Nuevamente una pregunta lógica, ¿para qué llevar al hijo con un profesional al cual no se respeta?
Algunos padres, en tono muy serio, llegan a decir delante de sus hijos que el terapeuta es un tal por cual (un estafador, un carero, un usurero, un interesado, un pesado, un metiche, un mal profesional, un mediocre, un charlatán, un idiota y cuantas cosas más puedan ocurrírsenos).
Otros padres, haciéndose los payasos, o los criollos, o los vivos, hablan del terapeuta a sus espaldas en plan de chongo, y delante de sus hijos, cosas que tienen que ver más con lo gorda que es la psicóloga, su forma de hablar, la calva del psicólogo, lo pavo que es, lo gansa que es, su ropa, su huachafería y cuantas frivolidades puedan pasársenos por la cabeza.
Sea en plan “raje serio”, sea en plan “chongo”, estos padres no están haciendo otra cosa que destruir el proceso psicoterapeutico de su hijo. No le hacen daño al terapeuta, le hacen daño a su hijo, pues con estas acciones cobardes y faltas de toda educación y caballerosidad, no sólo le dan un pésimo ejemplo a los chicos, sino que minan el respeto que el niño o adolescente pueda estar desarrollando hacia el profesional, destruyen la alianza que el niño o adolescente pueda estar formando con su terapeuta o la dañan o la atacan, siendo que esta alianza es fundamental para el éxito del tratamiento.
Por otro lado, los papás no tendrían que estar esperando que la escuela enseñe a sus hijos a ser hombres y mujeres decentes. Ellos son los principales responsables de esa formación, y un hombre o una mujer decente no anda hablando mal o burlándose de las personas a sus espaldas.
En realidad es mejor NO HABLAR del terapeuta
Vamos a hacer una extensión al tema principal de esta entrada: en realidad lo ideal es que los papás hablen lo menos posible del terapeuta frente a sus hijos. El espacio terapeutico es mejor que esté neutro, ya que es un espacio en el que el hijo trabaja sus sentimientos, su intimidad. Hablar bien o mal, de alguna forma introduce desde el exterior (desde los papás) juicios de valor, sensaciones, palabras que son extraños a las sesiones, lo que puede contaminar u obstaculizar el proceso.
Es mejor en realidad hablar lo mínimo posible del terapeuta, tal vez sólo para cosas necesarias, como que de tal fecha a tal fecha el terapeuta no trabajará por fiestas de fin de año, asuntos formales o informativos. Pero de ahí a hablar asuntos innecesarios o juicios de valor, mejor no, y menos aun cuando son negativos o destructivos, como acabamos de mostrar.
No darles cuerda a los hijos
Algunos hijos son de salir de las sesiones y contar todo a los papás, muchas veces sólo por compartir. A veces lo hacen inmediatamente, otras veces lo hacen en otros momentos de la semana. Aquí lo ideal es escucharlos, no hacerlos sentir censurados, pero tampoco darle cuerda para que sigan y sigan, y cuidando de hablar o comentar lo menos posible, por más que el hijo diga algo que al papá o mamá no le guste, como “mi terapeuta me ha dicho que tú tienes la culpa de mi comportamiento” (cosa que para empezar sería errónea, ya que ningún terapeuta que se respete diría realmente algo así en circunstancias normales).
Sería bueno tomar lo que dice el niño o adolescente como SUS asuntos, SUS fantasías, SUS sentimientos, y no ahondar en el tema del terapeuta (que no está presente), sino más bien en lo que piensa y siente el hijo. Por ejemplo, “¿tú crees que yo tengo la culpa de tu comportamiento?”.
Por supuesto estamos refiriéndonos a situaciones normales, estamos excluyendo situaciones anómalas que involucran denuncias de maltrato o abuso de parte de los profesionales hacia los menores. Estas situaciones sí es necesario que sean atendidas de otra manera por parte de los papás.
Conclusión
No hablar mal del terapeuta de tu hijo, no hay que darle el ejemplo de ser cobarde, rajón, patán, y hay que cuidar el espacio de salud del hijo y no destruirlo. Si hay problemas con el profesional o desacuerdos, estos se resuelven entre adultos, los chicos no tienen nada qué hacer allí.
Es importante hablar lo menos posible del terapeuta con los chicos, para cuidar la neutralidad del espacio, para que lo que los chicos sientan o piensen sea sólo de ellos, sin mayor intervención de otras personas ajenas a la pareja paciente – terapeuta. De esa forma, la psicoterapia avanza mejor y más eficientemente.
Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe