«(…) quiero realizar una observación sobre las actividades femeninas y las viriles. Si un niño se cría como les he propuesto, advertirán que, después de la época de tocarlo todo, desea identificarse con su madre en las tareas domésticas, sea chico o chica, y con el padre en las tareas difíciles. No hay que censurar nunca a un niño que zurce o plancha con el pretexto de que son cosas de chicas, como tampoco hay que censurar a una niña que clava un clavo. Todas estas actividades de imitación de los padres son, para el niño, un acceso a la rivalidad con ellos. Esta rivalidad le estructura y le permite adquirir conocimientos de sus posibilidades. Si se le dice al niño “¡Haz esto, haz lo otro!” no se conseguirá que se desarrolle. Es preciso que el niño haya experimentado, en casa y antes de los ocho años de edad, cosas que le hayan dado valor; en efecto, después de los nueve años, él busca que lo valoren en las otras familias: llevándole la bolsa a una señora o cuidando a un bebé. Cuando tengan familias amigas, hagan estos intercambios: eso da a los niños una confianza enorme en sí mismos.»
Dolto, Françoise (1998). El niño y la familia. Desarrollo emocional y entorno familiar. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica. Páginas 21, 22.