Chile
Organizado por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC), la Universidad del Bío Bío (UBB), y el programa de Género y Equidad de la Corporación de Estudios para el Desarrollo de la Mujer (CEDEM), el Seminario reunió a investigadoras/es y expertas/os de Argentina, Colombia, Perú, México y Chile, quienes evaluaron los impactos de economías globalizadas y respuestas estatales en las familias.
José Olavarría, Director de Investigación y Estudios de la UAHC e investigador del CEDEM planteó la necesidad de estudiar los modos en que “las mutaciones del empleo y los cambios en las familias en sociedades salariales vienen a dar cuenta de nuevas relaciones de género y de organización familiar en torno a la jornada normal de trabajo, los patrones de provisión económica masculina y las tareas de reproducción y cuidados femeninos”. En este contexto, señaló el especialista en familia y género, la acción del Estado debe multiplicarse para atender nuevas necesidades y demandas de protección social. Se hace necesario compensar los impactos de un desarrollo económico que fragmenta y agudiza desigualdades y expectativas.
El seminario contó con tres paneles. De ellos, destacamos las discusiones del panel sobre dinámicas familiares y formulación de políticas sobre familia en lo corrido del presente siglo.
Familias en plural
Al abrir la discusión, Elizabeth Jelin, del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) – Argentina, comparó la situación de las familias en América Latina con las de algunos países europeos, particularmente Suecia, para referirse a las transformaciones de la institución familiar en las últimas décadas a la luz de las acciones estatales. Explicó que las políticas sobre familias deben evitar violencias y sufrimientos y aumentar la igualdad y la democracia en la dinámica familiar. Para tal fin, señaló, es preciso conocer las transformaciones familiares e implementar acciones ajustadas a las prácticas concretas de la población, sin dar por supuesta la vigencia social de un modelo único de familia.
Jelín recordó que América Latina fue colonizada por España y Portugal, países que introdujeron el catolicismo y preceptos religiosos sobre familia que prevalecieron durante la época de la Colonia. Con el desarrollo gradual de la ley civil, señaló, se fueron incorporando algunos principios laicos. “A lo largo del siglo XX, e incluso hoy, han sido recurrentes los conflictos ideológicos y políticos relacionados con las normas familiares, en donde la jerarquía de la Iglesia Católica y sus aliados civiles, por un lado, intentan mantener el sistema legal en mayor concordancia con las visiones católicas sobre la familia; y los actores sociales liberales y progresistas, por el otro, buscan cambios legales”, precisó.
En el caso de Argentina, los cambios en los patrones de conformación de parejas son claros: sigue disminuyendo la nupcialidad y siguen diversificándose las formas de unión consensual. Otro cambio importante es el reconocimiento de parejas del mismo sexo a través de la Ley de Matrimonio Igualitario. Este instituto, aclaró Jelin, no es lo mismo que un “matrimonio gay”, como comúnmente se le ha denominado. En la Argentina, al igual que en otros países donde se ha introducido esta reforma, no se ha creado una nueva institución para las parejas del mismo sexo, sino que se introdujo una significativa transformación de la ley de matrimonio existente.
La socióloga argentina destacó la urbanización acelerada, el aumento de la tasa de participación femenina en la fuerza de trabajo y el aumento en los niveles de educación, como los principales cambios que han impactado los roles de los miembros de la familia. Señaló que uno de los desafíos que enfrentan actualmente las políticas estatales es el incremento de la población mayor de 80 años. “Eso es significativo y cambia los patrones de disponibilidad de abuelos y abuelas en la ayuda intergeneracional. Pero, además, con este aumento de las personas mayores de 80 años se hacen necesarios cuidados intensivos. Es allí donde se presentan grandes desafíos frente a los cuales el Estado debe estar atento”, indicó.
La propiedad de los bienes
Magdalena León, de la Universidad Nacional de Colombia, abordó los temas de propiedad, familia, corrupción marital y violencia patrimonial. En su presentación planteó la existencia de una brecha de género tan marcada en materia de propiedad, pese a que hombres y mujeres representan, respectivamente, más o menos la mitad de la población. Partiendo de una investigación sobre propiedad y género en América Latina, realizada con la investigadora Carmen Diana Deere, explicó cómo el acceso a la propiedad en América Latina ha estado restringido históricamente por razones de raza, clase y género, pese a la supuesta neutralidad que actualmente consagra el Derecho.
León señaló que la importancia otorgada al libre acceso a la propiedad es una de las características fundamentales de las constituciones modernas de los países de la región. Sin embargo, agregó, esta neutralidad no ha garantizado equidad en el caso de las mujeres. En la mayoría de los países latinoamericanos las mujeres han tenido menos acceso a la propiedad que los hombres.
La investigación indagó acerca de los derechos de propiedad de las mujeres casadas. Sobre esa configuración social e histórica, León afirmó que “el legado de la cultura patriarcal se basa en el privilegio legal que le concede el matrimonio al hombre como jefe del hogar y administrador único de los bienes. La naturalización de la desigualdad entre hombres y mujeres es una construcción patriarcal de donde se deriva la sumisión de las mujeres. Esta subordinación está relacionada con la necesidad de protección que se le atribuye a las mujeres”. La socióloga destacó el estrecho vínculo entre este orden y el catolicismo.
Para referirse al manejo actual de la propiedad por parte de hombres y de mujeres, la investigadora introdujo el concepto de ‘corrupción marital’. Se trata del uso y abuso de privilegios que le permiten al hombre acumular, vender, hipotecar y usufructuar vienes conjuntos a su favor, violando los derechos de propiedad de la mujer. Al conformarse legalmente una familia igualitaria a lo largo del siglo XX, a pesar de la firma conjunta del hombre y la mujer en la compra y venta de bienes y de favorecerlos equitativamente en la herencia, en la práctica esta situación todavía persiste.
“Pese a la oposición de la Iglesia, se logró el matrimonio civil y luego el divorcio. Sin embargo, estos elementos que se pueden traducir en avances hacia la familia igualitaria están detenidos porque aún se favorecen los privilegios masculinos, como su potestad sobre los bienes y el presupuesto, dejando a las mujeres el cuidado de los hijos. Todavía se mantiene la brecha en la propiedad, la corrupción y violencia patrimonial”, precisó León.
A su juicio, la corrupción marital y la violencia patrimonial deben ser reconocidas judicialmente como formas de violencia contra la mujer. Países como Argentina, Costa Rica, México, Venezuela y Colombia contemplan la violencia patrimonial. “Sin embargo, no sabemos cómo está reglamentada esta norma, si se difunde o no y qué tanto se cumple. Con este reconocimiento, se podrá avanzar hacia la familia verdaderamente igualitaria”, afirmó.
Nueva ruralidad
El panel también contó con la participación de la antropóloga Norma Fuller, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, cuya exposición versó sobre nueva ruralidad y familia. La experta sostuvo que en las últimas décadas ha habido transformaciones culturales profundas en los ritmos de vida rural y urbano. “Antes se hablaba de un ritmo diferente. Esto ahora se ha quebrado. Los jóvenes del medio rural viven integrados a la vida urbana”, señaló. Para Fuller, esto obedece, en parte, a que las familias asentadas en el campo envían a sus hijos e hijas a estudiar a la ciudad, lo que ha provocado una “revolución general”.
La otra gran revolución, afirmó, es el cambio en las relaciones de género en los últimos 40 años. Al respecto, las ONG han tenido un papel fundamental, puesto que “han influido en la ampliación de los derechos a la propiedad. Los derechos de las mujeres casadas están cada vez más protegidos. Aunque eso no significa que no hayan vulneraciones”, precisó. La antropóloga también se refirió a la revolución educativa de las mujeres y a su mayor acceso a este derecho. “Van y vienen de la ciudad, y se impregnan del debate sobre los derechos de las mujeres, lo que les permite defenderlos con propiedad”, agregó.
Fuller abordó el impacto de la educación, del acceso a la propiedad y de la capacitación en derechos en las vidas de mujeres rurales. Para ello, presentó los casos de mujeres que se desempeñan en ámbitos como el turismo, secretariado, enseñanza, enfermería, promoción de salud, trabajo comunitario y alimentación, entre otros. Son logros alcanzados en la garantía de sus derechos y el éxito obtenido por ellas como mujeres productoras.
La antropóloga concluyó que la nueva ruralidad y la expansión turística han traído nuevas oportunidades a las mujeres y les han garantizado mayor autonomía. Esto se expresa en el nivel generacional: “Las mujeres mayores no lograron terminar sus estudios, se embarazaron temprano, y hoy sus posibilidades se restringen a la conformación de microempresas. Las más jóvenes, en cambio, manifiestan su preocupación por la maternidad temprana, comprenden la importancia de invertir en sus estudios, acuden masivamente a las instituciones de educación primaria, secundaria y universitaria, y pueden acceder a mejores empleos no agrícolas”, aseveró.
Cambios en las concepciones de género
La socióloga Orlandina de Oliveira, del Colegio de México, reconocida por sus estudios sobre mujeres trabajadoras, familia, jóvenes y desigualdad social, se refirió a las concepciones sobre feminidad y masculinidad en el México contemporáneo. Abordó las transformaciones de estas concepciones a la luz de factores de contexto social, demográficos, familiares e individuales, considerando las diferencias entre jóvenes y adultos, hombres y mujeres.
De Oliveria señaló que, según una encuesta realizada en México en 1998, los jóvenes poseen concepciones sobre la sexualidad más conservadoras que los adultos. Se llegó a esta conclusión luego de entrevistar a jóvenes de 12 a 24 años sobre temas como virginidad, fidelidad, monogamia, educación sexual de los hijos y reproducción versus sexualidad. El estudio también mostró que los varones jóvenes (20-29 años) participaban menos que los adultos (30-39 años) en el cuidado de sus hijos e hijas.
Estos resultados, afirmó la socióloga, contrastan con estudios sobre jóvenes y emancipación realizados por ella y otros investigadores, cuyas conclusiones acerca de los patrones de ejercicio de la paternidad y trabajo doméstico diferían de los arrojados por esta encuesta. Inicialmente, se consideró que esta divergencia respondía a las características de la muestra. Con el fin de aclarar esta situación, los investigadores analizaron los datos de la Encuesta Nacional sobre Dinámica de las Familias, ENDIFAM, de 2005. La encuesta se aplica a 24.000 individuos mayores de 18 años residentes en el hogar, y obtuvo los mismos resultados de la encuesta de 1998.
Para de Oliveira, la persistencia de estas tendencias se debe a que “las encuestas captan la normatividad, lo que se espera. Es sorprendente que, a inicios del siglo XXI, 80% de los entrevistados tenga una mirada conservadora sobre la sexualidad de la mujer, más vinculada a la reproducción y a la reafirmación de su rol como madre. En los hombres se mantiene el rol de proveedor, autoridad, que tiene autonomía y libertad en la casa, con los amigos, con su vida propia. En el caso de la mujer existen mayores limitaciones respecto a esta autonomía en virtud de la maternidad”. La variación de los datos arrojados por las dos encuestas y por el estudio sobre jóvenes y emancipación llevó a la investigadora a preguntarse por qué algunas personas, las entrevistadas en las dos encuestas, siguen aceptando los estereotipos de género normativos mientras otras, las participantes en su investigación, no.
Un análisis más detallado arrojó que los factores que explicaban mejor estas diferencias eran, en primer lugar, el estrato socioeconómico de los entrevistados, seguido de la escolaridad y la edad. En lo relativo al género, no se encontraron grandes diferencias. “Las concepciones no tienen mucha diferencia entre hombres y mujeres. Las mujeres son menos conservadoras en el caso de la masculinidad respecto a aceptar únicamente al hombre como proveedor y autoridad. Este es un caso interesante, porque en los estudios previos no lo habíamos encontrado”, precisó De Oliveira. Los cambios en la visión de las mujeres sobre el hombre ideal pueden constituir un factor importante de transformación social en la medida en que los hombres que aceptan trabajar en la casa y se preocupan por el cuidado de los hijos sean más valorados.
En lo que atañe a los roles de hombres y mujeres, la socióloga expuso que existen signos menos conservadores de las concepciones sobre masculinidad y feminidad en la población de élite, con más recursos y mayor escolaridad, así como en población más joven que vive en las ciudades. En el Distrito Federal son legales la práctica del aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo y la adopción homoparental, pese al enfrentamiento entre obispos y autoridades. “Sin duda este escenario influye en estas concepciones” concluyó la experta.
Fuente: Clam.org
la familia como la conociamos hace unos años ya no existe…