Publicado el : 31 Octubre 2009 – 11:29 de la mañana | Por Marta Durán de Huerta
En México, las policías, agentes de migración y traficantes de personas siempre han abusado y robado a los indocumentados.

Ahora, los secuestran y los someten a las peores vejaciones. Si no pagan el rescate son asesinados a machetazos o quemados vivos frente a los demás, para infundir terror.

“¡Somos Los Zetas y éste es un secuestro!”.

Los migrantes centroamericanos más pobres, viajan por su cuenta de polizontes en trenes de carga mexicanos que parten de Chiapas en la frontera sur y llegan a Tamaulipas, en la frontera con los Estados Unidos. En el camino, en zonas lejanas a cualquier ciudad o pueblo, comandos armados en los que participan los Zetas, policías, agentes de migración, Maras salvatruchas y bandas de criminales locales, detienen el tren y capturan a todo el que pueden. Se llevan a los cautivos ranchos escondidos en la selva o casas de seguridad y los obligan a desnudarse. Les quitan todas sus pertenencias, los golpean con tablas de madera, violan masivamente a las mujeres y después exigen el rescate. Cada cautivo debe llamar a su familia y pedir desde trescientos a dos mil dólares por persona.

Quien no quiere llamar a su familia o quin no tiene dinero para pagar, es asesinado frente al grupo de la manera más atroz: a machetazos, mutilando su cuerpo miembro por miembro o quemado vivo. Las mujeres bonitas son vendidas por tres mil dólares y no se vuelve a saber de ellas.

Los Zetas, los zetitas y las policías
Los Zetas es un grupo de soldados de élite del Ejército mexicanos que fueron entrenados en Estados Unidos para combatir al narcotráfico. A su regreso a México, el Cartel del Golfo les ofreció mucho dinero y toda esa unidad antinarcóticos se pasó del lado de los narcos. Los zetas empezaron como sicarios y guardias del capo Osiel Cárdenas, pero ahora, se les considera un cártel en sí que ha logrado infiltrar las instituciones a nivel local, regional y federal.
Pedro Pantoja, director de la casa Belén Posada del Migrante en Reynosa Tamaulipas, responsabilizó a los Zetas de secuestrar y extorsionar a los indocumentados. Este centro de derechos humanos, desde 2004 investiga los abusos que se cometen en contra de los centroamericanos en su tránsito por México.
Los Zetas, los traficantes de indocumentados y las bandas locales de delincuentes comunes, son protegidos por las policías y autoridades a lo largo de la ruta de los migrantes.
“Aquí Los Zetas se enteran de muchos de los operativos antes que las mismas jefaturas militares. Tienen oídos en todas partes”, le contó un policía al periodista salvadoreño Oscar Martínez.
Los zetitas son las bandas de extorsionadores y ladrones locales que fueron sometidas por los Zetas y ahora trabajan para ellos. Los Zetas con ayuda de los Zetitas, dominan toda la ruta.
Oscar Martínez descubrió en sus investigaciones que “Los Zetas le cobran entre 5 mil y 20 mil dólares mensuales a cada banda de zetitas que tienen en esta zona, y aún así a las bandas les queda dinero para ellos y para sobornar autoridades. Ellos sacan dinero del tráfico de drogas, balas y granadas. Los migrantes son su tercer negocio”.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y la iglesia Católica en México, coinciden en que entre Tenosique, Tabasco, y Reynosa, Tamaulipas, el traslado de personas es negocio exclusivo de los Zetas.

El puente minado
México es cada año zona de paso de cerca de 300 mil indocumentados que en su mayor parte cruzan el país hacia Estados Unidos. En lo que va del año, el Ejército ha liberado a más de 550 secuestrados. La mayoría de los casos quedan impunes. Los centroamericanos que escapan a de sus captores o que pagan el rescate quieren salir de México lo antes posible. Los pocos que se atreven a denunciar descubren que los policías a los que acudieron fueron sus secuestradores. En otros casos, no se les toma declaración o se les asesina.
Los migrantes tienen miedo de que en cuanto vayan a declarar, en el mejor de los casos, los atrapen y los deporten. Solo a los grupos de derechos humanos, a las casas de migrantes y a algunos periodistas les cuentan sus penas.

El verdadero amor al prójimo
Algunos migrantes han logrado escapar y se refugiaron en las iglesias o en las llamadas Casas del Migrante que son centros de asistencia legal, médica y jurídica que ofrecen algunos sacerdotes católicos que luchan por el respeto a los derechos humanos.

Las casas del migrante han documentado ampliamente los horrores que sufren casi todos los indocumentados hondureños, guatemaltecos y nicaragüenses. Los religiosos son quienes han dado la voz de alarma, los que han entablado denuncias legales y como era de esperarse, son hostigados y agredidos constantemente.
El coordinador de Movilidad, de la Pastoral Humana, de la Iglesia Católica, Alejandro Solalinde Guerra hizo las denuncias penales correspondientes.

El informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Entre diciembre de 2008 y junio de este año, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) documentó el secuestro de unos 10 mil centroamericanos; un promedio de 54 al día, sobre todo en el sureste de México. Los datos del informe los proporcionaron las casas de ayuda al migrante.

Peor que el infierno
La periodista Ana Lilia Pérez recogió el testimonio de Elizabeth, una hondureña que sobrevivió al secuestro. Ella fue violada por lo menos una vez al día por cada uno de sus 14 captores durante 15 días en una casa de seguridad en Reynosa.
“Todos los días nos amenazaban, nos decían que nos iban a quemar o a cortar un brazo; afilaban un hacha delante de nosotros y nos la pasaban cerca de un brazo o de la pierna. También nos ponían pistolas. A todos nos daba mucho miedo, pero a pesar de eso, yo creí que no se atreverían a matarnos, hasta que un día sacaron de su lugar a un muchacho y le dijeron que ya tenía más de dos meses ahí, que ni el gobierno mantenía a los “pendejos” como él y que si no pagaba no saldría vivo.

Luego uno de los secuestradores se puso una bata para cocinar, afiló el cuchillo y les dijo a los otros que se lo sujetaran. Lo agarraron de los brazos y las piernas y le dio un machetazo en el brazo; lo corto de uno solo. Luego le cortó una pierna. El muchacho gritaba y lloraba mucho, igual que nosotros que vimos como lo hacían pedazos. Luego le cortó el otro brazo y la otra pierna, pero ya para entonces el muchacho se había muerto de dolor. Entonces fue cuando dio la orden de que trajeran una bolsa de basura y ahí echó los brazos y las piernas del muchacho. Después de ver eso, muchos migrantes dieron los teléfonos”.

El importantísimo papel de la prensa honesta
Ana Lilia Pérez y el fotógrafo David Cilia de la revista Contralínea tienen una de los primeros reportajes de denuncia.
Los periodistas que han ido allá son muy valientes. Han dado voz a quienes nadie escucha.
El periodista salvadoreño Oscar Martínez y el fotógrafo catalán Toni Arnau, hicieron una excelente investigación que se convirtió en un documental titulado, En el Camino.
Otra película que aborda el tema de la inmigración de Centroamérica a Estados Unidos es ‘Sin Nombre’, producida por los actores mexicanos Diego Luna y Gael García Bernal.

El cineasta mexicano Pedro Ulteras trabajó dos años en el documental titulado El viaje de la Bestia, apodo que dan los migrantes al tren que va de la frontera sur a la del norte. Pedro Ulteras siguió el recorrido de los indocumentados, que sin secuestro puede durar tres semanas. Ulteras viajó, convivió, habló con los indocumentados a los largo de muchos meses. Cuando la película estuvo lista, el cineasta declaró: “Se abusa del inmigrante centroamericano a todos los niveles, autoridades locales, policías y militares. Se cometen tremendas infamias, tantas, que me da vergüenza ser mexicano.”

Fuente: Radio Nederland

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