Vie, 17/09/2010 – 20:40

Por Stuart Oblitas
Psicólogo

Se sufre demasiado por amor. Eso lo escucho muchas veces en el consultorio. Incluso los que se vanaglorian de estar perfectamente acoplados a su pareja, a veces, en lo mas recóndito de su ser, albergan dudas, inseguridades o pequeños miedos anticipatorios respecto de su futuro afectivo.

¿Quién no ha sufrido alguna vez por desamor, por estar con la persona equivocada, por sentir un bajón en el deseo o simplemente por la caricia que nunca llegó? El amor no tiene por qué producir sufrimiento si somos capaces de eliminar las creencias irracionales que la cultura ha inculcado en nosotros.

¿Somos ignorantes en el amor? Me atrevo a decir que sí. ¿Analfabetos emocionales? No creo. Más bien disléxicos afectivos.
Miedo a sufrir o el estilo represivo de afrontamiento

El enamoramiento, debido a su marcada irracionalidad, puede dejar secuelas de todo tipo y una de las más comunes es el miedo a sufrir. Una manera bastante común de defenderse ante la posibilidad de volver a amar es poner una barrera de “dureza emocional”. No significa que estas personas pierdan la capacidad de sentir, sino que bloquean mentalmente el afecto antes de que crezca y eche raíces. La mente dice no, aunque la fisiología diga sí.

Ejemplos típicos de cansancio afectivo:

1. “Me cansé de sufrir, mejor estar solo que tras un amor imposible”

2. “Ya no más, prefiero la depresión a la ansiedad”. Para unos, la tristeza es menos dolorosa que la incertidumbre.

Se desarrolla algo así como una especie de “amorofobia” y se rehúye y no se le hace frente al amor. Tendremos que aprender a amar sin suicidarnos en el intento.

Secuelas del dolor afectivo:

a) Anclaje emocional positivo:

Es una forma de testadurez mental que lleva a la persona a quedarse pegada a las primeras etapas del enamoramiento. Se trata de una esperanza mal concebida que se sustenta ilógicamente en la creencia de que si al principio de la relación todo fue color de rosa, eso debe volver a ocurrir aunque la relación haya decaído sustancialmente. Muchas veces nos quedamos anclados en los buenos momentos, creamos una imagen radiante y magnificada de lo que fue el comienzo del enamoramiento y queremos repetir.
b) Apego a la soledad:

Es una forma de refugiarse en los brazos de la soledad, de justificar el miedo al amor o a volverse a enamorar. Aquí se presentan las conductas de evitación y escape, un patrón que se repite constantemente y que no hace más que reforzar el pensamiento de que es mejor estar solo(a) que mal acompañado o hacer sufrir.

Clínica del Hombre del Inppares
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