Arturo Balderas
La Jornada

Quienes viven y trabajan sin documentos en Estados Unidos están atravesando por un momento al que bien pudiera llamársele la tormenta perfecta. Hay una crisis económica cuyo efecto más terrible es el 10 por ciento de desempleo; el Partido Republicano quiere a toda costa evitar que Obama cristalice algunas de sus promesas de campaña, entre ellas una reforma migratoria profunda, con la finalidad de evitar su relección; el ánimo de quienes ven a los extranjeros como una carga para el país se ha exacerbado como pocas veces antes. Esos factores se han conjugado para hacer la vida imposible a quienes carecen de documentos migratorios.
El instrumento que se ha escogido para agredirlos es la aprobación en diversos estados de leyes cada vez más draconianas en su contra. Quienes han legislado para emitir esas leyes están conscientes de que nunca entrarán en vigor, por ser inconstitucionales, ya que la aplicación de la política migratoria corresponde únicamente a la federación. Se puede concluir entonces que su pretensión es infundir miedo. Dejar sentado que, para caminar con libertad por las calles, para jugar en los jardines, para asistir a las escuelas, en suma, para vivir dignamente en esos estados, tendrán que someterse a las taxativas de un reducido sector que tiene la prerrogativa de permitirlo.

Ese tipo de leyes continuarán proliferando mientras un sector de la sociedad estadunidense tenga una mentalidad anclada en el siglo XIX, y la pobreza en países como el nuestro obligue a sus ciudadanos a emigrar al país vecino. Por ello, llama la atención una de las conclusiones del estudio de la Universidad de Princeton, según el cual el número de indocumentados que intentan atravesar la frontera ha bajado sustancialmente debido a que las condiciones de pobreza en México han disminuido. Los cruces de indocumentados en la frontera han disminuido, sí, pero las razones son diferentes: crisis económica y desempleo en Estados Unidos; incremento sustancial en el cobro de los polleros, ahora coludidos con narcotraficantes; aumento significativo en los efectivos para la vigilancia en la frontera y, por supuesto, por el ambiente persecutorio que en diversos estados existe en contra de los migrantes.

El mismo día que apareció la nota, algunos lectores de este diario se preguntaban a qué sector de la sociedad mexicana se referían los autores del estudio, y si la información para elaborarlo provenía de las declaraciones de las autoridades responsables de la política económica de México. Para éstas, los mexicanos viven mejor y la crisis mundial no nos afecta. A tono con esa forma de pensar, han estado más preocupadas en promover la candidatura del director del Banco de México al FMI que en buscar la forma de sacar de la pobreza a más de 50 millones de mexicanos. Lo que en Estados Unidos es motivo de temor, en México lo es de frustración y desesperanza.

A la memoria del maestro Adolfo Sánchez Vázquez, con un abrazo fraternal para Fito y Carmen.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/07/11/opinion/017a1pol

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