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Y descubre la gaviota mares negros
caracoleados en desarmonías
Bajo el fondo los cetáceos murmurean sin ayunar
disolviendo la fuerza de las cascadas vagabundas
Y las olas, otra vez las gordas olas, circulean las arenas tenebrosas
Lo que provoca el grito del felino tiburón
boca voraz de los errores humanoides
tristiados en un baúl pandórico de minúscula claridad
Tenebroso, hiriente, se abre una cueva oceánica
una llaga ballénica de dolor unívoco
una ausencia de caricia corálica
es la muerte señora, la que convoca a ahogarse
a dormir en las celdas de los arrecifes
a musitar empalagados la sombra calórica del deceso
Y entretanto la gaviota sigue huyendo
despega
. . .