Todos somos colaboradores de la ‘Missio Dei’ (P.General Jesuitas en Lima)
La presentación de Cardó imprimió un tono cálido y sonriente a la reunión. Además de los “generales de ley” convencionales (dónde nació, estudió, trabajó, etc) mencionó que una de las ideas predominantes del P. Nicolás era la de Dios como fuerza de los pobres y del misionero, y que esa era una intuición arraigada en una experiencia suya en Filipinas en la que escuchó a una señora decirle a otra: mira, tengo dificultades con mi marido y no sé qué hacer; no se si divorciarme o qué… Y que la respuesta de la otra señora fue: …vamos a la iglesia porque a nosotros los pobres sólo Dios nos apoya. La idea lo impresionó y coincidió con la vieja intuición ignaciana: Solo Dios es la fuerza para el servicio desinteresado.
Más adelante Cardó despertó sonrisas primero y luego risas cuando dijo… y les presento al papa negro. Si, el papa negro de la leyenda negra sobre los jesuitas… y de la leyenda dorada también. Papa negro porque mientras que el papa viste de blanco el superior de los jesuitas vestía un hábito talar negro. En ambos casos la idea es de que se trata de alguien con poder… Como el papa, se trata también de una designación de por vida, aunque el P. Kolvenbach obtuvo una modificación reciente para que en lugar de decir ad vitam diga ad vitalitatem (mientras tenga vitalidad). Y terminó diciendo, dejo con ustedes al papa negro cuya sonrisa, como ven, nos ha ganado el afecto.
A continuación un extracto del discurso del P. Adolfo Nicolás:
Lo de papa negro no se lo tomen muy en serio. La primera vez que fui a África un laico africano me dijo que estaba muy desilusionado porque le habían dicho que venía el papa negro y “usted no es negro”.
Regresando al tema central, en la Compañía se han incorporado el tema de la colaboración de los laicos de manera creciente desde la Congregación General CG 35 (2008). Ahora está en curso una reestructuración de los Secretariados. Además del de Educación, que hoy no reside en Roma, están los de Servicio de la Fe, Promoción de la Justicia y Colaboración; los tres con sede en Roma. Como vemos, la Colaboración es muy importante para nosotros, y también es muy importante para toda la Iglesia.
Antes del Concilio Vaticano II el espacio de participación de los laicos era la Acción Católica: colaboración en el ministerio de los obispos. En el centro estaba el clero, obispos y sacerdotes, y los laicos colaboraban. Con el Concilio la perspectiva cambió. Vista la Iglesia como Pueblo de Dios (pueblo sacerdotal; cada cristiano sacerdote, profeta y rey en Cristo) la misión era de todos.
Tomó luego un tiempo, pero el siguiente paso ha sido tomar conciencia de que todos somos colaboradores en la obra de Cristo. La CG34, hace casi 20 años, dice expresamente que nuestra misión es participar de la misión de Cristo.
Más recientemente, hemos comenzado a hablar de Missio Dei, también Benedicto XVI lo hace. No es la misión del Papa o los obispos, ni de los jesuitas, franciscanos, neocatecúmenos, o heraldos. Es la Misión de Dios; misión a la que todos somos llamados de la misma manera y de la que todos somos colaboradores; la línea horizontal es cada vez más clara y reforzada teológicamente. Esta Misión no la determina ningún grupo. No hay una misión jesuita en la que nosotros seamos jefes. Dios elige la Misión y Él suscita sus colaboradores. La llamada a la colaboración libera energías.
La existencia de sacerdotes y religiosos que quieren dedicarse totalmente a la misión es un fenómeno muy positivo que nos tiene que dar alegría. Cierto que ha habido una disminución del clero, pero junto con la disminución del clero, hay un enorme crecimiento de vocaciones laicales. También esto nos debe dar mucha alegría. No estamos en competencia, la competencia no parece un rasgo demasiado cristiano sino más bien marketero. Por otro lado, yo no he visto ninguna carrera para ir hacia los pobres… no hay congestión de tráfico ahí; entre los llamados a la misión es que debemos escoger nuestros roles, es la comunidad la que conoce a la gente y es la comunidad quien debe definir quién sirve dónde. Nosotros los jesuitas podemos colaborar en la formación y en el distribuir responsabilidades para el trabajo; lo que en inglés se dice empower; a mi me suena mejor dar responsabilidad, dar fuerza, que dar poder; y lo debemos hacer con generosidad pues ahí está la clave.
Una de las responsabilidades es la función de celebración. Celebrar el hecho de que no estamos solos. Me tocó ir a Australia para celebrar los 150 años de la provincia sj (porque era a la que yo pertenecía) y aunque no tenían nada sino 150 jesuitas, el banner decía “Una misión para 2 mil personas”; 2 mil era el número de laicos colaboradores.
Missio Dei define el qué; pero ¿cómo se define el quién? Ese es otro cambio que ha habido recientemente, muy dinámico. El cambio en el sujeto apostólico. ¿Quiénes son los que hacen el apostolado, sobre todo en obras consideradas específicas? En las obras que se han considerado específicas de la Compañía (los colegios y universidades) hoy la gran mayoría son laicos, a veces del 90 al 95%.
Con 700 entre profesores y administrativos y solo 15 jesuitas podría ser muy abstracto decir que es una obra de la Compañía de Jesús; ¿los jesuitas donde están? hay que buscarlos debajo de las piedras. Pero la comunidad apostólica es la comunidad de todos los que trabajan en la obra; todos los comprometidos con la obra. Y para que sea real y auténtico y garanticemos la visión de un centro (tanto educativo como social), es necesario formar y preparar la comunidad, los laicos. Cursos de formación.
¿Cómo se estructura ese sujeto apostólico? En Loyola se reflexionó este tema y lo laicos señalaron que para que haya una comunidad apostólica de verdad hacen falta ciertos rasgos :
• Misión compartida, y la visión también. Si no, nos dispersamos y cada quien va por su lado.
• Compromiso, no solo personal sino comunitario en función de una transformación social. Es estimulante ver que en el Agustino todo era respuesta a retos sociales y cómo la parroquia ha ido respondiendo de una manera creativa y dinámica. En el mundo moderno se habla mucho de individuos; el individualismo es muy fuerte. Menos fuerte aquí en América Latina, y también en Asia y África; pero por todas partes está entrando. Las técnicas de marketing refuerzan al individuo que es quien consume. Pero para el cambio social necesitamos perspectivas más amplias. Solo cuando nos transformamos todos puede haber una esperanza de mundo mejor para todos.
• Unidad, necesitamos que el equipo apostólico forme una comunidad. Para nosotros ya es un reto, replicarlo supone un reto mayor. Debo dejar de lado mis ideas brillantes si no son compartidas pues pueden dividir en vez de reunir.
• Fe compartida, formación común, compartir convicciones profundas. Avanzar juntos; vivimos en un mundo muy plural, gente que se ha alejado o cree muy poco en la iglesia, o tiene otras religiones. Yo creo que esto no tiene que ser una dificultad total; debemos ser capaces de hablar de lo profundo. No sentarnos a hablar cada uno de su fe, pero si podemos hablar de qué es la educación y por qué nos preocupa. En mi experiencia, budistas convencidos resultaron los mejores profesores de nuestra universidad católica en Tokio, por su dedicación y formación. Ellos no encontraron en el budismo una filosofía de la educación y desearon trabajar y aprender con nosotros. Me impresionó conversar con uno de ellos en la celebración de sus 25 años en la universidad; me dijo que estaba muy contento porque los jesuitas ahora son menos “y por tanto me piden más colaboración. Cuando antes me ofrecí a tomar más responsabilidades me dijeron que yo preparara bien mis clases y que ellos se encargarían de todo lo demás”. Esta colaboración se puede dar con todos, cristianos y no cristianos. Y gente de dentro, de muy de dentro de la iglesia o que ya están casi fuera o fuera de la iglesia. Hablar de lo profundo no es discutir sobre religión sino sobre cuáles son nuestras más profundas convicciones, qué es lo que nos mueve y eso se ve.
• Celebrar juntos los éxitos y los fracasos de la misión, sentido de común unión. Alegrías y fracasos; todos experimentamos fracasos, en el matrimonio, en la educación de los hijos, en el trabajo y no sabemos qué hacer. Nadie sabe cómo integrar un fracaso. Pero el fracaso implica una dedicación que no ha encontrado eco; esa dedicación es un motivo para celebrar. Trabajar con los pobres siempre trae fracasos, la sociedad no cambia rápido y los cambios son parciales, limitados. Darnos ánimos, sabernos acompañados y apoyarnos para continuar. Si celebramos solo los éxitos, ¿qué hacen con el tercer hijo? Yo soy el tercero de mis hermanos: al primero le exigieron de más, al segundo lo compararon con el primero, y al tercero lo dejaron en paz. Así a los terceros, a los menos inteligentes, les clavamos un complejo que los hará sufrir muchísimo y tendrán conflictos de identidad y luego sentirán que no sirven para nada y eso se irá transmitiendo de sus hijos a sus hijos. No, el fracaso, como toda dificultad, es una fuente de crecimiento. El cristianismo puede decir felix culpa. Reconocemos que incluso el pecado puede permitirnos mejorar, todo puede ayudar, transformándose en algo positivo.
Si queremos garantizar un futuro apostólico de colaboración debemos pensar en estas condiciones:
• Inclusión; incluir a todo mundo, a quien tenga corazón,
• Diferenciación; distribuir funciones; no confundir la democracia con la igualación de todos; todos iguales y sin esperanzas.
• Formación, de los que entran en esta visión, los que se sienten llamados y sienten que su corazón está con nosotros. Selección del personal por la capacidad de contribuir, no solo talento sino capacidad de dar e inspirar, acompañar.
• Clara corresponsabilidad, todos deben tener acceso a todas las responsabilidades. En las obras de la Compañía están eliminándose las cláusulas que reservaban la dirección a los jesuitas; el director debe ser el más capaz. Se requiere de desprendimiento de nuestra parte de estructuras que ya no son de sentido común. Si lo que queremos es mejorar nuestro servicio, el criterio debe ser la cualificación de ese servicio. Los laicos suelen aportar profesionalismo; los jesuitas aportamos también, pero otras cosas. Por otro lado, esto significa que los jesuitas recuperamos libertad para hacer otras cosas para las que tenemos más facilidad.
• Sistema de evaluación serio, lo subrayo porque en el clero no es corriente evaluar. Tendemos a personalizar la evaluación. Siempre que se habla de evaluación, el sacerdote dice “¿qué, no lo estoy haciendo bien?”. Y no se trata de uno sino del servicio. Nos identificamos tanto con la misión que se nos hace difícil ese desapego que quiere San Ignacio para ver la misión con mayor claridad: institucionalización
En resumen, la colaboración de la que hablamos trata de la participación en la misión de Dios en la que todos estamos comprometidos y en la que Dios tiene la última palabra.
Texto de Juan Fernando Vega Ganoza y Gabriela Vega Franco.
Dios quiera que se pueda trascribir la versión completa de todos los discursos del Padre General y puedan publicarse. Son de gran interés para todos.
Beatriz Hart Gaige
Muy interesante
Me gustó este parrafo:
"La colaboración de la que hablamos trata de la participación en la misión de Dios en la que todos estamos comprometidos y en la que Dios tiene la última palabra"
Y no dejemos de hacer notar la gran noticia del nuevo papa Francisco I, ya que es jesuita y nos ayuda con la labor de Dios en la tierra.
Dios es nuestro alimento y fortaleza en aquellos momentos de inseguridad, duda y deseperación de aqui se desprende el ser humano y esto lo comprende Dios por eso siempre esta abierto a escucharnos y brindarnos su mas grande sabiduría, para que reflexiones, hagamos un alto en el camino y podamos evaluar las mejores opciones en favor de nuestro bienestar
Solo Dios es nuestro refugio, nuestro consuelo y nuestra salvación.
Aqui estamos los Nuevos y Antiguos Alumnos Jesuitas, listos para mostrar a Dios nuestra devoción y nuestra FE.