Evaluar o no evaluar ¡Hay, que maravilla!

Evaluar se estaría volviendo algo negativo, y en un plazo es posible que esta práctica sea erradicada de las instituciones de enseñanza. Hoy en la educación básica de muchos países la promoción de un grado a otro es automática, está prohibido reprobar el grado. Si a un estudiante le va mal es responsabilidad del centro educativo, y por tanto debe darle oportunidades adicionales hasta que apruebe. Nadie se retrasa, es la consigna.
Otros profesores están convencidos de que la evaluación sirve solo para establecer una curva entre el mejor y el peor, la misma que es invariable en el tiempo, y en la materia. La inteligencia es un don de la naturaleza. Bastaría una evaluación inicial para saber cuál es el resultado al final del proceso formativo.
Hay también la idea de que evaluar, realmente lo que significa evaluar, es imposible. A caso es posible que una sola pregunta, o un paquete de preguntas puedan desentrañar lo que alguien sabe o no sabe sobre algo. Una nuestra de una gota de agua no es suficiente para asegurar si el mar está o no contaminado, sostienen. De otro lado, está la persona, el ser humano al que se cosifica como? evaluado?, con velocidad de aprendizaje variable, inteligencias múltiples, dificultades socio familiares, estados orgánicos móviles, ideas propias y disposiciones circunstánciales; al punto que es posible suponer que el que contesta correctamente puede haber aprendido menos que el que lo hace incorrectamente.
Hay también los que afirman que las pruebas son una manipulación para seleccionar a los mediocres y apartar a los creativos, artistas, sabios naturales, etc. Hay que acabar con este sistema discriminador, excluyente y promotor de la mediocridad.
Finalmente, hecha la prueba, hecha la copia, hasta el punto que la evaluación se convierte en promotora de la corrupción. Matemos a la prueba que muerto el perro, se acabará la rabia.
Varios de los argumentos aquí exagerados pueden encontrarse entre los comentarios al artículos Copia en las pruebas de Estado en el diario El Espectador de Bogotá.
En contrasentido con las opiniones de evaluadores y evaluados, la filosofía, los métodos y criterios para evaluar se han desarrollado y complejizado procurando ser lo más certeros posible. Se han estudiado los niveles de dificultad y las frecuencias matemáticas necesarias para establecer los logros, se ha incorporado conocimiento haciendo análisis de “distractores”, se han elaborado métodos y técnicas de evaluación continua para evitar las desviaciones coyunturales, y finalmente se pretende avanzar a una concepción en la que la evaluación se entiende como diálogo y autorreflexión asentado en evidencias o hechos. Esta última idea supone sin embargo una madurez personal y social difícil de alcanzar en el marco del modelo educativo actual.

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