Wikileaks y la cumbre de Cancun (COP16)

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Copenhague nos reveló el papel que cumplían los medios al revelar conversaciones privadas entre los científicos del IPCC, pero ha sido Wikileaks quien muestra como los negociadores de cambio climático son un atado de incompetentes.

El texto siguiente reproduce un artículo de El País al respecto.

RAFAEL MÉNDEZ – Madrid – 04/12/2010

Los cables diplomáticos estadounidenses recogen los choques registrados en la última gran cita contra el cambio climático y el enorme pesimismo con el que se ha llegado a Cancún

La frustración por la Cumbre del Clima de Copenhague recorrió las embajadas de toda Europa. Pese a que el discurso oficial sostenía que el acuerdo tenía elementos positivos, los cables confidenciales de la diplomacia de EE UU obtenidos por Wikileaks revelan lo contrario: división interna, decepción por el pacto, enfado con EE UU y con China y poca fe en que la negociación internacional contra el cambio climático en la ONU llegue algún día a buen puerto. El más claro fue el presidente del Consejo Europeo, el belga Herman van Rompuy. Este, según un cable confidencial de la Embajada de Bruselas a Washington del pasado 4 de enero, confesó al embajador en Bruselas que Copenhague fue “un desastre increíble”, y añadió: “Las cumbres multilaterales no funcionarán”.

Van Rompuy tomó posesión el 1 de enero y tres días después charló distendidamente durante una hora con el embajador estadounidense en Bruselas, Howard W. Gutman. El primer tema fue la Cumbre del Clima de Copenhague, que concluyó dos semanas antes. Pese a que acudieron más de 150 jefes de Estado y de Gobierno, solo alcanzaron un pacto de mínimos. El texto se cerró en una reunión a puerta cerrada entre el presidente de EE UU, Barack Obama, y los líderes de China, India, Brasil y Sudáfrica. Ni un europeo. Van Rompuy, siempre según el cable del embajador, calificó la cita como “un desastre increíble” en el que Europa fue “totalmente excluida” y “maltratada”.

El embajador describe el tono de Van Rompuy: “No estaba enfadado porque nunca parece enfadado, pero nunca lo había visto tan frustrado”. Gutman explica que lo único positivo que veía el presidente del Consejo era su ausencia en la cumbre: “Si hubiera estado allí, mi presidencia habría acabado antes de empezar”.

El desencanto de Van Rompuy va más allá y afirma que “se ha rendido” sobre la Cumbre de Cancún, que empezó el pasado 29 de noviembre, y de la que ya nadie espera que sirva para alcanzar un tratado legalmente vinculante que sustituya al Protocolo de Kioto. El jefe de gabinete de Van Rompuy, Frans van Daele, muy gráfico, calificó la reunión como: “Pesadilla en Elm Street II. ¿Quién quiere ver esa película de terror otra vez?”.

Van Rompuy pide crear grupos de negociación más pequeños y realistas y plantea un acuerdo entre la UE y EE UU para luego atraer a China. El discurso oficial de la UE -y de EE UU- es que la ONU es el lugar adecuado para negociar. Incluso si el sistema de aprobar todo por unanimidad eterniza la negociación. No era la primera vez que Van Rompuy se desmarcaba del discurso oficial. El 7 de mayo de 2009 le dijo al embajador en Bruselas: “Europa es buena poniéndose metas [de emisiones], pero no alcanzándolas”.

Las reuniones para calibrar lo ocurrido en Copenhague se suceden los siguientes meses (los cables de Wikileaks concluyen en febrero de 2010, por lo que no hay grandes revelaciones sobre Cancún). Michael Froman, asesor en la Casa Blanca, se reunió en Bruselas el 27 de enero con 25 cargos de la UE. Entre ellos, el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, y la recién elegida comisaria de Cambio Climático, Connie Hedegaard. Esta confió en que Froman “se hubiera dado cuenta de cómo la UE estaba callando sus críticas hacia EE UU”.

Froman reflexiona que todos deben tomar nota de cómo el grupo del Basic (Brasil, Sudáfrica, India y China) se había unido “para impedir las iniciativas” conjuntas de la UE y EE UU y cómo había conseguido enfrentarlos. La comisaria insiste en que deben buscar una forma para sortear a “los países poco constructivos”, como Venezuela o Bolivia, que impidieron que la ONU aceptara el Acuerdo de Copenhague. Froman coincidió en que habría que “neutralizarlos, captarlos o marginar a esos y a Nicaragua, Cuba y Ecuador”. Ahí acaban las coincidencias, porque pasan a ver qué se debe esperar de la cumbre de Cancún. Hedegaard afirma: “Debemos tener un reconocimiento universal de que el mundo no puede permitirse no conseguir un acuerdo vinculante”. Es decir, que aunque no haya un tratado en Cancún, que al menos los países admitan que debe haber un tratado internacional sobre CO2 que en 2012 sustituya a Kioto. Froman, en cambio, pide que haya avances en el sistema para verificar las emisiones de China, algo mucho menos ambicioso.

En otra reunión entre Hedegaard y el negociador de EE UU Jonathan Pershing, este asegura que la duda es si China cumplirá con la transparencia, a lo que Hedegaard contesta extrañada: “¿Pero acordasteis la transparencia con China, o no?”. Y Pershing pone en duda el compromiso chino con Copenhague: “La cuestión es si mantendrán la palabra”.

Los cables sirven para detallar la división en la UE. El 27 de febrero, el embajador en París, Charles H. Rivkin, se reúne con el entonces ministro francés de Desarrollo Sostenible, Jean-Louis Borloo, relevante en la negociación. Borloo afirma que es un error europeo insistir en buscar un tratado “legalmente vinculante”, justo lo contrario de lo que había dicho la comisaria un mes antes. El ministro ve imposible que grandes economías emergentes acepten eso porque lo consideran una pérdida de soberanía. Borloo pide que un grupo de ocho países llegue a un acuerdo. Y sugiere “Alemania y Francia por Europa, EE UU, China, India, Brasil, Argelia, Etiopía (y posiblemente Sudáfrica)”. Deja fuera en su lista a la UE y revela uno de los grandes problemas europeos en Copenhague: la lucha de egos y de intereses contrapuestos. Los países del Este, dependientes del carbón, e Italia no ven con buenos ojos el liderazgo europeo. Aceptaron a regañadientes la legislación de Bruselas para reducir las emisiones un 20% en 2020 respecto a 1990 y se oponen a elevar el objetivo al 30% como quieren la Comisión, Reino Unido, Francia, España y Bélgica. EE UU considera que con ese anuncio, la UE se ha “arrinconado” y se ha quedado sin capacidad de negociación.

El 28 de julio de 2009, otro despacho confidencial de Bruselas señala la fractura: “La UE continúa dividida sobre cómo desarrollará una estrategia de negociación (…) El este de Europa apoya mucho más los esfuerzos que ya han tomado los Estados Unidos, y si esos países solidifican su bloque en la UE, podrían ser compañeros productivos en la negociación”. Obama se ha comprometido a bajar las emisiones un 17% en 2020 respecto a 2005, y hay países en europeos que consideran que debería ir más allá.

Sin embargo, la principal crítica de los líderes europeos no es hacia EE UU, sino hacia China. Barroso, según un cable confidencial, “criticó la falta de compromiso de China e India y su poca ambición negociadora”. La Embajada de EE UU en Pekín detalla en una nota confidencial cómo “la agresiva diplomacia china” les lleva a “perder amigos por todo el mundo” hasta el punto de que “las embajadas de Francia y de Reino Unido recibieron órdenes de quejarse formalmente del tratamiento que recibieron sus líderes, especialmente el viceministro de Exteriores, He Yafei”.

A principios de 2010, EE UU realiza una ronda por decenas de países para conseguir que la mayoría suscriba el Acuerdo de Copenhague, que Obama consideró un éxito. EE UU ofrece ayuda y presiona para sumar apoyos (116 países se han sumado ya al texto). Se suceden consultas en la que cada país revela sus verdaderos intereses. Entre los más interesantes están los cables que envía la Embajada en Riad (Arabia Saudí, el mayor productor de crudo). Los países petroleros se oponen a reducir las emisiones, pero rara vez explican abiertamente sus temores. Sí lo hizo el 6 de febrero el asistente del ministro del Petróleo, el príncipe Abdulaziz bin Salman. Este resalta cómo “en 2009, EE UU consumió por primera vez más etanol que petróleo saudí” y teme que la política verde expulse a Arabia del mercado estadounidense. La embajada concluye que Arabia busca una forma poco dolorosa de apearse del bloqueo: “El rey está particularmente interesado en evitar que Arabia sea señalada como el malo en asuntos ambientales”. Un alto cargo saudí les cuenta que “el ministro del Petróleo, Al-Naimi, apoya decididamente la energía solar, porque cree que desplazará el petróleo usado para generar electricidad y permitirá aumentar las exportaciones”.

EE UU incluso acudió al Vaticano para conseguir el apoyo, aunque fuera “discretamente”, de la Santa Sede. Su intención era que el Vaticano ayudara a levantar el bloqueo de Venezuela, Bolivia y Cuba. La legación en Bolivia resume la situación: “Bolivia ya sufre daños por los efectos del cambio climático, pero Morales parece preferir apuntarse tantos retóricos a contribuir a la solución”. Los diplomáticos destacados en La Habana tienen opinión similar: “El cambio climático es el último proyecto piloto de Castro, en el que los países pobres y socialistas son las víctimas y toda la culpa es de los capitalistas”.

Maniobras para evitar a un experto iraní

Los cables de Wikileaks destapan movimientos del Departamento de Estado para controlar puestos clave del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), un grupo de cientos de científicos designados por los países de la ONU que cada siete años revisan el estado de la ciencia del calentamiento y que ganó el Premio Nobel de la Paz en 2007 junto a Al Gore.

El 2 de octubre de 2009, el Departamento de Estado emitió un cable confidencial a sus embajadas sobre la candidatura del profesor de la Universidad de Stanford Christopher Field a copresidente del Grupo II del IPCC, que estudia los impactos del calentamiento. Su nombramiento no tenía oposición, pero Irán proponía al científico Mostafa Jafari para la otra copresidencia, que corresponde a los países en desarrollo. EE UU define a Jafari como un científico “altamente cualificado”, pero también como “un empleado del Gobierno iraní que lo ha representado en negociaciones internacionales”.

El cable afirma que tener un iraní como copresidente sería “problemático”. El presidente del IPCC, el indio Rajendra Pachauri -el Departamento de Estado pide proteger su identidad-, le dijo a EE UU que colaborará con ellos, y lo mismo le garantizó un delegado austriaco que dirige la selección. En septiembre de 2008 fue elegido el argentino Vicente Barros como copresidente junto a Field.

España, según otro cable, agradeció el apoyo de EE UU al nombramiento de José Manuel Moreno, de la Universidad de Castilla-La Mancha, en el IPCC.

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