Hay algo que es bastante obvio y basta con ver a un niño con obesidad intentando hacer actividades físicas para darnos cuenta: en la obesidad infantil es fácil que haya un menor desarrollo de las habilidades motoras. Esto, al combinarse con el sobrepeso y el poco desarrollo muscular, produce dificultades para realizar actividades físicas. Como decía, esto puede ser obvio y es fácilmente detectable por cualquiera de nosotros. De hecho, muchos recordaremos al gordito de la clase siempre quedándose atrás en los ejercicios de educación física.
Lo que quiero resaltar es que no solo se trata de lo difícil que es para el niño mover un cuerpo tan pesado, sino que su sistema nervioso puede presentar un déficit en cuando al desarrollo de sus habilidades de movimiento, lo que va más allá de un asunto meramente mecánico; aquí estarían involucradas cuestiones de desarrollo cerebral. Si la obesidad o el sobrepeso gobiernan durante su desarrollo infantil y adolescente, por más que regule su peso en la adultez, podría ya cargar con un menor desarrollo, lo que naturalmente le generaría una serie de desventajas.
Bajos niveles de factor neurotrófico derivado del cerebro
El ejercicio físico aumenta la síntesis de una proteína que se conoce como “factor neurotrófico derivado del cerebro” (sí, vaya nombrecito). Esta proteína actúa en el proceso de crecimiento del sistema nervioso (conocido como neurogénesis), en la supervivencia de las células nerviosas y en la plasticidad neuronal, de tal manera que es una proteína clave, fundamental para la salud de las personas.
Pues bien, se han detectado niveles bajos del factor neurotrófico derivado del cerebro en las personas obesas. Eso quiere decir que el sistema nervioso de las personas obesas presenta una desventaja importante. Por eso es que los niños obesos presentan con más facilidad un pobre desempeño escolar, al parecer por una disminución de sus capacidades de atención y de memoria, así como una neuroplasticidad afectada.
Recomendaciones
Aquí las sugerencias caen por su propio peso: es importante cuidar la alimentación de los niños, no abusar de sustancias que producen sobrepeso, buscar encontrar placer gustativo en platos o comidas que sean saludables. Lamentablemente esto es difícil en nuestra sociedad. Poder disfrutar de un dulce sano significa ir a comprarlo a lugares especiales o aprender a hacerlo en casa. Tristemente, esto no lo vamos a encontrar en la bodega de la esquina o en el fast food de más allá. Sin embargo, vale la pena el esfuerzo o al menos pensar en esto.
Es importante también cultivar la actividad física en los niños, desde chiquitos; y esto implica jugar con ellos físicamente desde muy temprano. Hay que pasar tiempo con ellos y moverse con ellos para evitar el desarrollo del sedentarismo. Un niño que se siente desatendido por sus papás, se va a sentar a jugar con el celular o la tablet o la consola de videojuegos, y, como estas cosas son adictivas, se puede quedar ahí sentado de por vida. Eso se llama sedentarismo, y el sedentarismo llama al sobrepeso y a la obesidad.
Si ves que tu hijo está gordo, con sobrepeso o ya lo ves obeso, atiéndelo, tómalo como un problema de salud (tal y como tomarías como un problema de salud si tu hijo te dice que le duele la muela). Habla con él para atender el asunto, luego consulta al médico y tomen las medidas necesarias.
Bueno, esto definitivamente toca a los papás otra vez: ¿no sería raro llevar a consulta a tu hijo con sobrepeso estando tú con sobrepeso? Sí, si ves a tu hijo con sobrepeso y tú también lo estás, habría que tomarlo como un “hay que hacer algo… nosotros, tú y yo”. Hay que recordar que los papás marcan el camino, son el ejemplo, los chicos siempre están viéndolos, son sus modelos; de tal manera que si tu hijo encuentra coherencia entre tus palabras, tus acciones y tu propia vida, él lo va a saber notar, y te va a seguir, tal vez a su manera, pero te seguirá y serás su mentor a mucha honra.
Referencia
Taras, Howard y Potts-Datema, William (2005). “Obesity and Student Performance at School”. En: Journal of School Health. Volumen 75. Número 8. Páginas 291-295.
Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe