La sabiduría de los maestros del aislamiento social

9:00 a.m. | 5 jun 20 (NCR).- El COVID-19 todavía mantiene a millones de personas en el mundo encerradas en sus casas. Al extenderse este período, el aislamiento puede hacerse más difícil, con la posibilidad de otras etapas similares en el futuro. Robert Ellsberg, teólogo y autor de libros sobre santos, ha reseñado un grupo de mentores espirituales que eligieron la soledad -o la tenían impuesta por alguna circunstancia- y nos pueden ofrecer alguna enseñanza para superar la situación. La iniciativa la difundió a través de hilos en Twitter, con el hashtag #MastersofSocialIsolation.

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No fue muy difícil pensar en ejemplos. Para algunos, como la poetisa Emily Dickinson, que rara vez salía de su casa en Amherst, Massachusetts, la soledad claramente se ajustaba a su temperamento.

Sin embargo, como la poesía de Dickinson reveló, su soledad no era un impedimento para “viajar” ampliamente, mientras se mantenía en el lugar. Cada pequeño detalle de la naturaleza se convirtió, para ella, en una apertura a la eternidad. Y como muchos están ahora privados de la oportunidad de asistir a misa, pensé en su poema:

Algunos guardan el sabbat yendo a la Iglesia –
Yo lo guardo, quedándome en casa…
Con un pájaro cantor por coro –
Y un huerto, por cúpula…

Predica Dios, clérigo insigne –
Y el sermón nunca es largo.
Así que en lugar de llegar al Cielo, por fin…
Yo voy yendo todo el tiempo.

No todo el mundo es tan adecuado para el distanciamiento social. Blaise Pascal escribió elocuentemente sobre lo difícil que es prescindir de las distracciones que nos protegen de nuestra soledad esencial en el universo. “Cuando me pongo a pensar en las diversas actividades de los hombres… me doy cuenta que la única causa de su infelicidad es que no sabe cómo permanecer en silencio en su habitación”.

La capacidad de estar tranquilo en una habitación sin volverse loco requiere que desarrollemos una vida interior, una que no esté definida por la actividad externa.

Incluso los padres del desierto, esos maestros de la soledad, advirtieron de los “demonios” interiores que nos asaltan cuando estamos solos. Evagrius Ponticus describió lo que llamó el “demonio del mediodía”: “Obliga al monje a mirar constantemente por las ventanas. Se representa la vida desplegándose durante un largo tiempo, y no deja hoja (de árbol) sin dar vuelta para inducir al monje a abandonar la celda y darse por vencido en la pelea”.

Sin embargo, ofrece un consejo compasivo: Cuando nos encontremos con este demonio, “entonces es el momento con de dividir nuestra alma en dos. Una parte es para animar; la otra para ser animada”.

Es posible que en nuestra “celda” doméstica nos sintamos ociosos e inútiles. Pensé en ermitañas como Juliana de Norwich o Sibilina de Pavía, una dominica ciega que estuvo encerrada en su celda durante 65 años. Ellas no pensaban que estaban dando la espalda a la humanidad. A través de sus oraciones y su testimonio, creían que estaban realizando un importante servicio social. Me hizo reflexionar sobre cómo eso podría alterar nuestra actitud hacia el auto-aislamiento si consideramos que con sólo sentarnos en casa, estamos salvando vidas y sirviendo al bien común.

Pensé en Thomas Merton, que originalmente concibió su huida al monasterio trapense como una forma de “escapar” ante el mundo y todos sus hábitos compulsivos y autodestructivos. Y sin embargo, su actitud cambió. Vio su vocación a la soledad como una forma de testimonio, una perspectiva de solidaridad con la humanidad, un llamado a los demás a reclamar su verdadera humanidad y libertad, y a sacudirse el ruido de las ideologías y la cultura de masas. Y permaneció activamente comprometido con un amplio círculo de compañeros peregrinos a través de su correspondencia y escritos.

Luego, por supuesto, están aquellos cuya soledad no fue una cuestión de elección. Ana Frank, junto con su familia, se vio obligada a pasar dos años escondida en medio de Ámsterdam. Sin salir nunca, manteniéndose quieta todo el día, llevaba un diario meticuloso, no sólo como una distracción sino como un deber, una responsabilidad de rendir su experiencia en los términos más exactos. “Nos veo a los ocho en nuestro “anexo secreto” (de un edificio) como si fuéramos un pequeño pedazo de cielo azul, rodeados de pesadas nubes de lluvia negra”. Y a medida que las nubes se acercaban, ella también sintió que era su deber dar testimonio de los valores que serían necesarios en el mundo algún día -el amor, la esperanza, la creencia de que la belleza y la bondad esencial de las personas son más poderosas que las fuerzas de la oscuridad.

Walter Ciszek, un sacerdote jesuita de misión en Polonia en 1939, fue arrastrado por la invasión soviética y terminó en Rusia, donde fue acusado de espía y pasó más de 20 años en el gulag soviético, incluidos los primeros cinco años en régimen de aislamiento. El mayor sufrimiento de Ciszek vino cuando luchó mentalmente contra la injusticia de su destino. “Esta vida no es lo que pensé que sería… debes perdonarme, Dios, pero quiero volver”.

Pero en la medida en que se abandonó a la Providencia, convencido de que en cada situación estaba exactamente donde Dios quería que estuviera, sintió una sensación de libertad y paz. Así, aprendió que es posible ser sumamente feliz, incluso en una celda de una prisión.

Las celdas vienen en muchas formas diferentes. En esta época particular de distanciamiento social, ¿qué podemos aprender de nuestra situación? Por un lado, la inactividad forzada puede ser un tiempo de buscar más profundidad, de explorar nuevos mundos, de estar más atentos al momento presente, de entrar en un espíritu de compasión y solidaridad con el mundo. Incluso el pequeño espacio entre nuestras cuatro paredes contiene muchas mansiones.

Podemos rezar para que nuestras celdas nos enseñen lecciones que nos ayuden a aguantar y regresar eventualmente a un mundo más precioso y hermoso que el que dejamos. Mientras tanto, me animan las palabras de Juliana de Norwich: “Todo estará bien y todo estará bien y todo tipo de cosas estarán bien”.

Fuente:

Publicación “Seeking wisdom from masters of social isolation” de Robert Ellsberg. Tomado del National Catholic Reporter. Traducción libre de Buena Voz Noticias.

 

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Buena Voz

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