<<Quiero decir unas palabras (…) sobre la educación de la generosidad. A menudo nos causa enfado ver a niños egoístas que lo guardan todo para ellos… Pero, por lo general, estos niños son los que más tarde destacarán por su generosidad. Cuando un niño no es generoso, es que no ha comprendido que tiene todo lo que le hace falta. Hay una edad de la generosidad. En primer lugar, es preciso que el niño haya tenido el sentido de la posesividad, pues no hay que tomar por generosidad la ausencia del sentido de posesión ni el hecho de dejarse desposeer con dolor. No hay que olvidar que el niño que da a menudo lo hace para complacer al adulto que se lo ordena, y no sabe que dar es identificarse con el que va a recibir la donación. Mientras el sujeto no tenga lo suficiente no puede dar sin lamentarlo después. Para llegar a la edad de la donación, hay que pasar por la edad del trueque.
Los padres no conocen bien la edad del trueque y a menudo la desaprueban. ¿Por qué? Porque el trueque que practica el niño no se hace por un valor igual en dinero según los padres. Un niño cambiará una pluma de 2.000 pesetas por una canica de veinte duros la bolsa. No nos mezclemos demasiado en los trueques de los niños o, en todo caso, hagámoslo desde cierta distancia. Hablemos con ellos, pero dejémosles llegar a un acuerdo, pues el conocimiento del valor del dinero viene después, hacia los siete u ocho años. Entonces se puede hablar de generosidad.>>
Dolto, Françoise (1998). El niño y la familia. Desarrollo emocional y entorno familiar. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica. Páginas 20, 21.