Publicado el : 26 de agosto 2009 – 12:04 de la tarde | Por Redacción InformaRN

El lío que surgió con el concierto por la paz propuesto por Juanes, en Cuba, representa la actualización de viejas intolerancias y demuestra que el lugar desde el cual se formulan las ideas puede acabar abruptamente con ellas.

Ana María Miralles C.*

Empecemos por lo segundo. Juanes vive en Miami, donde vive la gran mayoría de los cubanos anticastristas. Ése fue el principio del fin de su idea. Si bien muchos hemos visto con interés el surgimiento paulatino de un proyecto político en Juanes, articulado al noble propósito de la paz y del entendimiento, no siempre estas actitudes son bien comprendidas por otros, como es el caso actual. En el pasado reciente, Juanes organizó con éxito el concierto de la frontera en un momento de tensiones entre Colombia y Venezuela. Pero no todos salen igual de bien.

A mí, francamente, me parece que Juanes, con perdón de la comunidad cubana asentada en Miami, ha dado un interesante giro político. De apoyar a un régimen como el del Presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, que no es propiamente un régimen de conciliación, ha pasado a ser más independiente políticamente y ha identificado el logro de la paz como su filón de trabajo. Creo que es muy respetable que los artistas se sientan tocados por los problemas de estas sociedades complejas y no se limiten simplemente a ser famosos y a llenarse los bolsillos. De hecho, en las sociedades progresistas los artistas son respetados y vistos como una vanguardia.

Pero Juanes vive en Miami, donde la comunidad cubana no solamente tiene un peso formidable sino, con todo respeto, una visión política bastante estrecha y poco ajustada a la realidad contemporánea. En mi año sabático tuve oportunidad de pasar una larga temporada en esa hermosa ciudad, y me sorprendió la posición política recalcitrante, impermeable y anclada en el pasado de algunos residentes cubanos allí. Es respetable que ellos hayan mantenido su línea política de oposición al régimen castrista. Eso no está en discusión, porque finalmente es obvio que tuvieron que abandonar su tierra por razones de orden político.

Pero lo que sí deberíamos reclamar son mayores niveles de tolerancia frente a expresiones políticas diferentes. Quiero ponerme en sus zapatos. Si un artista viniera a Colombia a ofrecer un concierto que pudiera interpretarse como un respaldo al régimen de Álvaro Uribe (digamos un supuesto desagravio por las vinculaciones de algunos de los congresistas de su partido al problema de la para-política) como mínimo me provocaría urticaria y me surgirían muchas preguntas sobre qué derecho asiste a un extranjero a intervenir en política interna de otro país. Pensándolo un poco llegaría a encontrar una respuesta: le asiste el derecho a ejercer su libertad de expresión.

Pero digamos que sigo molesta con la sola idea de que se realizara ese concierto, pero tengo claro que jamás me pasaría por la cabeza amenazar de muerte a ese artista o salir a la calle a quemar y partir los CDs de su música. Dada mi evidente inclinación por el principio superior de la democracia, entablaría una polémica pública con argumentos (¡y sería bastante fuerte con mis argumentos!!), pero en todo caso, esas razones no estarían dirigidas a impedir la libertad de expresión del artista sino a polemizar con su idea. Es decir, no intentaría a toda costa presionar para impedir la realización del concierto. Pero me temo que la diferencia con la situación en la que se ha visto envuelto Juanes radica en que la comunidad cubana se empeñó en impedir que ese concierto se llevara a cabo.

Muchos eventos internacionales tienen lugar en Cuba, mas no por ello se emprende una guerra contra quienes deciden participar de esos eventos allí, cometiendo el supuesto sacrilegio de legitimar el régimen de Castro. De hecho, el próximo mes de octubre la isla estará repleta de profesores de comunicación social y periodismo que se darán cita en el importante encuentro central de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación. ¿Es eso legitimar el régimen y desconocer a los disidentes? ¡Nada qué ver! Se trata de pasar las barreras del aislamiento a todas luces improcedente al que fue sometida la isla durante ya más de 40 años.

Si entiendo bien, al parecer Cuba está entrando en un periodo de transición después de dos años de que Fidel dejara el poder. Me gustaría creer que Juanes intentó darle otro empujoncito a esa puerta entreabierta que podría conducir a una transición pacífica hacia la democracia. Lo que tal vez le faltó fue hacer un mejor cálculo político de las reacciones de rechazo de la comunidad cubana, que sin duda se radicalizaron porque el cantante vive en Miami. Si viviera en Colombia, los ecos de esa protesta llegarían, seguramente, pero con mucha mayor levedad o, quien sabe, a lo mejor lo declararían persona non grata en Miami.

De este episodio me quedan dos reflexiones. Una tiene que ver con la preocupación que me genera la intolerancia a las ideas políticas contrarias y esa especie de polarización que nos persigue a los latinoamericanos. La otra, ratificar mi beneplácito por las apuestas políticas de Juanes, pero recomendarle que tenga más agudeza para hacer análisis de contexto. De otro modo, con ataques tan agresivos de los opositores hasta alguna vez tendría que tragarse no solamente sus palabras sino sus dientes.

* Ana María Miralles C. es profesora de la Universidad Pontificia Bolivariana de Colombia

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