Retrato de un Papa soñado
4.00 p m| 19 feb 13 (ALEGRE CANSANCIO/BV).- Que conozca el mundo y dialogue con la cultura actual, que transmita optimismo y esperanza, que sea capaz de retomar lo pendiente del Vaticano II, que sea libre y universal, que actúe siempre con humildad y que se le pueda recordar por su cercanía a los pobres. Esos son algunos de los rasgos que desarrolla Pedro Miguel Lamet en su propuesta de perfil ideal para el próximo Papa.
1. Un hombre que haya despertado. Es decir un hombre de Dios, de oración y a ser posible de experiencia mística. Entiendo por “despertar” alcanzar una luz interior que le permita, por encima de la norma y el encorsetamiento canónico, mirar más allá de la curia, los dogmas, el Derecho y las convenciones para hacer caso al Espíritu, que “sopla donde quiere”.
2. Un hombre de mundo. Ser un hombre de mundo no significa “ser del mundo”, sino estar en el mundo con conocimiento del mismo. No un papa de gabinete, encerrado en su santuario y aislado de la vida. Tampoco un papa de viajes preparados en los que no acaba de salir de la burbuja y hablar con la gente real. Un papa que no sólo hable, sino que sepa escuchar y, sobre todo, que dialogue con la cultura actual.
3. Un hombre que sepa sonreír. Recuerdo que durante la elección de Juan Pablo I y Juan Pablo II un comité americano para la elección de un papa puso como condición que supiera sonreír. Ambos, y también Benedicto XVI, supieron sonreír. Pero más allá de una expresión del rostro, el mundo necesita optimismo y esperanza frente a tantos catastrofismos.
4. Un hombre valiente, que no tenga miedo a las reformas. Se ha dicho que Benedicto XVI no ha podido hacer los cambios que pretendía en la curia y según expresión del director de L’Osservatore Romano que estaba “rodeado de lobos”. Hace faltar vigor espiritual y físico para emprender las reformas que necesita la Iglesia.
5. Un hombre del Vaticano II. A los cincuenta años del Concilio todos los especialistas serios afirman que hay asignaturas pendientes en su realización. Frente a la involución actual y una actitud a la defensiva de parapetarse en los castillos de invierno ante una sociedad considerada enemiga de la Iglesia, hay que volver a la plaza pública y recobrar el concepto de Pueblo de Dios, de Ecumenismo, de Libertad, de independencia de los poderes públicos, de no pretender bautizar las instituciones civiles, de ofrecer el mensaje de Jesús sin imponerlo. Que no tenga miedo, si es necesario, de convocar un nuevo concilio. Y sobre todo que de importancia a la Colegialidad.
6. Un hombre libre. Se deduce de ese despertar interior del primer punto. Pero el oficio de papa está lleno de condicionamientos para el que se sienta en la Sede Apostólica. Ha de mirar sobre todo a su conciencia y delante de Dios tomar decisiones. El último acto de Benedicto XVI ha sido en este sentido un maravilloso ejemplo.
7. Un hombre con buena salud. Ni muy viejo ni muy joven. Psicológica y físicamente maduro con capacidad física y espiritual para afrontar los desafíos de un tiempo difícil. De 65 a 75, diría yo y en forma para durar como papa al menos una década, no más.
8. Un hombre universal. Evitaría que perteneciera a familia o movimiento religioso alguno, para que sea de todos. Me inclinaría, si es que existe el candidato con las demás cualidades, que perteneciera al Tercer Mundo, particularmente a América Latina donde vive casi la mitad de la catolicidad.
9. Un hombre humilde. Aunque está incluido en el pack de santo, especifico la humildad y sencillez, porque cargo tan importante puede provocar orgullo, seguridad y prepotencia y sólo la humildad, la desaparición del yo, permitirá que Dios actué a través de él.
10. Un hombre amigo de los más pobres. Todas las bienaventuranzas se pueden resumir en “los pobres son evangelizados”. El nuevo papa debe tener en el corazón sobre todo el lado oscuro del planeta, el que no cuenta, el del hambre y la injusticia. Quizás sea prematuro, pero ¿para cuando los palacios vaticanos llegarán a convertirse en museos y él papa se traslade a una vivienda sencilla, deje de viajar como jefe de Estado y deje de tener embajadas en todo el mundo? Pero al menos no sería poco que al final de su pontificado se le pudiera llamar “el papa de los pobres”.
Artículo publicado en el blog “El alegre cansancio” de Pedro Miguel Lamet.