muy pocos artículos de noticias internacionales. Dentro de estos, sin embargo, parece encontrarse un patrón:
Al presentarse sin glosa, uno podría darles el beneficio de la duda y pensar que la publicación de estas noticias quizás denote la preocupación del FPPHP ante el resurgimiento de una extrema derecha xenófoba, islamófoba, racista y anti-LGBTQI+. Sin embargo, al escarbar un poco más en su página pública de Facebook y su blog oficial, nos damos con que la posición de la organización muestra mucha afinidad con algunas de las principales posturas del extremismo de derecha, desde un apoyo soterrado a los ultranacionalistas de Le Pen:
El rechazo a la inmigración:
Así como a los derechos de la comunidad LGBTQI+:
Ahora bien, hasta estas declaraciones podrían leerse en el sentido de que el FPPHP está simplemente reportando lo que está haciendo la extrema derecha peruana. Y quizás para algunos las simpatías por Le Pen podrían denotar más bien un simpático grupo de conservadores con quienes uno se podría juntar para conversar de la Santa Iglesia Católica y de cómo las empleadas domésticas “ya no son como las de antes”. Sin embargo, si volvemos al post firmado por “MAZL”, también se podría interpretar que esta persona está hablando a nombre de la extrema derecha peruana, en lugar de solo estar reportando al respecto. Para resolver esta duda, apelamos a la página de Facebook del FPPHP, la cual nos ayuda a tener una idea más clara de quién es “MAZL”:
Es decir, es una voz autorizada del FPPHP. ¿Y qué otras cosas ha compartido MAZL en las cuentas oficiales de esta organización? En el blog oficial promociona videos musicales con una curiosa dedicatoria:
Y por si quedara duda alguna respecto de sus simpatías políticas, en el twitter oficial declara:
En resumidas cuentas, el portavoz oficial del Frente Pro Colegio Profesional de Historiadores del Perú es un nazi declarado. Ahora bien, podrá haber quienes señalen que ser de extrema derecha no es ilegal, y que Zeballos está haciendo uso de su derecho a la libre expresión. Puede ser. Y estoy midiendo mis palabras, al saber que estamos tratando de personas de carne y hueso, quienes quizá en sus vidas personales sean encantos de personas y generosos amigos. No lo sé. ¿Pero qué nos dice la presencia de propaganda de ultra derecha en los medios oficiales del FPPHP? En el mejor de los casos, denota que Zeballos no distingue entre sus convicciones políticas personales y su papel como portavoz de una organización que pretende representar los intereses de todos los historiadores peruanos (no solo los de los nazis como él). En el peor de los casos, nos indica que el FPPHP es una organización tan nacionalsocialista como su portavoz.
En cualquier caso, de constituirse el Colegio de Historiadores, lo más probable es que sean estas personas quienes terminen tomando las riendas del poder. Esto es preocupante por una serie de motivos, especialmente cuando queda claro que para ellos no hay distinción entre simpatía política de ultra derecha y acción institucional. Si nos fijamos en las atribuciones que tendría dicho Colegio según el proyecto de ley presentado, en el artículo 4 figura “proponer los contenidos curriculares de Historia en la enseñanza pública, en toda su extensión, nivel, grado y modalidad”. Resulta extremadamente problemático que a cargo de ello estuviera de un grupo de personas que o bien permiten que su portavoz promueva propaganda nazi en sus medios oficiales o bien son simpatizantes nazis ellos mismos. ¿Intentarían introducir el “debate” en torno a si el Holocausto realmente ocurrió? ¿Intentarían eliminar toda historia de la sexualidad? ¿Intentarían dirigir la enseñanza de la Historia en la educación superior?
Las implicancias del artículo 2 son también muy ominosas:
El depositar este poder en las manos de esta organización de extrema derecha resulta extremadamente problemático. Para empezar, la frase “el ejercicio de la profesión de Historiador” es sumamente amplia, de manera que este Colegio podría intentar impedir que historiadores extranjeros presenten charlas en universidades peruanas o que presenten sus libros en el Perú en caso no estuvieran colegiados. Pero si lo combinamos además con otra de las atribuciones que tendría, “Defender el ejercicio legal de la profesión de historiadores, velando por su prestigio“, nos veríamos ante un Colegio que–al no distinguir entre sus convicciones políticas de extrema derecha y su labor institucional–podría alegar que la investigación en temas de historia de la sexualidad atentaría contra “el prestigio” de la profesión del historiador (por constituir “mariconada” o “degeneración”), y que por tanto corresponde sancionar con multas al historiador o historiadora que lo hiciera. En caso les quitaran la colegiatura, este Colegio podría incluso intentar impedir que ejerzan como historiadores. Esto sería un claro ataque de extrema derecha contra la libertad intelectual.
Por supuesto, nuestros colegas conservadores (y, evidentemente, los nazis también, que aparentemente existen) podrían alegar que los “caviares” intentarían hacer otro tanto, pero para su lado. Puede ser. Pero la diferencia está en que los “caviares” estamos de manera casi unánime contra este proyecto.
Es cierto que hay problemas en el mundo de los historiadores en el Perú, como la casi nula movilidad entre universidades, tanto a nivel de profesores como de estudiantes. Por ejemplo, en Estados Unidos, donde estoy cursando el doctorado, es rarísimo que uno se vuelva profesor a tiempo completo en la misma universidad donde estudió. La lógica es más o menos la siguiente: ¿para qué tener al discípulo de nuestro profesor si ya tenemos al original? A la hora de contratar gente, mejor que sea gente de fuera, que traigan nuevas ideas y perspectivas. De ese modo la circulación de ideas es mucho más extensa y rica. Asimismo, el estudiar el bachillerato, maestría y doctorado en la misma institución es tan tabú, que las pocas personas a quienes he conocido que lo están haciendo lo confiesan como si se tratara de un vergonzoso secreto. La lógica es que no tiene sentido seguir estudiando con los mismos profesores a cuyas ideas uno ya ha sido expuesto. Con esta circulación de estudiantes y profesores, el medio académico se vuelve mucho más robusto y rico, lo contrario lo consideran medio incestuoso. Es cierto que esto se tiene que promover en el Perú–quizá con una Asociación que difunda todas las convocatorias a puestos de profesor a tiempo completo a nivel nacional–pero este Colegio (especialmente con estas personas) no es el mecanismo apropiado.
PS: Quizá quepa aclarar qué hace metiéndose en este pleito alguien que estudia en Seattle y se especializa en Filipinas, Indonesia y otras partes del Sudeste Asiático. La cuestión es que sigo considerando a la comunidad académica peruana como mi comunidad, y celebro sus triunfos y lloro sus fracasos como míos. Me gustaría ver una comunidad de historiadores peruanos más móvil e interconectada, pero no hay mucho que yo pueda hacer al respecto, infortunadamente. Lo que sí puedo hacer es alentarlos a que expandan sus horizontes académicos. En los años que llevo metido en el medio norteamericano, algo he aprendido respecto de este espacio y gustosamente lo comparto con quien lo deseare. En el peor de los casos, son 5-7 años de “vacaciones académicas”, en las cuales te dedicas casi por completo a estudiar, y te pagan por ello. Hasta te pueden dar fondos para irte a hacer trabajo de archivo en la región que estudies, y al final regresas al Perú con grado de Doctor. O no regresas. Hasta ahora, solo se me han acercado estudiantes limeños en busca de asesoría respecto de cómo postular, pero nada me alegraría más que poder compartir algunas experiencias y consejos con estudiantes de otras regiones del Perú.