La sabiduría de los maestros del aislamiento social
9:00 a.m. | 5 jun 20 (NCR).- El COVID-19 todavía mantiene a millones de personas en el mundo encerradas en sus casas. Al extenderse este período, el aislamiento puede hacerse más difícil, con la posibilidad de otras etapas similares en el futuro. Robert Ellsberg, teólogo y autor de libros sobre santos, ha reseñado un grupo de mentores espirituales que eligieron la soledad -o la tenían impuesta por alguna circunstancia- y nos pueden ofrecer alguna enseñanza para superar la situación. La iniciativa la difundió a través de hilos en Twitter, con el hashtag #MastersofSocialIsolation.
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No fue muy difícil pensar en ejemplos. Para algunos, como la poetisa Emily Dickinson, que rara vez salía de su casa en Amherst, Massachusetts, la soledad claramente se ajustaba a su temperamento.
#MastersofSocialIsolation. 1. Emily Dickinson, who withdrew to her home in Amherst and adopted the life of a recluse or “stationary pilgrim.” She maintained a lively correspondence but had little personal contact beyond her family, saving her energies for observation and poetry. pic.twitter.com/Bv4A4Wm3al
— @RobertEllsberg (@RobertEllsberg) March 21, 2020
Sin embargo, como la poesía de Dickinson reveló, su soledad no era un impedimento para “viajar” ampliamente, mientras se mantenía en el lugar. Cada pequeño detalle de la naturaleza se convirtió, para ella, en una apertura a la eternidad. Y como muchos están ahora privados de la oportunidad de asistir a misa, pensé en su poema:
Algunos guardan el sabbat yendo a la Iglesia –
Yo lo guardo, quedándome en casa…
Con un pájaro cantor por coro –
Y un huerto, por cúpula…
Predica Dios, clérigo insigne –
Y el sermón nunca es largo.
Así que en lugar de llegar al Cielo, por fin…
Yo voy yendo todo el tiempo.
No todo el mundo es tan adecuado para el distanciamiento social. Blaise Pascal escribió elocuentemente sobre lo difícil que es prescindir de las distracciones que nos protegen de nuestra soledad esencial en el universo. “Cuando me pongo a pensar en las diversas actividades de los hombres… me doy cuenta que la única causa de su infelicidad es que no sabe cómo permanecer en silencio en su habitación”.
#MastersofSocialIsolation #2. Blaise Pascal (1662), scientist, philosopher, Christian apologist, diagnosed the human condition: “Boredom, inconstancy, anxiety.” His case for Xty was based on his examination of human nature, particularly our insatiable need for diversion. pic.twitter.com/fpx4kYwur3
— @RobertEllsberg (@RobertEllsberg) March 21, 2020
La capacidad de estar tranquilo en una habitación sin volverse loco requiere que desarrollemos una vida interior, una que no esté definida por la actividad externa.
Incluso los padres del desierto, esos maestros de la soledad, advirtieron de los “demonios” interiores que nos asaltan cuando estamos solos. Evagrius Ponticus describió lo que llamó el “demonio del mediodía”: “Obliga al monje a mirar constantemente por las ventanas. Se representa la vida desplegándose durante un largo tiempo, y no deja hoja (de árbol) sin dar vuelta para inducir al monje a abandonar la celda y darse por vencido en la pelea”.
Sin embargo, ofrece un consejo compasivo: Cuando nos encontremos con este demonio, “entonces es el momento con de dividir nuestra alma en dos. Una parte es para animar; la otra para ser animada”.
#MastersofSocialIsolation #7. Evagrius Ponticus, a 4th-cen desert ascetic, wrote a manual of practical counsel for those living in solitude. The desert monks did not so much flee people, but the deadness of a world consumed with the quest for power, wealth, and passing pleasure. pic.twitter.com/FgUBAzWFaE
— @RobertEllsberg (@RobertEllsberg) March 24, 2020
Es posible que en nuestra “celda” doméstica nos sintamos ociosos e inútiles. Pensé en ermitañas como Juliana de Norwich o Sibilina de Pavía, una dominica ciega que estuvo encerrada en su celda durante 65 años. Ellas no pensaban que estaban dando la espalda a la humanidad. A través de sus oraciones y su testimonio, creían que estaban realizando un importante servicio social. Me hizo reflexionar sobre cómo eso podría alterar nuestra actitud hacia el auto-aislamiento si consideramos que con sólo sentarnos en casa, estamos salvando vidas y sirviendo al bien común.
#MastersofSocialIsolation (4) Julian of Norwich, a 14th-cen English mystic, spent half her life as an anchoress, enclosed in a cell attached to her local church. From a small window she could receive food and offer spiritual advice, while from another she could view the altar. pic.twitter.com/ZJLdGaTxF8
— @RobertEllsberg (@RobertEllsberg) March 23, 2020
#MastersofSocialIsolation #6. Blessed Sibyllina Pavia, 14th-cen anchoress. At 12 she went blind, but found a Dominican community that took her in. She delighted in her new life but prayed to St Dominic to recover her sight. One night she had a dream: St D took her hand… pic.twitter.com/KsDYqL7UmA
— @RobertEllsberg (@RobertEllsberg) March 23, 2020
Pensé en Thomas Merton, que originalmente concibió su huida al monasterio trapense como una forma de “escapar” ante el mundo y todos sus hábitos compulsivos y autodestructivos. Y sin embargo, su actitud cambió. Vio su vocación a la soledad como una forma de testimonio, una perspectiva de solidaridad con la humanidad, un llamado a los demás a reclamar su verdadera humanidad y libertad, y a sacudirse el ruido de las ideologías y la cultura de masas. Y permaneció activamente comprometido con un amplio círculo de compañeros peregrinos a través de su correspondencia y escritos.
#MastersofSocialIsolation #12. In 1941 #ThomasMerton entered the strict cloister of the Trappist Abbey of Gethsemani. In the Trappists his heart was captured by the image of men “on this miserably noisy, cruel earth, who tasted the marvelous joy of silence and solitude." pic.twitter.com/vQrHj8WFir
— @RobertEllsberg (@RobertEllsberg) March 28, 2020
Luego, por supuesto, están aquellos cuya soledad no fue una cuestión de elección. Ana Frank, junto con su familia, se vio obligada a pasar dos años escondida en medio de Ámsterdam. Sin salir nunca, manteniéndose quieta todo el día, llevaba un diario meticuloso, no sólo como una distracción sino como un deber, una responsabilidad de rendir su experiencia en los términos más exactos. “Nos veo a los ocho en nuestro “anexo secreto” (de un edificio) como si fuéramos un pequeño pedazo de cielo azul, rodeados de pesadas nubes de lluvia negra”. Y a medida que las nubes se acercaban, ella también sintió que era su deber dar testimonio de los valores que serían necesarios en el mundo algún día -el amor, la esperanza, la creencia de que la belleza y la bondad esencial de las personas son más poderosas que las fuerzas de la oscuridad.
#MastersofSocialIsolation #10. In a time when Jewish children in Europe were hunted like vermin, Anne Frank did not choose her isolation. With her own and another family she was confined for 2 years in a “secret annex” in Amsterdam, never going out, keeping still all day. pic.twitter.com/xGzV43dMOq
— @RobertEllsberg (@RobertEllsberg) March 26, 2020
Walter Ciszek, un sacerdote jesuita de misión en Polonia en 1939, fue arrastrado por la invasión soviética y terminó en Rusia, donde fue acusado de espía y pasó más de 20 años en el gulag soviético, incluidos los primeros cinco años en régimen de aislamiento. El mayor sufrimiento de Ciszek vino cuando luchó mentalmente contra la injusticia de su destino. “Esta vida no es lo que pensé que sería… debes perdonarme, Dios, pero quiero volver”.
Pero en la medida en que se abandonó a la Providencia, convencido de que en cada situación estaba exactamente donde Dios quería que estuviera, sintió una sensación de libertad y paz. Así, aprendió que es posible ser sumamente feliz, incluso en una celda de una prisión.
#MastersofSocialIsolation #14. In 1939 Walter Ciszek, an American Jesuit in Poland, was swept up in the Soviet invasion and sent to Russia. Discovered to be a priest he was charged as a spy—beginning 22 yrs in the Soviet gulag—5 yrs in solitary confinement in the Lubyanka Prison. pic.twitter.com/nODAiYzU7v
— @RobertEllsberg (@RobertEllsberg) March 30, 2020
Las celdas vienen en muchas formas diferentes. En esta época particular de distanciamiento social, ¿qué podemos aprender de nuestra situación? Por un lado, la inactividad forzada puede ser un tiempo de buscar más profundidad, de explorar nuevos mundos, de estar más atentos al momento presente, de entrar en un espíritu de compasión y solidaridad con el mundo. Incluso el pequeño espacio entre nuestras cuatro paredes contiene muchas mansiones.
Podemos rezar para que nuestras celdas nos enseñen lecciones que nos ayuden a aguantar y regresar eventualmente a un mundo más precioso y hermoso que el que dejamos. Mientras tanto, me animan las palabras de Juliana de Norwich: “Todo estará bien y todo estará bien y todo tipo de cosas estarán bien”.
Fuente:
Publicación “Seeking wisdom from masters of social isolation” de Robert Ellsberg. Tomado del National Catholic Reporter. Traducción libre de Buena Voz Noticias.