América Latina nuevo epicentro de la pandemia
8:00 p.m. | 30 jun 20 (VATN).- Nuestra región se ha convertido en el epicentro de la pandemia. Según cifras de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) la cantidad de infectados supera los 2.5 millones (más del 25% mundial), y los fallecidos llegan a más de 100 mil. Y si no hay ajustes importantes, las proyecciones son de temer. En una entrevista a uno de los especialistas científicos del Vaticano, Salvador Moncada (Honduras), se explica que el pico de contagios aún no se alcanza, y que las próximas semanas serán un desafío para nuestros países. El diálogo, junto a otros artículos, analizan el panorama latinoamericano actual desde lo ético en la toma de decisiones políticas y el estado de lo sanitario, y brindan testimonios que exponen la complicada realidad.
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Precariedad del sistema sanitario: factor decisivo (entrevista)
Un factor en el crecimiento del contagio en el continente es el hecho que el sistema sanitario público deja mucho que desear. No han podido abastecerse de suficientes pruebas de diagnóstico, elemento fundamental en el poder detectar el contagio y poder separar los contagiados de los demás enfermos. Y no solo tenemos problemas con el diagnóstico, hacen falta muchos respiradores más, así como equipos de bio seguridad para el personal médico.
-Sr. Salvador Moncada, ¿Cómo combinar medidas de prevención con la situación económica que viven la mayoría de latinoamericanos? Hablo de los millones de personas que viven del empleo informal. ¿Qué proponer a los sistemas de salud nacionales para que su acción sea más efectiva? ¿Qué se debe fortalecer?
La falta de preparación y la falta de respuestas efectivas solo se pueden entender cuando se toma en cuenta la estructura de nuestros países con todas sus desigualdades sociales entre las que se cuenta el descuido a la Salud Pública. En países adonde la economía informal representa más del 50% de la economía, es decir una inmensa mayoría de gente viviendo de lo que produce o vende el mismo día, no se puede implementar las medidas necesarias para contrarrestar la dispersión del virus por la población.
El distanciamiento social, las medidas higiénicas, el uso de mascarillas, las cuarentenas, se pueden hacer donde la gente tiene recursos, no en las villas miseria. Si a eso le sumamos las enormes deficiencias de los servicios sanitarios que son también de una desigualdad extrema, entonces tenemos una mezcla venenosa. En América Latina en los últimos 40 años se ha descuidado la Salud Pública. Se ha favorecido la medicina privada.
América Latina solo invierte una media de alrededor del 6.5% del PIB en Salud. Esto esconde una gran variación pues va desde menos del 2%, el país que menos invierte hasta casi el 12% el que más. Los países ricos invierten bastante más que eso.
El número de camas de hospital es solo de 2 por cada mil habitantes, cuando la OMS recomienda por lo menos 5. Ahora bien, ese número no refleja la realidad de acceso pues cuenta todas las camas incluso las de instituciones privadas cuyo acceso está cerrado para la inmensa mayoría de la población.
Lo que hay en América Latina, es un sistema privado de salud que sirve a la minoría y funciona a través de seguros y gasto privado, como en los EE.UU. y otros países desarrollados, y una red de salud pública pagada por el Estado que ha sido desmantelada a través de los años. El resultado es que la mayoría de la población vive en un estado de salud precario, eso sin mencionar la atención de salud primaria y la vigilancia epidemiológica que son casi inexistentes. Cuando aparece una emergencia como esta, ni la gente, ni el Estado están preparados. Eso se ve claramente cuando se analiza la presente situación en la que los países con mejores servicios de salud pública están siendo mucho más efectivos en el control.
La desinformación sobre la pandemia
Países como Italia, se dedicaron desde el principio de la pandemia a informar a la población con mensajes claros sobre el concepto del virus, sus causas y consecuencias. Y como prevenir su contagio. En muchos países del continente latinoamericano, no siempre ha sido así. En una entrevista hecha por su Fundación, Honduras Global, Salvador Moncada habla claramente de las medidas de bioseguridad. No basta con usar las mascarillas, hay que aplicar otras medidas en su uso, y las manos se deben lavar muy bien, con un proceso que dura varios minutos. Al hablar de distanciamiento social y evitar aglomeraciones, se entiende también con familiares y amigos.
En algunos países se minimizó el problema como EE.UU. y Brasil, y los resultados son graves. Desde febrero que América Latina registró su primer caso, después de un mes se registraron más de 60 mil contagios y seis mil muertos. América Latina sobrepasa a Europa y EE.UU. como la región con más casos diarios de coronavirus.
Vacunas y curas contra el coronavirus
Salvador Moncada junto con la científica española, Concepción Peiró están buscando una cura contra el COVID-19. Este par de enlaces (1 y 2) dan un alcance de su trabajo. Además, Moncada comentó que actualmente hay más de 100 vacunas en desarrollo y todos los métodos que se conocen para hacer vacunas se están probando incluso algunos muy novedosos que no han generado vacunas antes.
El problema que vendrá después será hacer la vacuna en “las cantidades necesarias, es decir miles de millones de dosis y distribuirla a nivel mundial, será una empresa colosal que debería ser el resultado de un esfuerzo de colaboración de todos los países del mundo para asegurar una distribución equitativa”, señaló Moncada, pero teme que “algunos países o compañías que hagan vacunas empiecen a tener prioridades que estén por fuera de las necesidades de la salud pública mundial incluyendo la de los países en desarrollo. La OMS, que tiene la experiencia y la red internacional necesaria, debería de hacer esto. A la OMS hay que reforzarla y apoyarla”, afirmó.
Mientras viene la vacuna: medidas restrictivas y sustento desde los gobiernos
Moncada explica que mientras no haya una vacuna tendremos que vivir dependiendo de las medidas de bioseguridad, distanciamiento social, lavado de manos, etc. y que son difíciles de cumplir en las poblaciones pobres.
“Los gobiernos deberían de tener medidas de rescate de la población especialmente con algún dinero y seguridad alimentaria. Habría que proteger especialmente las áreas de producción agrícola de alimentos y tener un programa de detección de la enfermedad, aislamiento y seguimiento de los enfermos que sea ágil y eficiente. Lugares de cuarentena etc. En algunos países, desgraciadamente, la pandemia se ha politizado. Se ha dicho que hay una dicotomía entre salvar gente y salvar la economía. Y ahora se está abriendo la economía en medio de la pandemia y poniendo en peligro la vida de millones de personas”, afirmó.
La verdad, dijo por último el científico hondureño, es que no hay dicotomía, se puede hacer ambas cosas. Abrir la economía mientras no se tenga sistemas de detección de la enfermedad, seguimiento de los contactos y aislamiento de los infectados es totalmente irresponsable. Para Moncada lo que tratan de ocultar esos países es que antes de la pandemia, no tenían servicios de salud pública para la mayoría de la población, robustos y preparados para estas eventualidades. Tenían centros de medicina privados. Solo medicina de lujo.
ENLACE. Salvador Moncada: COVID-19. Cómo podrá la humanidad superar esta pandemia
La dimensión ética en la crisis sanitaria
Acercarse desde la ética a la actual situación de crisis sanitaria que vive el mundo, tiene un presupuesto necesario: el hecho de querer pensar, comprender, escucharnos y dialogar para conseguir lo mejor y que beneficie a todos; o, al menos a los más vulnerables y empobrecidos, que son la mayoría.
El Compendio de la Doctrina Social Católica (CDSI) en el número 107, declara “la inviolable dignidad de la persona humana”. En el contexto de la pandemia, este principio debe orientar todas las acciones que se tomen a nivel individual y social, de modo que se garantice la integridad de todas las personas.
Una aplicación inmediata de este principio en América Latina y en otras partes del mundo consistiría en garantizar los ingresos necesarios a cada familia para subsistir dignamente en este período de crisis. Sin embargo, la realidad vivida hasta ahora nos dice que miles de familias han comenzado a pasar hambre. La reducción de los ingresos a través de salarios, venta de productos o de remesas ha sido casi total. Las ayudas que algunos gobiernos, Iglesias e instituciones han brindado a la población se queda corta ante el tamaño de la necesidad.
El bien común
La Doctrina Social de la Iglesia define el bien común de la siguiente manera: “Según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (CDSI 164).
A esta definición añade: “Las exigencias del bien común derivan de las condiciones sociales de cada época y están estrechamente vinculadas al respeto y a la promoción integral de la persona y de sus derechos fundamentales” (CDSI 166). El mismo numeral abunda al afirmar que el logro del bien común depende de la participación de todos los ciudadanos e incluye el compromiso por la paz, la organización de los poderes del Estado, la prestación de los servicios esenciales a todas las personas, el cuidado del ambiente y un sólido ordenamiento jurídico.
Un hecho que hemos vivido en estos días a nivel mundial es el de la mala distribución de los recursos para hacer frente a la pandemia. Los países que tenían más recursos financieros fueron capaces de contar con más recursos como mascarillas, geles, kits de bioseguridad, respiradores y otros insumos. Los países pobres contaban con muy pocos recursos en las Unidades de Cuidados Intensivos, no digamos la población que no tenía ni para comer. Recuerdo los carteles de los que daban cuenta los medios de comunicación en Chile, El Salvador y otros países: “prefiero morir de coronavirus que de hambre”.
La irrupción del coronavirus en la vida de las naciones no puede hacer olvidar que las sociedades funcionan con los aportes de los ciudadanos a través de diferentes tipos de impuestos. Este hecho recuerda a los Estados que sus ciudadanos no son carga, pues aportan a través de la tributación y esperan que ésta sea redistribuida comenzando con los más pobres.
Principio de subsidiariedad
En número 186 del CDSI se afirma: “Conforme a este principio, todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una actitud de ayuda ‘subsidium’—por tanto, de apoyo, promoción, desarrollo— respecto a las menores”. Este principio, busca proteger “a las personas de los abusos de las instancias sociales superiores e insta a estas últimas a ayudar a los particulares y a los cuerpos intermedios a desarrollar sus tareas. Este principio se impone porque toda persona, familia y cuerpo intermedio tiene algo de original que ofrecer a la comunidad” (CDSI 187).
Este principio hoy tiene más vigencia que nunca, porque de poco servirán las normas emanadas del Estado si estas no se aplican con responsabilidad en el núcleo de la familia y por los individuos, por ejemplo. Este principio nos enseña que lo que sucede en la base de toda sociedad, en momentos de emergencia es de mucha importancia. Potenciar y fortalecer las redes que propician una sana convivencia social de participación y compromiso solidario es un imperativo en momentos de emergencia… (click aquí para leer artículo completo).
Testimonios en América Latina
- Crecer en la fe y en la solidaridad. La vida en medio de la pandemia
- Cuidar al enfermo al estilo de Jesús. Testimonio de la doctora Roxana Iraheta
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Fuentes:
Vatican News / OMS