Un reprotaje publicado en el diario El mercurio, en que aperecen a flote algunas características del machismo, es decir la demostración de la fuerza para obtener el poder.
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Revelaciones de ex presidiarios y familiares de reos:
El código secreto para sobrevivir en la cárcel

Hay que ser parte de una “carreta”.
PAMELA ARAVENA y ÁLVARO FARÍAS

“Adentro de la cárcel impera la ley de la selva. Nadie está ni ahí con los pacos (gendarmes), ni ellos nos pescan ni nosotros los pescamos a ellos. Es uno el que tiene que hacerse su propia cana. La sobreviviencia depende de ti mismo; tenís que ser vivo, inteligente para moverte”, dice Pedro González, nombre ficticio que usa un ex recluso de la Penitenciaría como condición para dar su testimonio sobre cómo sobrevivir en una cárcel chilena, luego de la riña que terminó con un incendio y la muerte de 10 reos en Colina II el domingo 26.

“Los que estamos metidos en el mundo delictual, sabemos que hay que buscar a los del barrio o comuna. Eso te garantiza un espacio y una protección”, afirma.

Claudia, familiar de un condenado en Colina II, recalca: “Si no tienes conocidos, estás perdido”. “Ahí necesitas instinto de sobrevivencia, acercarte a un grupo, refugiarte y rezar por no haberte equivocado con tus nuevos amigos”, agrega David Romo, vocero externo de los presidiarios del sur, quien esta semana estuvo en Santiago tras ser llamado desde la cárcel por presos de Colina II.

Los grupos o “carretas” están formados por aproximadamente 10 personas. “No hay sólo un líder. Ahí cada uno tiene su espacio y varios tienen opinión”, añade.

Para sobrevivir en la selva de una cárcel pública, el paso siguiente es “intelectualizarse”, “o sea, aprender el coa de los choros, homicidas y traficantes, qué les molesta, qué les gusta, cómo se manejan. Uno tiene que saber hablar en flaite y de manera correcta para tener mejor imagen delante de fiscales y jueces. A eso le llamamos ‘doblar el pantalón’, o sea, tener varias personalidades”, asegura Pedro.

Reporteros del crimen

Cual reporteros, las noticias sobre los nuevos reclusos corren con inmediatez. “Cuando los cabros van entrando al módulo, les preguntan a gritos la comuna y su apodo, así los escanean”, cuenta Eliana, madre de un detenido en Colina II.

“Después piden datos a amigos, que averiguan en la calle y en otras cárceles. Saben por qué delito llegaste, si has estado antes en la cárcel, cómo te comportaste, si alguna vez fuiste sapo, si te juntas con los gendarmes, si eres cobarde, si sabes pelear. Con el mismo mecanismo puedes enviar mensajes a otros penales, para meter una máquina (calumniar) a algún detenido y cobrar una vendetta”, afirma Pedro.

El juicio intracarcelario suele ser peor que el legal. Los que han sido soplones son los más despreciados y se arriesgan a robos, cuchilladas, amenazas y en los casos más extremos, violaciones. Por eso, los sapos son los únicos que se aferran a los gendarmes. “El código del silencio es implacable. No se puede denunciar a nadie, menos hablar de los delitos que ocurren dentro”, dice Carlos, ex reo de Santiago 1.

Los cobardes, en cambio, corren el riesgo de transformarse en perkins. “Si alguien tiene mal currículum lo hacen pelear. El que no pelea por mamón o por portarse bien, queda de perkin, pa’ todos los mandaos”, cuenta Alicia, quien viene saliendo de Colina II tras ver a su yerno. “Pero a los perkins no los violan, eso es mentira, hay abusos ocasionales. Ellos están para servir a cambio de protección”, asegura Carlos.

Las peleas más grandes pueden empezar por rencillas anteriores o por cosas menores: una mirada, un tropezón, una mala palabra. “Los gendarmes no se meten. Esperan que termine la pelea y llevan a algunos a celdas de castigo. Algunas veces te cambian de módulo y eso es tremendo, porque tenís que empezar de nuevo. Pero, en general, no pueden por el hacinamiento. Los gendarmes no tienen cómo imponer orden en las cárceles”, dice Pedro.

La salida evangélica

Otra manera de sobrevivir es ingresar al grupo de evangélicos, cuyo capellán, Luis Mussiett, a través de la Asociación para la Protección y Asistencia al Condenado, se encarga de pedir módulos especiales en más de 100 penales y centros de detención del país donde están presentes.

Tienen cerca de cinco mil seguidores. “Sabemos que un 60% son hermanos fieles, un 20% quiere cambiar y el otro 20% sólo desea protección”, asegura Mussiett.

Para ingresar al módulo especial, los reos deben firmar una carta donde se comprometen a un “sometimiento sano a la obediencia”. Deben seguir la voz de su pastor y de sus líderes internos. Estos últimos son elegidos por los propios reos y los hay de dormitorios, administración, coros, talleres y de disciplina.

Todos los hermanos-reos tienen una rutina. Deben participar en los servicios religiosos, talleres de estudios (donde reciben cursos sobre manejo de la ira, comunicación, polidrogadicción) y de trabajo con horarios (madera, pintura, dental, etc.). Además, deben mantener la limpieza ellos mismos. “Tenemos baños dignos, refrigeradores, cocina, lavadora”, afirma.

En el documento también se comprometen a no ser violentos. Quien no cumple, puede ser sancionado con la expulsión. Para que los reconozcan, casi todos se visten de terno. “Un cristiano evangélico más, un problema menos dicen los gendarmes”, cuenta orgulloso. Hace tres meses, el hijo de Eliana se unió al grupo de evangélicos de Colina II. “Antes sólo nos mirábamos y hablábamos poquito. Ahora se ve mejor”.

Humillaciones en cárcel modelo

En las cárceles concesionadas, como Santiago 1, el asunto es diferente. No existe hacinamiento: los dormitorios los ocupan uno o dos reos, quienes están encerrados 16 horas, desde las cinco de la tarde hasta las nueve de la mañana. Los reos son ubicados en módulos de acuerdo al delito que cometieron, donde comparten el patio con no más de 40 reos.

Los códigos de las cárceles públicas no sirven y la violencia disminuye. “En las concesionadas, la violencia sicológica es la que aumenta. Estar encerrado tantas horas te puede matar, sobre todo si no tenís medios económicos pa’ arreglar tu pieza con televisor, radio o pesas”, dice Carlos.

La dura batalla que sus familiares libran afuera es la otra cara de la medalla. Los reos tienen un solo día de visita, en el turno de la mañana o de la tarde, durante tres horas. Los familiares -la mayoría, mujeres y niños- de los reos con visita en la mañana, hacen guardia en Santiago 1 desde altas horas de la noche para ingresar al penal a las nueve de la mañana. Aunque no siempre se respeta el orden de llegada. “Si el gendarme de turno se molesta con alguien, castigan a todas las que entregaron el carnet a las seis y media de la mañana, y dejan entrar a otras mujeres. A veces se demoran a propósito para molestar no más”, dice Carmen, madre de uno de los internos.

Las prohibiciones son innumerables: no se puede ingresar con ropa negra ni verde, ni bufandas o gorros. Tampoco entran joyas ni relojes. Si alguna mujer olvidó las reglas, debe confiar en los quioscos informales que están frente a la cárcel y dejarlos en custodia, a cambio de una propina.

“Una vez que ya se ha ingresado, no tienes que reclamar nada, porque serás objeto de más humillaciones; cuando las gendarmes están revisando tus documentos se burlan de tu nombre, de tu aspecto, de tu ropa”, afirma una mujer en reclamos.cl.

Desnudarse es la regla

“Lo peor es el último control de ingreso. Las mujeres entramos de a cinco a una pequeña salita, donde una gendarme con malos modales nos obliga a levantarnos el sostén, luego a bajarnos los pantalones y los calzones, mostrar los genitales por delante, para luego pedirnos que nos demos vuelta y nos agachemos. Ni las abuelitas ni las guaguas se salvan. Sólo los niños, a quienes les revisan la ropa. Aquí tienen detectores de metales, máquinas de escáner, ¿por qué tenemos que pasar por estas humillaciones?”, se pregunta Carmen, mientras hace la larga fila para entrar.

Alicia agrega: “Si te pillan algo, te prohíben volver en tres meses. Nadie quiere eso, así que saquen sus conclusiones sobre quién entra los celulares”.

Dos solicitudes contra el Estado de Chile:

La débil protección a los reclusos

“Toda persona privada de libertad tiene derecho a ser tratada con dignidad”. “El Estado tiene la responsabilidad y el deber de garantizarle la integridad personal mientras se encuentra en reclusión”. Palabras de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

“Es justamente esta posición de garante que tiene el Estado de Chile sobre las personas privadas de libertad -afirma Álvaro Castro, abogado penalista e investigador del Centro de Derechos Humanos de la facultad de derecho de la UDP- la que se pone en entredicho con hechos como los que se han vivido en el incendio de Colina II y anteriormente en Puerto Montt con la muerte de diez adolescentes. De hecho, durante 2007 y el primer semestre de 2008 se han interpuesto dos solicitudes de medidas cautelares ante la Comisión Interamericacana de Derechos Humanos. La primera fue presentada por la Asociación Chilena Pro Naciones Unidas en consideración al incendio de Puerto Montt”.

La segunda medida cautelar fue solicitada por este centro de la UDP en julio de 2008, con el fin de que se le ordene al Estado de Chile decretar medidas urgentes de protección a favor de un grupo de adolescentes privados de libertad, que el 21 de junio de 2007 accedieron a una mezcla de medicamentos que trajo como consecuencia una grave intoxicación.

Dentro de la cárcel, afirma Castro, se cometen varios ilícitos, la mayoría sin sanción. “La experiencia demuestra que es durante la privación de libertad cuando se alcanza el más alto riesgo de prácticas de tortura, trato denigrante, motines o aun situaciones extremas, como la muerte en el interior de un centro penitenciario”, afirma Castro.

Los delitos de mayor ocurrencia dentro de los penales son riñas, drogadicción, amenazas, hurtos, abusos sexuales, tenencia de armas blancas, lesiones, ebriedad, incluso secuestros internos.

“Además de la sanción administrativa, Gendarmería realiza las denuncias respectivas al Ministerio Público, pero, según informan los funcionarios penitenciarios, los testigos y víctimas no dan información y guardan absoluto secreto de lo ocurrido, lo cual hace muy difícil que se logre determinar la responsabilidad penal -asegura Castro-. Otro elemento es la cifra oscura, ya que muchos de estos ilícitos se generan sin conocimiento de Gendarmería y las víctimas y testigos, producto de la cultura carcelaria, no dicen nada”.

“La experiencia demuestra que es durante la privación de libertad cuando se alcanza el más alto riesgo de prácticas de tortura, trato denigrante, motines o aun situaciones extremas, como la muerte en el interior de un centro penitenciario”, afirma el abogado Álvaro Castro.

Según Fiscalía Centro Norte:

13 homicidios

2 violaciones

44 microtráficos

33 consumos o portes de drogas

31 lesiones graves

34 lesiones leves

10 atentados o amenazas contra gendarmes

10 atentados o amenazas contra otros internos

6 quebrantamientos de condena (intentos de fuga)

Fuente:http://diario.elmercurio.com/2009/05/03/reportajes/reportajes/noticias/0F1A9854-4B60-4FB2-8EBC-1521C695665C.htm?id={0F1A9854-4B60-4FB2-8EBC-1521C695665C}

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