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Niños egoístas que no comparten sus cosas

Cuando los papás organizamos reuniones o fiestas en donde nuestro hijo va a juntarse con otros niños, a veces sucede que este se niega a compartir sus juguetes o sus cosas. Mientras más pequeño sea el niño, más se incrementa la posibilidad de que esto suceda. Esto es así porque, a menor edad, la persona es más egocéntrica y, por tanto, más egoísta. No es nada anormal. Por ello no hay que tomarlo como algo negativo, ni preocuparse. Simplemente se puede buscar la forma más conveniente de actuar para que nuestro hijo se vea beneficiado en su desarrollo.

Obligar a nuestro hijo a compartir

Si los papás ordenáramos directamente a nuestro hijo que comparta sus cosas estaríamos arruinando la experiencia social del niño, además que estaríamos actuando de forma autoritaria y hasta prepotente. ¿Por qué? Solo basta con preguntarnos a nosotros mismos qué sentiríamos si viene un policía o cualquier autoridad a nuestra casa, con otra persona, y nos ordena que le prestemos nuestra computadora, nuestra TV o nuestro teléfono celular, o nos ordena que le demos nuestra clave de wifi o que le prestemos nuestro dinero. Los juguetes del niño son de su propiedad (se los regalamos, se los dimos, no son nuestros), tanto como que nuestras cosas son nuestras.

Esto se agrava cuando no solo ordenamos a nuestro hijo que preste, sino que directamente tomamos sus cosas y las ponemos a disposición del niño o de los niños visitantes. A ver, ¿qué sentiríamos si viene algún representante del gobierno de turno y nos quita nuestra casa para dársela a otro u otros ciudadanos? Porque la ecuación es la misma.

Presionar a nuestro hijo para que comparta sus cosas

Presionarlo con ruegos o con argumentos tampoco es tan conveniente. Hay que entender que la persona (nuestro hijo) no desea que toquen sus cosas. Los argumentos probablemente no los entienda a cabalidad, con mayor razón si es muy pequeño, y la presión que se genera nuevamente podría arruinar el momento de interacción social.

Por otro lado, estrategias como “comprar” la acción que queremos que realice nuestro hijo con ofrecimientos materiales o premios de cualquier tipo (más allá de un simple “me agradaría mucho si quisieras jugar con tus juguetes con fulanito”), es justamente eso, “una compra”, un generador de conveniencia y corrupción. El niño, entonces, crece con la idea de que puede vender sus favores, al igual que hacen los políticos corruptos, por ejemplo.

¿Realmente los juguetes y objetos materiales son tan importantes?

¿Realmente sin las pertenencias del niño no se puede pasar un buen rato? No tiene por qué ser así. Si el papá o la mamá tienen una pelota o cualquier objeto divertido que sea de ellos y no del niño, ya con eso pueden organizar juegos. Aun así, ni siquiera es necesario objeto alguno. Juegos físicos como escondidas y otras dinámicas por el estilo suelen funcionar bastante bien y no requieren juguetes o posesiones del niño.

Este tipo de actividades con las que se puede animar a los invitados dentro de la casa de un niño que no quiere compartir tiene una triple función (por lo menos):

  1. Hace que el encuentro social sea agradable.
  2. Salva la situación de egoísmo del niño e impide que los papás se entrampen en la negativa a compartir.
  3. Genera procesos emocionales en el niño que tal vez lo lleven a compartir de forma espontanea más adelante. Por ejemplo, la confianza que tal vez necesite nuestro hijo antes de ver cómo esa otra persona hace uso de sus pertenencias. También puede movilizar culpa en el pequeño, una emoción que, bien regulada, es fundamental para la integración a la comunidad. El niño puede sentirse culpable al ver cómo en la situación de juego, esas otras personas son agradables y no merecían su hostilidad. El niño puede manejar sus sentimientos de culpa reparando su hostilidad previa, siendo generoso posteriormente. Si se le obliga o se le presiona, le privamos de la oportunidad de desarrollar estos sentimientos.

En resumen

Ante una situación social en la que nuestro hijo se niega a compartir sus cosas con los invitados:

  • Evitar ordenar que comparta.
  • Evitar tomar sus cosas y dárselas a los invitados.
  • Evitar presionar con argumentos o ruegos. Si el niño dejó en claro que no desea a la segunda o, máximo, a la tercera, es porque es “no”.
  • Estar preparados. Buscar actividades o juegos alternativos, quitar del centro de atención las posesiones materiales del niño.

Referencia

Baltazar Ramos, Ana María & Palacios Suárez, Celia (2011). Consejos prácticos para la educación de los hijos. México D. F., México, Editorial Trillas. Página 40.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495

diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

 Licencia Creative Commons
“Niños egoístas que no comparten sus cosas” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Celos entre hermanos

A veces, ante el nacimiento de un hermano, el mayor se muestra hostil. Frente a esto, los papás pueden optar por regañarlo o por intentar convencerlo de que su comportamiento es egoísta y desagradable. Esto último se puede hacer de forma dura o de forma tierna; al final, en lo que nos atañe, viene a ser lo mismo.

Cuando esta estrategia de los papás sale lo mejor posible, el hermano mayor acaba tolerando al menor, más para evitar ser censurado que porque verdaderamente lo haya aceptado. Esto no resuelve los celos, sino que solo los tapan, como quien mete la basura debajo de la alfombra para que la sala parezca limpia. Uno se puede dar cuenta de que en el fondo el problema persiste porque el hermano mayor se muestra muy sensible a las diferencias con su hermano menor (por ejemplo, el famoso “¿por qué a él sí y a mí no?”).

¿Cómo prevenir esto?

Frente a este problema se puede optar por una vía alternativa a la anterior, que podría dar mejores resultados. La clave está en permitir al niño expresar su malestar, mostrarle que lo entendemos, en vez de censurarlo (ojo, esto no significa que se toleren agresiones o acciones que se pasen de ciertos límites razonables). Cada vez que este hermano diga que no lo van a querer igual o que quieren más al menor, los papás pueden decirle que lo comprenden y que, en efecto, esto que siente es muy penoso.

Siguiendo este parámetro, el hermano mayor podría “tocar fondo”, como se dice, y, una vez en esta situación, podría iniciar su recuperación y empezar a “defender” a su hermano menor, diciendo cosas como “en realidad no es un pesado” o “en realidad no es tan odioso” o “no, no es tan molesto, en verdad es muy chiquito”. Una vez en esta posición, los papás solo deben atinar a responderle cosas como “¿sí? ¿tú crees?” o “sí, tal vez tengas razón”, evitar reforzarle su defensa, dejar que él haga su propio camino. Poco tiempo después, si todo sale bien, este hermano mayor tendría que ya haber aceptado a su hermano de forma genuina.

Esto sucede así porque no se le censura, dañándole su autoestima, sino que más bien se le permite expresar sus sentimientos y así puede elaborarlos y pasar a desarrollar una relación más positiva.

¿Qué pasa cuando es el menor el que se siente celoso?

Si bien no es una situación tan clásica como la anterior, muchas veces sucede que es el hermano menor el que, cuando crece, desarrolla celos y rechazo por su hermano mayor.

En este escenario se recomienda actuar de forma análoga: que se le permita la expresión de los celos, sin cesurarlo ni regañarlo por ello. Sin embargo, con los menores hay que tener cuidado de no compensar su malestar con afecto o con mimos, ya que esto reforzará su comportamiento e incluso podría empeorarlo.

De forma similar al caso de los hermanos mayores, hay que escucharlos, decirles que tienen razón en sentirse así, que las desigualdades pueden ser difíciles de soportar y que se les comprende. Si el papá o la mamá tienen hermanos, se le puede decir que ellos también sintieron lo mismo siendo niños, si es que recuerdan cómo así, que tampoco se trata de engañar.

Con los menores también es importante hacerles ver que no hay diferencia de valor, sino solo de edad, de tamaño o de talla. Para esto, se recomienda que los papás busquen ejemplos qué ponerle al niño, ejemplos en donde dos personas o seres diferentes son importantes a su manera particular en una misma situación o para una misma tercera persona. Se sugiere esto porque, en el caso de los menores, hay mucho de sentimientos de desventaja por ser menor, más pequeño o más débil.

Referencia

Dolto, Françoise (1998). El niño y la familia. Desarrollo emocional y entorno familiar. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica. Páginas 41-43.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495

diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

 Licencia Creative Commons
“Celos entre hermanos” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.