Publicado el : 20 Julio 2010 – 11:06 de la mañana | Por Daisy Mohr (http://www.informarn.nl)
Su hermana le ofrece enviarle fotos con regularidad, pero Sheryl se niega: “Se me haría muy difícil ver cada vez cómo han crecido”. La niñera filipina guarda con gran afecto las fotos de bebé de sus hijas, que ya han cumplido 12 y 15 años.
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Sheryl dudó cuando una amiga de su pueblo le preguntó si quería irse a Kuwait a trabajar. “No quería dejar solas a mis niñas”. Con algo más de dieciocho años, tuvo a la primera al año de casada. “Siempre estaba con mis hijas, las cuidaba día y noche y hasta entonces jamás había trabajado”. Cómo su marido no ganaba lo suficiente, decidieron después de largas consideraciones que ella viajara a probar suerte en Kuwait.
Accidente de tráfico
La idea original era que Sheryl se quedara dos años en el país árabe. Era imposible saber entonces que su marido sufriría un accidente de tráfico que le costaría la vida, cuando aún no había transcurrido un año de su viaje: “Volví por dos meses a Filipinas y entonces decidí regresar a Kuwait. Tras la muerte de mi marido necesitábamos con urgencia más dinero. Dejé a mis hijas con mi madre”.
Sheryl trata de reprimir la emoción por lo que dejó en Filipinas: “Por supuesto que me preocupo y estoy sola. Siempre estoy pensando en ellas: No tienen padre y yo estoy demasiado lejos. Tengo la sensación de que para ellas debe ser aún más difícil que para mí”.
Kuwait City
Sheryl vive en un moderno edificio de Kuwait City donde trabajan muchas otras mujeres filipinas como ella. Cada día se encuentran en el patio de recreo o en la piscina y charlan mientras ven jugar a los niños. “Adoro mi país y lo echo enormemente de menos. Pero las dificultades económicas nos obligan a trabajar en el extranjero”, dice con lágrimas en los ojos.
Las vacaciones escolares de los niños las pasa con la familia en El Líbano. Allí la iglesia ofrece esparcimiento a las trabajadoras extranjeras. “ Son las pocas afortunadas que pueden venir, otras no pueden ni siquiera salir de casa” , explica un sacerdote de la Iglesia San José en Achrafieh, un barrio cristiano de Beirut. La Iglesia se llena de chicas filipinas y de otros países asiáticos y africanos en una misa colorida y con música, en la que echan fuera sus frustraciones por medio del canto. “No tienen una vida fácil”, enfatiza el padre, que trabaja desde hace años con este grupo de mujeres inmigrantes.
Skype
Skype le permite a Sheryl llamar a casa cuantas veces quiera. “Cuando hablo con mis hijas lo primero que me preguntan es ¿cuándo vas a regresar mamá? Y luego “ te extrañamos”. Los primeros meses lloraba cada vez que tenía que hablar con ellas, entonces Joe me daba un kleenex y me consolaba”
Sheryl enseña mas fotografías. “ He escondido el álbum. Me pone muy triste ver las fotos. Los primeros años lo ponía bajo mi almohada y me quedaba dormida entre llantos. Ahora sólo tengo un par de fotos pequeñas”. Sheryl hace una pausa y recomienza.
“La próxima vez que vea a mi hija menor la voy a encontrar enormemente crecida, tal vez calce ya el mismo número de zapato que yo”.
Su patrona le ha ofrecido invitar a las niñas a unas vacaciones de dos semanas en Kuwait. “ Pero cuán sola me voy a sentir cuando se hayan marchado. Sencillamente no puedo, si las veo ahora, no querré abandonarlas nunca más”.
Fuente: Radio Nederland