En Filipinas se consuma el regreso del autoritarismo
Mientras en el Perú existe una legítima preocupación por el posible retorno de un proyecto autoritario al poder, este escenario se está volviendo realidad en Filipinas. Rodrigo Duterte, el actual alcalde de la tercera ciudad más grande del país, acaba de ganar las elecciones presidenciales. Sus propuestas incluyen poner ‘mano dura’ contra la delincuencia, así como disolver el congreso y gobernar como dictador en caso hubiera resistencia a sus reformas. Asimismo, Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr., el hijo del dictador del infame Ferdinand Marcos, está a un paso de ganar la vicepresidencia (que en las Filipinas es elegido por separado) con una campaña basada en la idea de recuperar los logros del gobierno autoritario de su padre.
Es precisamente este llamado al autoritarismo lo que ha hecho de Duterte un candidato atractivo para el electorado filipino. Como alcalde de Dávao, ha manifestado su apoyo a la matanza de delincuentes, argumentado que son ‘blancos legítimos’. Como alcalde ha publicado listas con nombres de estos, los cuales después resultan ejecutados por escuadrones de la muerte que gozan de una inmunidad de facto ante las autoridades policiales de la ciudad. Acusado de ser responsable de 1000 ejecuciones extrajudiciales, Duterte ha prometido que al llegar a la presidencia esa cifra aumentará a 100.000, y que botará los cadáveres de los delincuentes a la bahía de Manila. Ha garantizado que con estas medidas podrá acabar con la delincuencia en todo el país en un plazo de seis meses. Además, hace algunas semanas bromeó respecto del caso de una misionera australiana violada en grupo y asesinada en 1989. “Me molestó que fuera violada, eso sí. Pero era tan bonita, que yo debí haber sido el primero en la fila. Qué desperdicio.” Lejos de registrar una caída en las encuestas tras semejante ‘broma’, su ventaja se amplió.
Por su parte, Bongbong Marcos ha podido sacar máximo provecho de la corta memoria histórica de la sanguinaria dictadura de su padre para catapultarse a la vicepresidencia. A partir de 1972 y hasta su caída en 1986, su padre disolvió el congreso, controló a los medios de comunicación y mandó perseguir, torturar e incluso asesinar a los opositores de su régimen. Pero todo eso queda atrás en el discurso electoral de Marcos, quien fue preparado para la política desde joven por su padre. Según Bongbong, los años del gobierno de su padre y las fiestas hollywoodenses de su madre fueron una ‘edad dorada’ para las Filipinas, cuyo actual progreso habría sido imposible sin su decisivo liderazgo. Buena parte de los miles de millones de dólares hurtados por la familia Marcos sigue sin ser recuperado, mientras que estos capturan posiciones en la política del país. Tanto él como su madre, Imelda Marcos, son actualmente congresistas, mientras que su hermana Imee es gobernadora de la provincia de Ilocos Norte. El conteo de votos para la vicepresidencia es sumamente ajustado; la diferencia entre Bongbong y Leni Robredo es menor a 1%.
¿A qué podemos atribuir el posible ascenso de dos apologistas de la dictadura a la presidencia y vicepresidencia de las Filipinas? El discurso autoritario de soluciones rápidas no deja de tener cierto encanto entre los amplios sectores de la población que se sienten olvidados por el Estado, mientras que las sutilezas de la democracia son asociadas más bien a una oligarquía rapaz y excluyente que se ha mostrado incapaz de sacar al filipino de a pie de la pobreza extrema pese a varios años de crecimiento económico sostenido. Es precisamente la vulgaridad de las ‘bromas’ de Duterte lo que lo distingue de los caballeros patricios que parecen ser los únicos beneficiarios del crecimiento económico de los últimos años. Las similitudes económicas y sociales entre el Perú y Filipinas hacen que estemos viendo el actual ascenso de nuestra contraparte a Bongbong Marcos: Keiko Fujimori. La pregunta es si tendremos que lidiar con nuestro propio Duterte en 2021.