“Me gustaría hablarles también del pudor. La creencia de que pasearse completamente desnudos ante los niños es bueno para ellos es del todo falsa. (…) uno no se pasea completamente desnudo delante de todo el mundo… El niño no puede desear lo que mira sin tocarlo. Por tanto, no le permitamos ver lo que, con razón, le prohibiríamos tocar. Dejémosle en la ignorancia, salvo de aquello que tratará de mirar él solo, por ejemplo, por el agujero de la cerradura. A veces un niño necesita conocer el cuerpo del adulto. Cuando ha adquirido este conocimiento y habla de él, no hay que culpabilizarlo, sino decirle: «Tú también serás así». De este modo es como respetamos su pudor y su libertad. Ausentémonos del aseo del niño desde el momento en que no tiene necesidad de nuestra ayuda. Permitámosle que cierre la puerta con llave. Respetemos este pudor del cuerpo, y respetemos también sus iniciativas sentimentales. No hay nada más nefasto para el progreso de un niño que decir a propósito de él en su presencia: «Ha mirado a fulanita. ¡Le gusta!». No hay nada más desmoralizador para un niño, y más todavía para un adolescente, que recalcar sus emociones de deseo.”
Dolto, Françoise (1998). El niño y la familia. Desarrollo emocional y entorno familiar. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica. Página 21.