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Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (4): llevarlo de mala gana

Llevar a tu hijo de mala gana (o quejándote) a sus sesiones de psicoterapia es una de las acciones más destructivas que puede hacer un papá o una mamá en contra del proceso de salud de su hijo. Todo el trabajo que se realiza queda reducido a su mínima expresión debido a esta acción. De tal forma que si el tratamiento de tu hijo está como para un año, tu malhumor y tus quejas injustas podrían hacer que tu hijo acabe en cinco años. Así de grave, así de pernicioso es.

¿Por qué?

Porque la terapia es una rutina. Por ejemplo, todos los martes a las 5 de la tarde tu hijo va a su psicoterapia. Llega un momento en que tu hijo ya lo incorpora en su agenda mental, en su cerebro, “hoy es martes, hoy tengo terapia”. Y esa rutina es una de las características que le da poder terapéutico al tratamiento, ya que los pacientes , cuando sienten sufrimiento, automáticamente activan su agenda mental para medir cuando es que trabajarán sobre tal o cual asunto que los hace sentir mal.

Esto se ve claramente en adultos que pasan por psicoterapia: “mañana le cuento a mi terapeuta lo que me pasó con mi novio”, por poner un ejemplo. De esta forma, la programación de las sesiones se convierte en un punto de apoyo, en una columna, en medio de la semana de la persona, sea adulto, adolescente o niño.

Pues bien, en los casos de padres que llevan a sus hijos renegando, protestando, quejándose, de malhumor, con silencios incómodos a sus sesiones, ocurre que a esta programación en la agenda mental del niño o adolescente se le agrega un componente tóxico: “mi mamá o mi papá odia traerme”; “mi mamá o mi papá se siente mal cuando tiene que traerme”; “por mi culpa mi mamá o mi papá tiene que dejar de hacer lo que está haciendo para traerme”.

¡Es tremendamente tóxico! Y hace falta sólo un poco de sentido común para darse cuenta de que esto arruina desde antes las sesiones, desde el momento en que sientes el desagrado porque llegó la hora de subirse al automóvil y conducir hasta el consultorio del terapeuta o desde el momento en que te dispones a caminar con tu hijo hasta allá o de tomar el bus con él hasta allá. Desde ahí, desde antes siquiera de que empiece la sesión, tú ya la estás bombardeando.

¿Qué hacer al respecto?

Para empezar podemos apelar a la racionalidad: estimado padre o madre de familia, si tu hijo necesita psicoterapia es tu deber proveérsela, pues es su salud y tú eres responsable de ella. Tu malhumor no se justifica pues tú decidiste ser papá o mamá y decidiste cuidar la salud de tu hijo. Tu hijo no tiene por qué soplarse tus quejas y tú no le estás haciendo ningún favor, es tu deber. Si no te gusta, lastimosamente tendrás que esperar a que tu hijo crezca para desentenderte de la responsabilidad que tú libremente asumiste y, mientras tanto, no tengas más criaturas, porque está visto que no quieres hacerte cargo.

Otra apelación a la racionalidad: hacer esto, llevarlo de mala gana o renegando, es tan nocivo como darle de comer de mala gana o renegando, como llevarlo al colegio de mala gana o renegando o comprarle su ropa o asignarle una habitación en la casa o proveerle de agua para que no muera deshidratado de mala gana o renegando, pues es su salud, y es algo tan básico como la alimentación, el vestido, la vivienda o la educación. Si le das todo esto de mala gana, ¿cuál es el mensaje? Simple: “no te quiero, me estorbas, me interrumpes, me haces gastar”. Ahora te pregunto: ¿por qué será que tu hijo se siente mal?

¿Y si entiendo todo esto pero sigo sintiendo lo mismo?

Si no puedes evitar sentirte enfadado, molesto, harto, de llevar a tu hijo a sus sesiones, es imperativo que tú acudas a psicoterapia, pues no estás pudiendo hacerte cargo de lo básico de tu hijo y eso tiene que trabajarse, porque te hace sufrir, hace sufrir a tu familia y no te está permitiendo desempeñar tu rol como probablemente quisieras.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (4): llevarlo de mala gana” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (3): hablar mal del terapeuta

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Nuevamente una pregunta lógica, ¿para qué llevar al hijo con un profesional al cual no se respeta?

Algunos padres, en tono muy serio, llegan a decir delante de sus hijos que el terapeuta es un tal por cual (un estafador, un carero, un usurero, un interesado, un pesado, un metiche, un mal profesional, un mediocre, un charlatán, un idiota y cuantas cosas más puedan ocurrírsenos).

Otros padres, haciéndose los payasos, o los criollos, o los vivos, hablan del terapeuta a sus espaldas en plan de chongo, y delante de sus hijos, cosas que tienen que ver más con lo gorda que es la psicóloga, su forma de hablar, la calva del psicólogo, lo pavo que es, lo gansa que es, su ropa, su huachafería y cuantas frivolidades puedan pasársenos por la cabeza.

Sea en plan “raje serio”, sea en plan “chongo”, estos padres no están haciendo otra cosa que destruir el proceso psicoterapeutico de su hijo. No le hacen daño al terapeuta, le hacen daño a su hijo, pues con estas acciones cobardes y faltas de toda educación y caballerosidad, no sólo le dan un pésimo ejemplo a los chicos, sino que minan el respeto que el niño o adolescente pueda estar desarrollando hacia el profesional, destruyen la alianza que el niño o adolescente pueda estar formando con su terapeuta o la dañan o la atacan, siendo que esta alianza es fundamental para el éxito del tratamiento.

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Por otro lado, los papás no tendrían que estar esperando que la escuela enseñe a sus hijos a ser hombres y mujeres decentes. Ellos son los principales responsables de esa formación, y un hombre o una mujer decente no anda hablando mal o burlándose de las personas a sus espaldas.

En realidad es mejor NO HABLAR del terapeuta

Vamos a hacer una extensión al tema principal de esta entrada: en realidad lo ideal es que los papás hablen lo menos posible del terapeuta frente a sus hijos. El espacio terapeutico es mejor que esté neutro, ya que es un espacio en el que el hijo trabaja sus sentimientos, su intimidad. Hablar bien o mal, de alguna forma introduce desde el exterior (desde los papás) juicios de valor, sensaciones, palabras que son extraños a las sesiones, lo que puede contaminar u obstaculizar el proceso.

Es mejor en realidad hablar lo mínimo posible del terapeuta, tal vez sólo para cosas necesarias, como que de tal fecha a tal fecha el terapeuta no trabajará por fiestas de fin de año, asuntos formales o informativos. Pero de ahí a hablar asuntos innecesarios o juicios de valor, mejor no, y menos aun cuando son negativos o destructivos, como acabamos de mostrar.

No darles cuerda a los hijos

Algunos hijos son de salir de las sesiones y contar todo a los papás, muchas veces sólo por compartir. A veces lo hacen inmediatamente, otras veces lo hacen en otros momentos de la semana. Aquí lo ideal es escucharlos, no hacerlos sentir censurados, pero tampoco darle cuerda para que sigan y sigan, y cuidando de hablar o comentar lo menos posible, por más que el hijo diga algo que al papá o mamá no le guste, como “mi terapeuta me ha dicho que tú tienes la culpa de mi comportamiento” (cosa que para empezar sería errónea, ya que ningún terapeuta que se respete diría realmente algo así en circunstancias normales).

Sería bueno tomar lo que dice el niño o adolescente como SUS asuntos, SUS fantasías, SUS sentimientos, y no ahondar en el tema del terapeuta (que no está presente), sino más bien en lo que piensa y siente el hijo. Por ejemplo, “¿tú crees que yo tengo la culpa de tu comportamiento?”.

Por supuesto estamos refiriéndonos a situaciones normales, estamos excluyendo situaciones anómalas que involucran denuncias de maltrato o abuso de parte de los profesionales hacia los menores. Estas situaciones sí es necesario que sean atendidas de otra manera por parte de los papás.

Conclusión

No hablar mal del terapeuta de tu hijo, no hay que darle el ejemplo de ser cobarde, rajón, patán, y hay que cuidar el espacio de salud del hijo y no destruirlo. Si hay problemas con el profesional o desacuerdos, estos se resuelven entre adultos, los chicos no tienen nada qué hacer allí.

Es importante hablar lo menos posible del terapeuta con los chicos, para cuidar la neutralidad del espacio, para que lo que los chicos sientan o piensen sea sólo de ellos, sin mayor intervención de otras personas ajenas a la pareja paciente – terapeuta. De esa forma, la psicoterapia avanza mejor y más eficientemente.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (3): hablar mal del terapeuta” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Estrés crónico y muerte neuronal

El estrés crónico en el niño pequeño le provoca pérdida de neuronas, especialmente en un área del encéfalo llamada hipocampo. Ésta área tiene varias funciones; por ejemplo, juega un papel importante en los procesos de memoria.

Cortisol, hormona del estrés

¿Por qué sucede esto? Se ha visto que el estrés provoca que el organismo libere una hormona llamada cortisol. La segregación excesiva de esta hormona es la que provoca la pérdida de neuronas debido a los cambios fisiológicos que genera en el organismo.

Niños sobre exigidos

Así que es importante pensar qué pasa con los niños a los que desde muy pequeños se les somete a situaciones excesivamente demandantes, por ejemplo, académicas o de rendimiento, o a situaciones no recomendadas o no deseadas, como trabajo infantil, cuidado de hermanos pequeños, hacinamiento, falta de recursos básicos, falta de sueño, o a situaciones de maltrato físico o psicológico o a experiencias de abuso sexual.

Por ejemplo, si usted es padre o madre y cree que por someter a sus hijos a una sobre exigencia les van a enseñar a ser mejores, se le sugiere tomar en cuenta la posibilidad de que su comportamiento pueda estar provocando precisamente el efecto contrario, afectando y dañando físicamente su sistema nervioso, del que depende todo su rendimiento presente y futuro en toda actividad que vaya a realizar.

El punto medio entre la sobre exigencia y la irresponsabilidad

Pero cuidado, estamos hablando de una “sobre exigencia”. No estamos hablando de exigir lo necesario. Aquí es importante que los papás sepan diferenciar en qué momento las exigencias para con sus hijos pasan a ser excesivas o cuando más bien son muy bajas. Si hay dudas o desacuerdos al respecto, es necesario consultar con profesionales, absolverlas y aplicar las recomendaciones.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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