¿Cómo impacta en comunidad trans el mensaje del Papa?
6:00 p.m. | 12 oct 22 (RNS/BV).- Aunque los pasos de apertura y acogida de Francisco hacia la comunidad LGBTQ no han cambiado la doctrina de la Iglesia, fuera de los círculos vaticanos han brotado frutos importantes. El sacerdote Andrea Conocchia -de una parroquia en Roma- se ha hecho conocido por servir a una comunidad particular: un grupo de mujeres trans cuyas vidas ha logrado cambiar tanto práctica como espiritualmente. Por invitación de la Santa Sede, a lo largo de este año, Conocchia ha llevado varios grupos de personas LGBTQ a conocer al Papa y a recibir atención médica. Según el sacerdote, un mensaje de ánimo y respaldo de Francisco lo ha motivado aún más, a pesar de la resistencia que encuentra en su entorno.
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La iglesia de la Santísima Virgen Inmaculada se asoma al Mediterráneo desde Torvaianica, una ciudad costera a sólo 30 kilómetros de Roma conocida más por las incursiones de la mafia, las drogas y el tráfico sexual que por sus paisajes. El párroco, Andrea Conocchia, prefiere andar en buzo y con una camiseta en la que se lee “Dios es grande y Jesús me ama”, un regalo por el 25 aniversario de la celebración de su primera misa.
En una conversación con el portal católico Religion News Service, Conocchia dice que le gustan mucho las liturgias, las misas y las procesiones, pero que prefiere un ministerio inmerso en su comunidad. Sus principales herramientas como sacerdote parecen ser su coche de color naranja y su celular, que irrumpe constantemente con mensajes de WhatsApp. Su oficina preferida es la cafetería con vistas a la playa, junto a la plaza principal de Torvaianica. “Soy sacerdote, pero no solamente en el altar, soy un sacerdote ahora mismo”, explica mientras prepara tazas de café y trozos de tarta de mermelada en la cafetería para el personal encargado de la limpieza después de las fiestas.
Pero en los últimos dos años, Conocchia se ha hecho conocido por servir a una comunidad particular que lo encontró poco después de llegar a la iglesia de la Santísima Virgen: un grupo de mujeres trans cuyas vidas ha cambiado tanto práctica como espiritualmente. Desde abril, por invitación del Vaticano, Conocchia ha llevado a cuatro grupos de personas LGBTQ a conocer al papa Francisco y a recibir la atención médica necesaria. Los viajes, dijo, han permitido a los padres que sufren por la sexualidad de sus hijos puedan encontrar la redención. Desde que se dio a conocer por su trabajo en Torvaianica, lleva a cabo sesiones de oración a través de Zoom con católicos LGBTQ privados de sus derechos a lo largo de Italia.
Las mujeres trans de Torvaianica buscaban a Conocchia principalmente por necesidad. La mayoría de ellas son trabajadoras sexuales y se han quedado sin clientes, y por tanto sin ingresos, a causa de la pandemia. Como muchas son seropositivas, corren un mayor riesgo de sufrir enfermedades graves. Como inmigrantes, no podían beneficiarse del sistema sanitario italiano. “Cuando llegó la pandemia, las personas trans tuvimos que tocar puertas porque no teníamos nada que comer”, dijo Claudia Salas en una mezcla de italiano y su español nativo de Argentina. “Cuando fui a la iglesia, me cerraron la puerta”, dijo sobre una parroquia cercana. “Me sugirieron ir a la parroquia de Torvaianica”.
“Don Andrea fue el único que nos acercó a Dios”, dijo Salas, mientras su angustia se desbordaba repetidamente en lágrimas. Dice que Conocchia les llevaba pasta, verduras y otros productos básicos a sus casas. Después de conocer al sacerdote, Salas, que hizo la transición cuando tenía 11 años, instó a otras mujeres trans a acudir a la parroquia de Torvaianica. Conocchia había llegado a esta parroquia meses antes, proveniente de una pequeña capilla en Lido dei Pini, a media hora de la costa. Dada la escasa capacidad de la capilla, dijo, pasaba gran parte de su tiempo predicando en las calles; fue en Lido dei Pini donde cambió la sotana por los pantalones y la camiseta, más prácticos.
Torvaianica fue un shock al principio. “Todo estaba cerrado”, dice. “Era como entrar en un monasterio de clausura”. Cuando la pandemia se abatió sobre Italia, el gobierno exigió que las iglesias cerraran. Conocchia obedeció hasta que una mañana, después de decir misa a las religiosas que viven en el complejo eclesiástico, vio una fila de personas en la plaza de la iglesia. “Eran familias, personas que dependían del trabajo no declarado o estacional, inmigrantes, y entre la multitud había tres mujeres trans”, dijo. A pesar de los temores de contagio del COVID-19, sobre todo a su anciana madre, que vive con él, abrió las puertas. El segundo día había cuatro mujeres trans, dijo; el siguiente, ocho.
Al principio, ofreció a las mujeres trans comida y dinero a través de la sección local de Cáritas. Ayudó a Salas a documentarse y a encontrar trabajo como limpiadora, costurera y cocinera para sacarla de la calle. A medida que el número de mujeres crecía, se le ocurrió la idea de que escribieran al Papa. Le dijeron que les daba vergüenza describir sus vidas al Papa. Varias lloraron al pensar en ello. Pero las cartas llegaron a Roma y, en abril de 2020, el Papa envió dinero y alimentos a la iglesia a través del cardenal Konrad Krajewski, el limosnero papal, el dispensador oficial de la filantropía de Francisco. Este polaco de 58 años es conocido por sumergirse en las alcantarillas para restablecer la electricidad en los campos de refugiados en Roma. Más recientemente, Francisco envió a Krajewski a Ucrania, donde se reunió con refugiados y bendijo fosas comunes.
Desde el principio de su pontificado, Francisco ha adoptado una postura inédita respecto a las cuestiones LGBTQ, empezando por su respuesta en 2013 a una pregunta sobre los sacerdotes homosexuales: “¿Quién soy yo para juzgar?”. Se ha reunido con un hombre trans español y su pareja en el Vaticano y ha elogiado el trabajo del reverendo James Martin, el jesuita estadounidense que aboga por la inclusión de los católicos LGBTQ. El año pasado, poco después de que la oficina de doctrina del Vaticano emitiera un documento que calificaba de pecado la bendición de las parejas del mismo sexo, Francisco reorganizó el dicasterio y destituyó a los responsables.
Francisco no ha llegado a cambiar la enseñanza católica, que sigue considerando la homosexualidad como “intrínsecamente desordenada”. Ha calificado la teoría de género como una forma de “colonización ideológica”, especialmente cuando se enseña en las escuelas. Si se compara con esta postura doctrinal, los pasos del Papa hacia la apertura a la comunidad LGBTQ son meros gestos, pero fuera de los círculos vaticanos se han visto como algo revolucionario.
En la Pascua de 2021, Krajewski llamó a Conocchia para decirle que llevara a las mujeres trans y a otras personas necesitadas al Vaticano para que recibieran las vacunas COVID-19 y se hicieran chequeos médicos. Cuando llegó a las puertas de la Ciudad del Vaticano con dos autobuses, los funcionarios de la Santa Sede preguntaron al Papa si debían permitirles entrar. Francisco ordenó que los admitieran, diciendo: “Pregunten sus nombres, consulten qué es lo que necesitan, pero no les pregunten por su sexo”, según el activista Juan Carlos Cruz, amigo del Papa.
Al día siguiente, en la audiencia papal, Conocchia hizo avanzar a las mujeres para que conocieran al pontífice. “Cuando toqué su mano, me quedé sin palabras”, dijo Minerva Motta Nuñes. Le ofreció una taza de cuero tradicional de Perú, donde ella nació. Después, dijo, el Papa le alentó: “Sigue adelante, continúa en este ministerio, lo estás haciendo bien”. El sacerdote dijo que la aprobación del Papa le ha dado un nuevo impulso, sobre todo después de que sus esfuerzos por abrir la iglesia a la comunidad LGBTQ han provocado reacciones negativas. Algunos en Torvaianica se enfadaron porque las mujeres trans recibieron la vacuna antes que otros residentes. Conocchia admite que no es raro que miembros reacios de su comunidad le pregunten casualmente cuánto tiempo cree que estará en la parroquia.
Dos sacerdotes locales, ambos de África, apoyan al Papa y su mensaje de inclusión, pero afirman que centrarse en cuestiones de sexualidad parece terriblemente desconectado de la demanda de alimentos, medicinas e independencia económica en sus países de origen. El reverendo Blaise Mayuma Nkwa, del Congo, donde hay más católicos per cápita que en cualquier otra nación de África, no quiere ir a los viajes de Conocchia en compañía de las mujeres trans. Cuando sale el tema en la comida, el sacerdote, por lo demás alegre, se queda callado.
El reverendo Omero Mananga, adjunto de Conocchia, muestra tanto respeto como escepticismo. Le preocupa explicar la visión de Francisco al núcleo de ancianas de la parroquia. Conocchia contesta con una pregunta: “¿Qué pasará cuando nuestras ancianitas mueran?” antes de responder, sobre todo para sí mismo: “Se acabará todo… predicando a nadie en capillas vacías”. Según datos de 2021 de la agencia italiana de estadística, ISTAT, más del 30% de los que asisten a misa una vez a la semana tienen más de 75 años. El mismo informe constata que, incluso en la Italia católica, sólo el 19% de las personas asiste regularmente a los servicios religiosos. “No podemos volver atrás”, dijo Conocchia una tarde después de presidir funerales consecutivos. “El papa Francisco ha empujado a la Iglesia en una nueva dirección, y me preocupa lo que pasará si volvemos a las viejas costumbres”.
Las mujeres trans sienten la división entre la visión de Francisco y la realidad de la iglesia de manera diferente. Nuñes fue criada como católica pero evita ir a misa por miedo a ser juzgada. “No puedo desvincularme de lo que hago”, dijo aludiendo a su trabajo como prostituta, “porque siempre me encuentro con el prejuicio de la gente y de la iglesia”. Salas se hizo eco de este sentimiento de rechazo. La gente en las bancas de la iglesia le da la mano en señal de paz, pero no la mira cuando pasa por la calle.
Pero Marcella Demarco Muñiz dijo que cuando la hicieron pasar al frente en la audiencia general para conocer a Francisco en abril, él le dijo en español: “No te preocupes, todos somos iguales a los ojos de Dios”. Si pudiera, dijo, lo visitaría en cada audiencia general. Ellas creen que el mensaje de inclusión de Francisco está cambiando poco a poco la Iglesia. “El Papa ha abierto muchas puertas”, dijo Nuñes. Demarco dijo que amaba a San Juan Pablo II y recuerda sus visitas a Sudamérica cuando era joven. “Pero el papa Francisco lo es todo para nosotros”, dijo. “Él es de Sudamérica y tiene una forma de relacionarse con todo el mundo”.
“Él avanza como avanza el mundo”, añadió. Si es así, será porque la visión de Francisco se traduce en cambios como lo que ha ocurrido en esta parroquia. Conocchia admite que ha establecido un nuevo estándar para los católicos LGBTQ en Italia que desean reconciliarse con la Iglesia. Después de que su apertura hacia las mujeres trans apareciera en varios periódicos, otros grupos de toda la península se pusieron en contacto con el sacerdote en busca de consejo.
En el almuerzo con sus compañeros sacerdotes, meditando sobre el futuro de la Iglesia, Conocchia se había quedado algo desanimado. Pero mientras se aleja con el tintineo de sus llaves, vuelve a su habitual alegría. “No les gusta cuando lo digo”, dice, “pero esto no es una reforma. Es una revolución”.
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Fuentes
Traducción libre del artículo de Claire Giangravé publicado en Religion News Service / Fotos: Federico Manzoni (RNS)