“Tras de la iglesia, el cerro protector del pueblo aparecía rojo, cubierto a mantos por las flores del k’antu…El viejo miró hacia la alta montaña.
– ¡Yo te prefiero, Apukintu! Te han robado flores – dijo.”
– ¡Yo te prefiero, Apukintu! Te han robado flores – dijo.”
(Todas las Sangres 2001. p: 8)
La primera mención de alguno de los cerros, en la primera escena de todo el libro. El viejo se encuentra en el campanario, antes de sorprender a todos los que saldrán de la iglesia. El “gran señor” Aragón de Peralta prefiere al Apukintu, que está detrás; pues sus hijos son para él caínes y parricidas, el cura es anticristo. El viejo se reclama desde una altura que “no es solo de Dios”, desde su altura de caballero, de noble, cuya sangre se encuentra en la fundición y en la materia de las campanas. El viejo anuncia y repica su muerte, su voluntad de entregar todo a los indios, a aquellos que dependían de él, y que eran limpios. El viejo dejará para entregarse. Dicen que se ha vuelto como indio, cree en los cerros, pero no deja de ser señor por Dios y no deja de juzgar en su nombre. Dios se encuentra más alto, el Apukintu detrás; los hombres libres son caínes y anticristos, los indios son hijos de Dios y del Apukintu. El “gran señor” se hace hijo del Apukintu porque los hablan de Dios atentan contra él.
[Leer más …]
[Leer más …]