Burnout: el desgaste de la vocación
Conocé sobre esta enfermedad que ataca una zona muy particular: la identidad profesional. Además, consejos para llevar una vida laboral sana.
Por propiedades y funcionamientos análogos, el hombre siempre se ha referido a su propio cuerpo como una “máquina”, en el que cada engranaje y tornillo tiene una razón de ser y actúa en nombre de un programa común. Vale preguntarse entonces qué ocurre cuando este complejo mecanismo se desgasta por su repetido uso (o mal uso) y sus piezas comienzan a fallar, queriendo ejecutar inútilmente una función que ya no pueden cumplir y que sólo logra recalentar la máquina hasta averiarla por completo.
Ya sea con fines didácticos o por un oscuro sentido del humor, psicólogos y médicos se valieron de esta metáfora para describir y dar nombre a una reciente enfermedad psico-física que se da en el seno de las sociedades modernas y que afecta la vida de los profesionales: el Burnout o síndrome de desgaste profesional.
La palabra Burnout significa quemarse hasta extinguirse, y ha sido pensada específicamente para referir la situación de trabajadores sociales, de la salud y de la educación: profesionales cuyo trato con personas que sufren enfermedades, padecimientos crónicos o violencia puede terminar por afectarlos psicológicamente.
El estadounidense Herbert Freudenberger fue quien, en 1974, describió por primera vez esta enfermedad de carácter clínico como “una sensación de fracaso y una experiencia agotadora que resulta de una sobrecarga por exigencias de energía, recursos personales o fuerza espiritual del trabajador.” El psiquiatra basó sus estudios en la observación de la evolución que sufrían unos cuidadores voluntarios de personas con adicción a drogas. Del entusiasmo inicial, al desanimo y desinterés, el grupo de profesionales a cargo terminó por descuidar sus tareas.
El tener que ser testigo de padecimientos de distinto tipo, sumado al cumplimiento de la propia práctica profesional, genera en determinados trabajadores una patología que con frecuencia se asimila al estrés. Sin embargo, se diferencia de éste porque afecta a una zona muy particular: la identidad profesional.
El docente que juzga que su entrega a la docencia no tiene el éxito esperado, el personal de enfermería, que se ocupan de personas infectadas con HIV, los profesionales dedicados a la oncología y a los enfermos cardíacos: todos experimentan vivencias de sufrimiento y pérdidas permanentes y por ello son potenciales víctimas del burnout.
Guillermo Augusto Vilaseca, licenciado en psicología de la Universidad de la Buenos Aires (UBA) y orador del V Congreso Internacional de Estrés Traumático en nuestro país, considera de extrema importancia investigar esta patología porque cree que explica lo que ocurre hoy con los profesionales. “La clave está en estudiar qué pasa con sus ilusiones cuando se topan con las realidad, y cuál es la consecuencia de este defasaje; porqué, más allá de que todos inician desde su vocación con muchas ganas una tarea, al tiempo de andar en ella empiezan a sentirse, por lo menos, incómodos en la misma”.
Este agotamiento espiritual, emocional y físico no solo repercute en la calidad de vida de los profesionales, sino que también ocasiona una declinación en su capacidad para realizar su tarea con alegría, lo que se expresa en un descenso de la calidad y cantidad del rendimiento de trabajo. “Cuando se habla del proceso Burnout, del quemarse, lo que se quema es la vocación. La identidad profesional es lo que se va deteriorando; y entonces, nos vamos encontrando con personas que se sienten cada vez menos eficaces, menos efectivas, con menos ganas y entusiasmo de desarrollar su actividad”, agrega Vilaseca.
A medida que se va desarrollando la enfermedad, el descontento avanza y el trabajo comienza a carecer de sentido para el profesional. Los síntomas, que antes solo podían observarse en el plano psicológico, comienzan a hacerse visibles en el cuerpo. En esta fase es común sufrir fatiga permanente, insomnio, cefaleas, disminución del deseo sexual, gastritis, estado de tensión y otros.
El profesional comienza a atentar contra si mismo. Con frecuencia, muchos buscan ampararse en las drogas y en el alcohol. Por último, se produce el colapso emocional y físico final que obliga al trabajador a dejar el empleo.
¿Es imposible llevar una vida profesional sana que mantenga el nivel de entusiasmo del trabajador por su actividad y no perjudique su salud? Recientes investigaciones sobre el tema afirman que para prevenir el síndrome existe una serie de consejos que ayudan a mejorar la calidad de vida laboral además de prevenir el estrés en el trabajo:
– Fomentar los cambios de hábitos que lo perjudican
– Realizar ejercicios físicos y de relajación
– Administrar el tiempo de manera gratificante
– Evaluar sus fuerzas y debilidades de un modo realista
– Aprender a decir No
– Delegar algunas tareas
– No dejarse vencer por la frustración
– Cultivar actitudes positivas
– Mantener una vida social activa
– No faltar a los encuentros familiares o amistosos
– Aprender a conocerse a sí mismo
Por: Rosario Fernández Arias
Fuente: http://www.tuestilogalicia.com/ArticulosDetalle/tabid/63/ItemID/870/View/Details/language/es-AR/Default.aspx