Lectorado y acolitado femenino ¿un paso adelante?
11:00 a.m. | 30 ene 21 (LN/RD).- A inicios de enero el Papa modificó una ley canónica para que las mujeres también puedan ser acólitas y lectoras en las misas, reconociendo en forma institucional una práctica que se da en muchas partes del mundo desde hace décadas. Si bien algunos medios resaltan el cambio como un avance en el rol de la mujer en la Iglesia, varias laicas y religiosas -aunque agradecidas por formalizar esa práctica- señalan que más que un paso adelante, es solo una puesta al día que se debía tiempo atrás. Reunimos reacciones y comentarios.
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A través del motu proprio “Spiritus Domini”, el Papa modificó el primer párrafo del canon 230 del Código de Derecho Canónico, que se había quedado atrás porque especificaba que solo podía haber lectores y ayudantes en el altar de “sexo masculino”, porque por tradición esas tareas eran parte de la preparación para el sacerdocio. Y estableció que las mujeres pueden acceder a estos ministerios mediante un acto litúrgico que las institucionaliza.
El exarzobispo de Buenos Aires explicó que aceptó las recomendaciones que surgieron de varias asambleas sinodales y destacó que estos ministerios laicos son “esencialmente distintos del ministerio ordenado recibido en el sacramento del orden”, diferenciando así este rol del de un sacerdote, vedado para las mujeres en la Iglesia católica.
En una carta dirigida al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal español Luis Ladaria, difundida junto al motu proprio, Francisco explicó las razones teológicas de su decisión, enmarcada en “en el horizonte de renovación trazado por el Concilio Vaticano II, en el que se siente cada vez más la urgencia de redescubrir la corresponsabilidad de todos los bautizados en la Iglesia, y de manera especial la misión de los laicos”.
ENLACE. Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Spiritus Domini (completo)
La plena ciudadanía de las católicas
Hay quien puede ver este cambio como mero maquillaje que tapa las ojeras de una desigualdad manifiesta en el seno de la comunidad católica. Cuando se mira a un lado y a otro de la plaza pública, se vislumbra una Iglesia a años luz en el lugar que le corresponde a la mujer, y cualquier ciudadano de a pie puede llevarse las manos a la cabeza si constata que Roma ha esperado a 2021 para “legalizar” que una mujer puede repartir la comunión o leer un salmo en el altar. Más aún, se sorprenderían si se adentraran en algún templo para descubrir las reticencias de algunos ministros ordenados para entregarles el copón, aun cuando no les queda más remedio.
La realidad es que todo podría haber seguido igual. Pero Francisco ha dado un paso al frente para hacer ley de una costumbre, una de las fuentes tradicionales del derecho. Y lo hace con una variación nada anecdótica, sino con un paso significativo –aunque sepa a insuficiente– en materia de sinodalidad, tanto que pone en valor los dones de cada bautizado y bautizada y, por tanto, la corresponsabilidad. Es más, tras este paso, se abre una rendija para la participación y desarrollo de los ministerios laicales, con el diaconado al fondo.
¿Un paso adelante?
En realidad, aunque sea necesario modificar los cánones para que la ley acompañe la práctica, la presencia de las mujeres en estos servicios ya es de larga data. Sin esa presencia, ¡cuántas celebraciones litúrgicas serían imposibles! Las mujeres son las que en su mayoría participan de la liturgia y las que ejercen casi todos los servicios. Por lo tanto, podría entenderse que más que un paso adelante debería ser el ponerse al día en la “deuda pendiente” que la iglesia tiene con las mujeres en esto (y en tantos otros aspectos).
La carta dice que “La variación de las formas de ejercicio de los ministerios ordenados, no es la simple consecuencia en el plano sociológico de adaptarse a las sensibilidades o a las culturas de las épocas y de los lugares, sino que está determinada por la necesidad de permitir a cada Iglesia (…) a vivir la acción litúrgica, el servicio de los pobres y el anuncio del Evangelio”. Hay tanto temor al plano sociológico como si Jesús no se hubiera “encarnado” en lo concreto de un pueblo y unas costumbres, es decir, si no se hubiera hecho historia humana donde tenemos que descubrirle y entender la presencia de su espíritu. No acabamos de superar esa división de planos, donde la realidad parece alejada de lo divino y lo divino no sabemos de dónde saca sus reflexiones (leer aquí el artículo completo).
Jóvenes, laicas y preparadas para servir en el altar
Paula Vega, joven profesora de Religión y estudiante de Teología, acoge con alegría Spiritus Domini: “El gesto del Papa no ha sorprendido a muchos, ya que es algo que se venía haciendo en la práctica. No obstante, es de agradecer el reconocimiento institucional, pues espero que anime a todas las comunidades católicas del mundo a seguir contando con las mujeres para realizar esta y otras tareas. Ahora podremos decir que, de forma oficial, un servicio que se reserva para los laicos podrá ser realizado, por fin, por todos los laicos, ya sean hombres o mujeres. Es un pequeño paso en el camino que aún estamos recorriendo hacia la sinodalidad” (leer aquí artículo completo).
Rosa Ruiz, que preside cada lunes la celebración de la palabra en su parroquia en España, acoge la noticia “con un sentido positivo, pero con cierta tristeza”. “Si Francisco quiere expresar con la ley un cambio doctrinal y de mentalidad que hace mucho tiempo se da en la vida de la Iglesia, adelante. Ahora bien: ¿realmente es un paso adelante que para ser lector/a o acólito/a tengas que recibir un permiso especial e incluso un ritual propio? Ese no es el camino. Es decir, no se trata de clericalizar también a los laicos, hombres y mujeres, sino desclericalizar a la Iglesia, ampliar la mirada vocacional y ministerial”, argumenta (leer aquí artículo completo).
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Fuentes:
Revista Vida Nueva / La Nación / Religión Digital / Oficina de Prensa Vaticana / Foto: CNS
me parece muy bien la participacion de la mujer , interesante articulo