Vie, 13/08/2010 – 20:43
Por Stuart Oblitas
Psicólogo
Psicoterapeuta*
En primer lugar, la autoridad en la familia la tienen los padres: hombre y mujer, son ellos los que establecen las normas de convivencia armoniosa, incluyendo los valores indispensables para que los hijos crezcan en un ambiente seguro, afectivo y democrático. Pero esta democracia muchas veces da paso al conflicto, a la competencia y lucha de poderes, cuando se rompen aspectos tradicionales en la familia y en la pareja, como ocurre cuando la mujer gana más dinero que el varón, y contribuye con los mayores gastos en el presupuesto familiar. Es ahí precisamente cuando el varón cambia de actitud, le cambia el rostro, sintiéndose herido en su orgullo, por creer incluso que está dejando mal a su género. Esto porque siempre se nos inculcó que el hombre deberá ser el proveedor económico y el que garantice el bienestar en la casa, aspecto que no solo debe ser responsabilidad del varón, sino de la mujer.
Pero, ¿qué pasa cuando la mujer gana más que el varón? Según mi experiencia clínica, observo dos tipos de actitudes: una, los que aceptan e incluso se alegran del crecimiento y logros profesionales de su pareja, porque esto implica un apoyo entre los dos, y lo interpretan como una consecuencia del esfuerzo y el talento del desempeño laboral de su pareja, asumiendo su sueldo como una recompensa a su labor profesional. Y, dos, aquellos hombres que aún responden con todas sus creencias tradicionales y no “soportan” ni asimilan que su pareja gane más porque simplemente para ellos “no está bien” que la mujer gane más, dando un argumento inválido para estos tiempos en que las parejas se apoyan mutuamente.
Debemos crecer y madurar con el tiempo, debemos progresar en nuestros pensamientos y creencias y no quedarnos en falsas creencias como “mi mujer me dejará”, “no estoy cumpliendo como hombre”, “ella se fijará en otro”. Debemos aprender a funcionar como equipo y no como enemigos de guerra.
*Clínica del Hombre de Inppares
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La República