Reflexiones sobre la música como acompañamiento de otros placeres.

Luces tenues, dos copas y Música, los complementos idóneos para el preámbulo o el epitafio de una relación que comienza. Sencillos pretextos aventureros. Nunca sabremos al final qué tanto influyó el ritmo melodioso en el clímax de la sensualidad.

El Nuevo Milenio, en pleno siglo XXI, marcó pocas diferencias en el tema del sexo. Hay sin dudas más liberación, se alejan los prejuicios en sentido general aunque los códigos familiares y la ética sean cuestionados de forma permanente.

Canciones para escuchar de forma indirecta apetecen a un controversial cronista de temas culturales. “Que no interrumpa el diálogo de la pareja, en el comienzo boleros o valses y al acercarse al clímax, rap o rock duro. El coito es una sinfonía de grandes momentos”, argumenta.

Los tabúes van quedando atrás y mientras surgen los vínculos en el concierto del desenfado y la propuesta de amor libre, la atmósfera hurga, atisba en las sombras del corazón mientras los científicos intentan profundizar en el tema del coito.

Una casa de campo, el cantar de los pájaros y el arrullo de un río. O la playa, contemplada desde la terraza de una cabaña en ambiente paradisíaco y de fondo, la Música de Kenny G.

Para los presuntos irreverentes de la época, el estruendo del Heavy Metal en un concierto de rock grabado, la avalancha de ruidos de los Home theater y el desenfreno bajo los gritos de efluvios de felicidad.

El doctor Walter Riso, psicoanalista argentino con varios títulos en su haber, considera que en sentido general los sonidos constituyen en la actualidad componentes esenciales del placer supremo, o diríase claramente, de un orgasmo perfecto.

Se trata de una suerte de pre-condicionamiento, que no niega las improntas de la vida, pero señala el camino triunfal.

Protagonistas
Aceptemos que la Música, dosificada en el momento justo, tiene un rol relevante en los retozos del amor y sus consecuencias positivas, argumentan Riso y el consultor francés Bertrand Villiers.

En sentido contrario, añaden, un torbellino de sonidos desagradables y chocantes mueve a los seres humanos a actitudes violentas e histéricas. Se neutraliza la ternura y desaparecen los rasgos dulces de la personalidad.

Ante la ausencia de verdades absolutas, nada mejor que consultar a los protagonistas, siguiendo los pasos de numerosas encuestas y pasajes de la vida real incluidos en los textos de Riso y de investigaciones propias del autor de este artículo.

Una muchacha Colombiana de 25 años, cabello largo castaño y figura esbelta enternece con su mirada al decir: el amor es todo Música.

Recrea la predisposición del cuerpo y el alma, acerca las pasiones y recuerda que la vehemencia sirve también para fundir la piel.

Otra joven, cubana, algo más madura, ojos de gata fiereza y fuerte personalidad, prefiere el silencio. La tranquilidad, el sosiego y la paz espiritual.

Es aparentemente la reina de los susurros, proclive a gestos y detalles en la entrega total.

Un hombre que rebasa los 60 años recuerda entre suspiros cómo canciones del sui-géneris cuarteto inglés The Beatles solía motivarlo a hacer el amor. Ahora parece más estimulado por los entresijos de los violines, “porque estremecen las carnes femeninas”.

“La Música contribuye a crear un ambiente especial alrededor del sexo. Incrementa el grado de intimidad y hace sentir a la pareja más cómplice de su rejuego. Pero tiene que existir gusto en la selección de las melodías, porque el rock y el merengue, por ejemplo, me desconcentran”, analiza con autoridad una joven Chilena.

Dos cubanos, una venezolana y tres puertorriqueños se presentan como detractores de esta idea. Consideran que si bien la Música es estimulante para el sexo, el baile ocupa un lugar excepcional en tal sentido.

Alemanes y otros demonios
El 82 por ciento de los alemanes, según un sondeo de 2009, considera que la mayor parte de las personas se concentra en lo esencial. Es decir, quien hace el amor no escucha Música, por lo menos no la que sale de un equipo estéreo o de una radio.

Una dominicana subraya otro punto de vista. “Solo hay una Música que es explícitamente de doble sentido y puramente sexual, el agobiante reguetón”.

“Si bien es indecente, cuando se baila se goza; a mí no me gusta la Música en sí, pero es placentero bailarlo, lo que sí se expone de alguna forma es la dignidad de los participantes”.

Diversas publicaciones señalan que los adolescentes de estos tiempos prefieren la Música al sexo y en su mayoría consideran que son dos actividades disociadas.

Sin embargo, lejos de coincidencias generales, hay un nexo cada vez más acentuado con el uso subliminal de los videoclips. Que apenas se muestran subliminales, sino abiertos y hasta con dos versiones, una para la televisión pública y otra para la privada.

Desde los tiempos de las danzas en las cortes europeas hasta las voluptuosas aproximaciones que se dan hoy en día con la salsa, el merengue y los boleros, el roce de brazos y cuerpos se antoja la antesala divina para el acto sexual.

Contribución
Óperas, sinfonías o conciertos de Música de cámara alguna vez tuvieron su contribución en los artilugios amorosos, quizás con delicadeza y ternura, aunque en su misma esencia.

Tiempo atrás el cantante italiano Eros Ramazotti desarrolló su frenesí sobre la Música en una pieza que alcanzó notable popularidad.

En definitiva no supo explicarnos qué cosa es la Música. Al menos otro italiano, Andrea Bocelli fue más preciso, al admitir que vive por ella.

Mujeres de 25 a 40 años de distintas profesiones tienen la percepción de sentir positivas influencias de notas suaves del pentagrama, pero en ningún caso creen que cambie el curso de los acontecimientos cuando el erotismo es sólido.

Cuando estoy en pleno éxtasis, puede explotar una bomba a mi lado y no la siento, señala una de ellas, mientras a la otra le brillan los ojos al expresar: el sexo posee su propia Música, maneja el ritmo y se deja llevar por el baile del amor.

Fausto Triana
Visiones Alternativas

La Primera

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