Las religiones por la paz: “¡No nos escondamos detrás de un muro de indiferencia!”
7:00 p m| 15 oct 19 (LV/VN).- Líderes religiosos de todo el mundo han reclamado nuevos caminos de paz que obvien las fronteras y que los ciudadanos del mundo no se escondan detrás “de un muro de indiferencias” ante las guerras, la migración o los millones de niños que mueren cada año por falta de atención médica.
El encuentro, que duró tres días, reunió más de 400 personalidades de todas las confesiones y del mundo civil bajo el lema “Paz sin fronteras”. Medio centenar de mesas de diálogo se convirtieron en cauce para reclamar el fin de los conflictos y el respeto a la dignidad humana con una llamada unánime a la acción.
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De la mano. A un mismo paso. Con diferentes vestiduras, pero un mismo objetivo: la paz. Bajo un mismo cielo encapotado. Pero con su mirada hacia un mismo Dios. Así compartieron líderes cristianos, judíos, musulmanes, budistas y sintoístas de 97 países diferentes. Sin barrera alguna. Ni confesional. Pero tampoco idiomática, nacional o de raza.
Con esas manos estrechadas, que posteriormente evolucionaron en un minuto de silencio por quienes sufren la violencia y se convirtió en un abrazo entre los diferentes representantes religiosos, se rubricaba y renovaba un acuerdo por la paz entre todos los hombres y mujeres de fe del planeta.
Fue el clímax de tres jornadas de encuentro promovido por la Comunidad de San Egidio bajo el lema “Paz sin fronteras”, en el que han participado 400 personalidades como ponentes en 27 mesas redondas, a la que se han sumado miles de peregrinos.
“¡No nos escondamos detrás del muro de la indiferencia! Dios no quiere la separación entre hermanos. Dios no quiere guerras”, fue el grito que todas las religiones lanzaron a través del manifiesto final, justo cuando se cumplen 80 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial y 30 años de la caída del Muro del Berlín: “Quien usa el nombre de Dios para justificar la guerra, la violencia y el terrorismo profana el nombre de Dios”.
“Hemos rezado, hemos escuchado el lamento silencioso y el grito de quienes están excluidos”, se proclamó en un documento en el que se advierte de “la reaparición del culto de la fuerza y las contraposiciones nacionalistas”. El manifiesto fue leído por una joven española y entregada por un grupo de niños a cada uno de los representantes de las confesiones presentes en la ceremonia. Posteriormente, uno a uno, los líderes religiosos portaron una antorcha para encender el gran candelabro de la paz y firmar el documento.
Es más, el texto reconoce que las religiones, las personas y los pueblos se encuentran ante dos caminos: “Trabajar para la unificación espiritual que le ha faltado a la globalización únicamente económica, o dejarse utilizar por quienes sacralizan las fronteras y los conflictos”.
Como reflejo de lo expresado en las distintas mesas de diálogo, el manifiesto reclama una mayor “diálogo y cooperación” frente al aislamiento para solucionar los “grandes problemas” de la humanidad, entre los que se destaca la guerra, las epidemias, las migraciones, la amenaza nuclear o el calentamiento global, sobre el que se hace especial hincapié: “No podemos dejar que se derroche inconscientemente el aire, el agua, la tierra, los recursos humanos, porque sería un peso insoportable para las futuras generaciones”.
ENLACE. Manifiesto “Llamamiento de paz” (completo)
Las migraciones, en el corazón de la reflexión
Si hablamos de paz en nuestros días, es evidente que el reto migratorio, ante la mayor crisis humanitaria hasta ahora conocida, con más de 67 millones de desplazados por el mundo, es clave. De ahí que estuviera muy presente en varios de los paneles del encuentro. El sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, comprometido desde hace más de una década en la atención a los migrantes centroamericanos en su país, fue claro: “les invito a ser creativos en favor de los migrantes, tenemos que apoyar iniciativas antisistema, hacer travesuras para transgredir los muros y las barreras. Luchemos contra lo que no puede ser normal y humano, lo que es antinosotros”.
ENLACE. Más sobre la invervención de Alejandro Solalinde
Reseña de algunas intervenciones
El fundador de San Egidio, Andrea Riccardi, defendió que “el diálogo nos salvará, no las fronteras”. Frente a él advirtió, late una globalización homologadora y aplastante” que se lleva por delante las reíces de los pueblos y llega a ser un “caldo de cultivo de los fanatismos y los radicalismos”.
Una ovación cerrada se llevó el presidente de la República Centroafricana: “La paz nos necesita a todos. La guerra y la violencia no son un destino inevitable”, clamó desde su experiencia Faustin Archange Touadera, que ensalzó a los actores que buscaron la paz en su tierra: “¿Quién podría pensar que la visita del Papa a nuestro país podría propiciar el fin de las hostilidades?”. Y eso que, después de seis años de enfrentamiento, reconoce que el proceso de reconciliación no es sencillo.
“¿Cómo puede ser el islam una religión terrorista cuando ‘la paz contigo’ es nuestro saludo?”, se preguntó el rector de la Universidad de Al-Azhar, Mohammad Al-Mahrasawi, que explicó que el Corán “invita a arraigar la paz ilimitada en la tierra, porque Dios mismo quiso llamarse paz”.
Para el vicealcalde de Sarajevo, Milan Trivic, el secreto de la convivencia entre religiones en la misma ciudad nace del “conocimiento mutuo del otro, de saber de tu vecino”. La alcaldesa de Asís, Stefania Proietti, se hizo eco de las crisis de las grandes urbes: “La mayoría vive en la oscuridad, en la pobreza. Lo que tiene su reflejo en todos los desplazados que hay hoy en el mundo. Estamos quemando nuestra casa con nuestros hijos dentro… ¿Cómo puede haber paz en un mundo en el que mueren al año cinco millones de niños pobres, mientras el resto lo vemos desde el sofá?”.
Martín Junge, secretario general de la Federación Luterana Mundial, llamó a los líderes religiosos a desterrar desde su origen “los discursos agresivos, que incitan a la violencia”, para crear “otro relato”. Por su parte, el cardenal Walter Kasper advirtió cómo la ausencia de un humanismo espiritual conduce a “la globalización de la indiferencia, a una sociedad del descarte, al nacionalismo xenófobo, la irreverencia cívica, la brutalización del lenguaje en el ámbito público, incluso en la Iglesia”.
El japonés Kojitsu Kobori, representante del budismo tendai, denunció los conflictos armados y la violación de los derechos en estas primeras décadas del siglo XXI. Kobori apeló al testimonio “profético” de los supervivientes de las bombas atómicas para abogar por un futuro sin armas nucleares.
El indio Sudheendra Kulkarni, hinduista, fundador del Forum for a New South Asia. “Este 2019 -lamentó- parece más oscuro que nunca, el mundo está perdiendo el equilibrio, estamos en un período de crepúsculo, de transición, en el que el alcance de lo imprevisto es cada vez mayor”. Ante esta situación Kulkarni llamó a “desarmar los corazones, las cabezas y las manos”, porque “en la mente humana empieza la construcción de la paz”.
Por último, el presidente de la comunidad San Egidio, pidió crear “un mundo sin fronteras y sin renunciar a nuestras tradiciones y convicciones. No hemos hecho concesiones para llegar a un acuerdo fácil”. Concluyó con un llamamiento para que “los hombres y mujeres de religión asuman la tarea histórica y profética de romper barreras y unir el mundo”.
ENLACE. Índice de los ponentes y todas las intervenciones (completas)
Representante peruano: Arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio
El arzobispo limeño se detuvo en el cambio que ha de producirse en la Iglesia católica para liderar este trabajo por la paz desde la reivindicación de los derechos de los últimos. “Nuestra forma de ser Iglesia ya no es suficiente. En nuestro seno hay luchas de poder y necesitamos una reforma religiosa, empezando por la religiosidad popular, que no se aprovecha de su plena dimensión”.
“Necesitamos un nuevo modo de ser Iglesia. A veces, nuestro catolicismo propicia la indiferencia ante cosas que suceden en nuestras sociedades… No puede interesarnos solo el culto a Dios y que, luego, cada uno haga lo que quiera… La nuestra debe ser una Iglesia viva, sencilla y sensible. Hemos de ser cercanos a la gente, servidores del pueblo”.
“Vivimos un cambio epocal –ha concluido–, lo que ha de ser vivido como una oportunidad de construir el hombre nuevo que creó Dios. Ese nuevo pueblo construirá las nuevas formas de ser Iglesia”. Para ello, “hay que atacar el clericalismo que refleja la fe de las élites, y el sacerdotalismo, que fue lo que más perjudicó a Israel. Hay que partir de este principio: cuando amen, podrán juzgar; no antes. Y tener claro que la Iglesia que queremos es la que está con la gente, no separada de ella”.
Enlaces relacionados:
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Fuentes:
Extracto de publicaciones en la revista Vida Nueva / La Vanguardia / Religión Digital