Leviatán: o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil

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El Leviatán, que había de preparar la vuelta de Hobbes a Inglaterra, constituye una penetrante crítica de la Iglesia y de su política. Afirma que el nuevo Estado inglés debía excluir con firmeza todos los defectos orgánicos del antiguo, y ser netamente racionalista y laico . Asimismo, Hobbes no combate la existencia de la clase media, sino la miopía de su política. Cuando ese estamento comprende su destino histórico y su misión burguesa de enriquecimiento honorable, el autor está de acuerdo; sin embargo, para que ese incremento de bienestar se realice, es preciso que los elementos productivos sientan un anhelo de seguridad y un temor profundo a la violencia.

En la Introducción del Leviatán el hombre, que en Aristóteles no es el ser más excelso, aparece netamente renacentista, como la obra más perfecta de la Naturaleza. En la teoría estatal de Hobbes, se intenta unir dos ideas tradicionales opuestas: la de la monarquía patrimonial-inspirada en el padre de familia- forma natural y legítima del Estado, y la democrática que sitúa el origen de la legalidad en las decisiones del pueblo soberano, y deriva toda soberanía de una voluntaria delegación de autoridad por parte de la mayoría de los ciudadanos .
Hobbes argumenta que hace falta para los hombres un poder visible que los mantenga a raya y los sujete, por temor al castigo, a la realización de sus pactos y a la observancia de las leyes naturales. Así, las leyes y la justicia que se forman, descansan en “la espada del Leviatán”. La legítima monarquía patrimonial no implica una justificación de la regla despótica del conquistador pero, advirtiendo que en gran parte la autoridad del Estado se basa en la usurpación, considera secundario el contenido de legitimidad y solo se ocupa de la eficacia de ésta.

La soberanía considerada por Hobbes no es obra de la razón, sino de la voluntad: el soberano no es la mente sino el espíritu del Estado. La ley, frágil y cambiante, se ajusta a los movimientos efectivos de la opinión general. La concepción de Hobbes del Estado de Naturaleza se aparta netamente del sentido paradisíaco que a ese estado primordial asigna el pensamiento teológico. Así, Hobbes separa dos etapas: una situación de barbarie y de guerra de todos contra todos, un mundo sin derecho; y por otra parte, un Estado creado con bastante poder para iniciar y reformar su estructura .

El autor no sostiene que los seres humanos estén constantemente luchando, sino que viven en un tiempo de absoluta desconfianza y enemistad de unos contra otros, “todo hombre es enemigo de todo hombre”. En este tiempo, solo tienen la seguridad que les da su propia fuerza e inventiva. Al no existir una ley, no se puede hablar de justicia o de injusticia. La fuerza y el fraude o la astucia, son en este estado de guerra las únicas virtudes humanas y sociales.

Hobbes argumenta que todos los seres humanos buscan una igualdad natural –todos buscan y desean los mismos bienes materiales- esta misma deviene en discordia y enemistad, puesto que dos personas no pueden poseer el mismo bien, así se crea un afán de propiedad y de posesión. La ley fundamental de naturaleza, según Hobbes, implica en primer término la obligación de procurar la paz, pero la propia renuncia al derecho que tenemos a todas las cosas, solo es obligada cuando los demás están dispuestos a la misma renuncia. Así, el Estado no hace otra cosa que negar el estado de naturaleza, y los dominios personales directos a él inherentes. Por otro lado, Hobbes sostiene la idea de defender con todos los medios, incluso la violencia, los derechos del hombre abandonado a sí mismo.

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