‘The Colbert Report’: Un show de humor y parodia con una lección para los católicos
8.00 p m| 28 ene 14 (AMERICA/BV).- Stephen Colbert ha descubierto la manera de llegar a la gente, y los educadores católicos pueden tomar nota. Desde el debut de su programa satírico de noticias “The Colbert Report”, en 2005, Colbert ha ganado popularidad. Cada noche su programa se abre con el fuerte aplauso de una audiencia que llena el estudio. El espectáculo ha cosechado numerosos premios, entre ellos dos premios Emmy, varias nominaciones adicionales y el honor de haber acuñado “La palabra Merriam-Webster del año” en el 2006: truthiness (Según Colbert, cualidad por la cual una persona pretende saber algo emocionalmente o instintivamente, sin tener pruebas).
¿Qué podemos hacer para ser tan eficaz en la difusión del Evangelio de Jesucristo como Colbert en la difusión del evangelio de Stephen? En lugar de espiar la clase de escuela dominical donde el señor Colbert ha servido como un catequista católico, la sugerencia es estar atentos al espacio donde se desenvuelve con gran habilidad: “al aire”.
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La influencia del señor Colbert va más allá de la introducción de un vocablo a la cultura estadounidense. En un artículo en The New York Times en 2012, Charles McGrath señaló que el conservador y fanfarrón personaje de Colbert estaba empezando a transgredir los límites de su estudio de televisión y de inmiscuirse en el mundo real. Los fans del programa no se limitan a sintonizar para reirse un rato y luego apagar el televisor y olvidarse del show. Toman acción basado en lo que escuchan, y ha influenciado en la cultura norteamericana.
El meteórico ascenso a la fama de Stephen Colbert se ha visto favorecido por su carismática personalidad, su entrenamiento en comedia de improvisación y un talentoso equipo de escritores -ventajas en las que un catequista promedio no puede contar. Sin embargo, hay algo más básico y replicable que subyace a su éxito. De hecho, he llegado a la sorprendente conclusión de que él encarna (involuntariamente, sin duda) una fórmula para una catequesis eficaz ofrecida por San Agustín de Hipona en los siglos IV y V: deleitar, instruir y persuadir.
El entretenimiento
En primer lugar, Agustín dice a los catequistas en “La Doctrina Cristiana” que deben deleitar a su público: “Un oyente debe estar encantado, para atraparlo y hacerlo escuchar”. Este padre de la Iglesia sabía que poco importa si uno habla la verdad cuando el público no se interesa lo suficiente para prestar atención. Una presentación aburrida hace un público menos receptivo y menos probable que vuelva, mientras que una presentación agradable logra que el público esté ávido de escuchar e incluso a volver por más. En resumen, el estilo marca la diferencia.
Agustín practicaba lo que predicaba. Un orador de formación clásica, su “lengua de oro” era conocida por llevar a su audiencia hasta las lágrimas, el aplauso o ambos. La gente hoy en día está igual o más deseosa de entretenimiento que en la época de Agustín, pero lo que encanta a la audiencia cambia con el tiempo. La gente ya no acude a las plazas públicas para escuchar a los grandes oradores, pero millones sintonizan “The Colbert Report” todas las noches, y no es difícil entender por qué. Stephen Colbert resulta muy encantador.
Con un ingenio impecable, ridiculiza las debilidades y errores de los políticos, ensalza sus propias virtudes y se deleita en la decadencia del consumismo y las modas de la cultura pop, todo ello acompañado de gestos y una actitud burlona que mantiene a su público en histeria. Si el torrente de bromas no fuera suficiente para mantener a los espectadores enganchados, Colbert le da variantes al show con un arsenal cada vez mayor de segmentos que se repiten. Estos incluyen el “ThreatDown” en el que identifica las amenazas más recientes al público estadounidense y “The Word”, en el que expone temas de actualidad enfatizados por la aparición de palabras o mensajes sarcásticos en el borde de la pantalla.
En una sesión de “The Word”, Colbert informó sobre la deportación de dos trabajadores inmigrantes, en estado de coma, en un hospital de Iowa, sin que el gobierno hiciera algo al respecto. Después de un clip de las noticias locales, Colbert bromeó sarcásticamente: “Deportados es una palabra tan dura. El hospital simplemente les trasladó a la “Unidad SIN Cuidados Intensivos”. Mientras tanto,”U-SIN-CI” parpadea en la pantalla por encima del hombro de Colbert.
Colbert parece haber encontrado el punto óptimo para el público moderno, con su mezcla de humor y un aluvión de segmentos. Afortunadamente, estos modos de expresión pueden servir igual de bien de herramientas para la evangelización como para la sátira política. Catequistas harían bien en hacer uso de todas las oportunidades que la cultura popular actual presenta para atraer a la gente a la fe católica.
Instruir importa
Agustín también hizo hincapié en la importancia de instruir a la audiencia. Poseer un estilo atractivo es útil para ganar y mantener la atención de la audiencia, el objetivo principal de un educador cristiano no es entretener, sino más bien difundir la verdad salvadora de Dios. El mejor método de enseñanza no es necesariamente el más divertido, sino más bien “uno en el que los oyentes escuchen la verdad y la comprendan”. En este sentido, también, Colbert ha demostrado ser un maestro.
En efecto, el contenido del show puede ser francamente revelador. Durante un episodio antes de la elección presidencial en 2012, Colbert invitó al show a Trevor Potter, el expresidente de la Comisión Federal de Elecciones. Hablando sobre el proceso de organizar una compañía ficticia de Colbert, los dos “de manera accidental” revelaron el hecho de que las empresas pueden donar fondos ilimitados a estas compañías ficticias, que luego pueden ser transferidos a comités de acción política, que a su vez apoyan a los candidatos políticos sin revelar los donantes originales. “¿Cuál es la diferencia entre eso y el lavado de dinero?” Colbert preguntó a Potter. Potter respondió: “Es difícil de decir”.
Jesús no enseñó trivia. Él enseñó “palabras de vida eterna” (Jn 6,68) que transforman a sus seguidores y que conducen a la salvación. El indicador más importante de la eficacia de la catequesis católica será el grado en que nuestros estudiantes no sólo conocen la verdad que Dios ha revelado, sino también “ser verdaderos en el amor”. No podemos esperar que los estudiantes vivan una fe cuyo contenido no conocen ni entienden. Cualquier profesor que descuida la verdad revelada de Dios en sus enseñanzas, está construyendo casas sobre la arena.
El arte de la persuación
Por último, Agustín subraya la necesidad de convencer a la audiencia. Aunque el conocimiento es esencial, la enseñanza se queda corta si el aprendizaje de los estudiantes no afecta a su vida. Esto es eminentemente cierto en el caso de la enseñanza cristiana, cuyo objetivo definitivo es una viva relación con Cristo. El desarrollo de una relación de este tipo requiere que los alumnos interioricen la verdad que han aprendido y tomen la decisión personal por Cristo. Porque, como dice Agustín, la persona que continuamente tiene que ser cautivado con la palabra para hacer lo correcto, aún no ha comprendido plenamente el significado de la verdad de Cristo.
Tal vez lo más impresionante e incluso un poco extraño en Colbert, es su habilidad para persuadir su vasta audiencia a tomar acción. A pesar de que “Colbert Report” es un programa de humor, es evidente en los intercambios, como el mencionado con Potter, y más aún en su testimonio acerca de los derechos de los trabajadores migrantes ante un subcomité de la Cámara Judicial en 2008, que este anfitrión de noticias falsas se propone para su audiencia el tomar acción en el mundo real de la información que presenta. Cuando Colbert quiere que sus espectadores hagan algo, no se conforma con una sugerencia vaga e inocua. Él les dice explícitamente lo que se debe hacer… y lo hacen .
En 2006, por ejemplo, Colbert proclamó en tono de burla desde su púlpito de escritorio, que gracias a la Wikipedia, si suficientes personas están de acuerdo en algo, se convierte en realidad. Para probar su punto, instó a los espectadores a modificar el artículo de Wikipedia sobre elefantes al decir: “La población de elefantes en África se ha triplicado en los últimos seis meses”. La respuesta fue tan inmediata y abrumadora que Wikipedia tuvo que restringir la edición de la página para evitar más cambios .
La catequesis católica ha estado notablemente menos eficaz en ese sentido, tanto es así que el Concilio Vaticano II, en la “Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Moderno”, lamentó la “separación entre la fe que muchos profesan y la vida cotidiana”, como uno de los problemas más graves de nuestra época. No es suficiente enseñar a los estudiantes sobre Jesús y su Iglesia, o incluso lo que esa enseñanza tiene que ver con sus vidas. Los catequistas deben convencerlos de que Jesús es digno de ser amado y la forma de vida a la que nos llama es digna de ser vivida. Y no hay ningún argumento más convincente que el testimonio de la propia fe vivida del profesor. Al ofrecer un modelo de discipulado como tal y trayendo preguntas y preocupaciones existenciales de los estudiantes en el diálogo con las enseñanzas de la Iglesia, los catequistas les proporcionan la hoja de ruta necesaria para traducir su aprendizaje en su vida cotidiana.
Entonces, ¿cómo Colbert ha sido tan eficaz para llegar a su audiencia? ¿Cómo podrían los catequistas católicos hacer lo mismo? En una frase, apelando a toda la persona. Cuando Jesús nos invita a seguirle, nos instó a hacerlo con nada menos que nuestro ser completo. Él ordenó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Mc 12:30; cf. Lc 10:27). Si queremos que nuestros estudiantes busquen a Cristo con todo su ser, tenemos que hacerlos participar en la plenitud de su ser -corazón, mente y voluntad.
San Agustín hace mucho tiempo ofreció una fórmula para hacer precisamente esto: encantar el corazón, instruir a la mente y persuadir la voluntad. Stephen Colbert ha demostrado que esta fórmula sigue siendo eficaz en nuestro tiempo. Si catequistas católicos aplicaran las lecciones del éxito de Colbert para su propia obra de la evangelización, nuestro país podría convertirse no sólo en una “Nación de Colbert”, sino en un pueblo de Dios.
Fuente:
Truth and Truthiness. Texto de Patrick R. Manning, estudiante del doctorado en Teología y Educación en Boston College. Publicado en America Magazine.