Vie, 30/04/2010 – 20:16

Científico llevó al clímax a 200 mujeres, pero solo para estudiarlas. El doctor Barry Komisaruk ha presenciado el éxtasis de muchísimas mujeres. Pero no las toca, solo las mira. Su verdadero objetivo es develar los misteriosos mecanismos del placer femenino.

El laboratorio del doctor Barry Komisaruk ha sido escenario de 200 orgasmos femeninos de diverso calibre, pero el neurocientífico estadounidense no ha tocado a ninguna de las protagonistas, por lo menos no con fines lascivos.

Al contrario, este hombre, cuyo objetivo está lejos del interés erótico personal, les paga para que le dejen presenciar su clímax, para así observarlas mejor.

Y no es ningún voyerista. Komisaruk analiza el cerebro de las mujeres en el momento en el que llegan al orgasmo para comprender los mecanismos que disparan el llamado “éxtasis” sexual, con la misma frialdad con que miraría a una rata de laboratorio.

Él busca descubrir así qué papel juegan las hormonas, los péptidos y las neuronas, y cómo se podrían provocar esas sensaciones de forma más intensa.

“Quiero encontrar una manera de aumentar el placer en la vida de la gente”, asegura, a sus 68 años, el doctor Komisaruk, quien trabaja en la Universidad de Medicina de Nueva Jersey y ha pasado gran parte de su vida dedicado a la estimulación vaginal, “profesionalmente hablando”, bromea.
El científico selecciona a voluntarias que se autoestimulan dentro de una máquina de resonancia magnética (FMRI, por sus siglas en inglés), para que él y su equipo puedan estudiar las áreas del cerebro que se activan en ese momento.

Lo más interesante que ha descubierto el estudioso es que el orgasmo es un bloqueador natural del dolor –puede disminuirlo hasta en un 50%– y que aumenta la sensibilidad de la mujer al tacto, por lo que las caricias de la pareja se aprecian aún más.

También asegura que cuando una mujer llega al clímax, el sonido amplificado de las neuronas se asemeja al ruido que hacen las palomitas de maíz a punto de estallar en el microondas.

El cerebro se torna superactivo al comenzar el orgasmo y es lógico, pues está recibiendo mensajes de cuatro pares de nervios (el hipogástrico, el vago, el pudendo y el pélvico) a través de la espina dorsal.

Pasar por una de las pruebas de Komisaruk es toda una experiencia para las mujeres voluntarias que “donan” su orgasmo a la ciencia a cambio de 100 dólares.

Para empezar, deben entregar una muestra de orina –para comprobar que la mujer no esté embarazada, ya que el feto podría ponerse en peligro durante el test–y después se tumban boca abajo en la máquina de resonancia magnética, una posición en la que la cabeza está más sujeta y es más fácil ver lo que ocurre en el cerebro durante el escaneo.

Lo demás es fácil de imaginar, aunque difícil de hacer con cinco científicos mirando lo que ocurre en los monitores, aunque los cerebros de algunas mujeres son tan poderosos que pueden tener un orgasmo solo con el pensamiento.

Sin embargo, el investigador señala que el mayor misterio del orgasmo es que activa la misma parte del cerebro que el dolor. Las imágenes de las caras de las voluntarias lo reflejan muy bien. Sus expresiones de placer no distan mucho de las de alguien que se ha roto una pierna. “¿Cuál es la diferencia entre placer y dolor? ¿Qué hace que algo siente bien?”, se pregunta Komisaruk y agrega: “Si tuviera la respuesta, ganaría el Nobel”.

Fuente: La República

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