Cardenal Bea, modelo para el diálogo ecuménico e interreligioso

2:00 p m| 26 mar 19 (VATN/AM).- Francisco recibió a los participantes del Encuentro por el 50 aniversario de la muerte del Cardenal Agustín Bea y aseguró que el testimonio de maestros judíos y católicos que enseñan juntos “vale más que muchos discursos”. Entre los asistentes se cuentan miembros del Centro de Estudios Judaicos “Cardenal Bea” de la Universidad Gregoriana, así como del Centro para el Estudio del Cristianismo en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Para el Papa, este evento es una oportunidad para recordar “la influencia decisiva del cardenal alemán en el Concilio Vaticano II”, en temas como: las relaciones con el judaísmo, la unidad de los cristianos, y la libertad de conciencia y la religión.

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En su Discurso, el Papa ha expresado que el Card. Bea no solo debe ser recordado por lo que hizo, “sino también por la forma en que lo hizo” y asegura que es un modelo en el que inspirarse para el diálogo ecuménico e interreligioso, y de manera eminente para el diálogo “intrafamiliar” con el judaísmo.

Además, ha recordado las 3 palabras con las que el Presidente del Congreso Judío Mundial, Nahum Goldmann, le describió: “comprensivo, lleno de bondad humana y valiente”. Tres aspectos esenciales –ha puntualizado– “para quienes trabajan por la reconciliación entre los hombres”.

“El cardenal Bea estaba convencido de que el amor y el respeto son los primeros principios del diálogo” ha explicado el Santo Padre a los participantes, pues Bea decía que “el respeto nos enseñará también la forma correcta de proponer la verdad”; “es cierto” – dice el Papa – “no hay verdad fuera del amor, y el amor se expresa en primer lugar como la capacidad de acoger, abrazar, llevar consigo mismo: “Com-prenderse”.

El Papa Francisco ha destacado también la capacidad del Cardenal Bea de “crear” vínculos de amistad y vínculos fundados en la fraternidad que nos une. Por tanto, es notoria su “comprensión” que acepta al otro y su “bondad” que descubre y crea vínculos de unidad.

El tercer aspecto que el Papa ha querido describir es su temperamento valiente. “El cardenal Bea tuvo que enfrentar muchas resistencias en su trabajo por el diálogo, e incluso siendo acusado y difamado, continuó, con la perseverancia de quienes no renuncian al amor” ha explicado Francisco, asegurando que no era “ni optimista ni pesimista”, sino “realista” sobre el futuro de la unidad: “por un lado consciente de las dificultades, por el otro convencido de la necesidad de responder al sincero deseo del Señor de que los suyos sean una sola cosa”.

El camino ya recorrido

Subrayando el fructífero camino emprendido en el diálogo entre judíos y católicos después de Bea y su escuela, el Papa dice que el Centro de Estudios Judaicos “Cardenal Bea” es un hito en este proceso: “cuando la Santa Sede pidió a la Universidad Gregoriana que lo estableciera, les confió convertirse en “el proyecto más importante de estudios judíos de la Iglesia Católica””. Y dirigiéndose a los docentes de los diversos centros, Francisco ha asegurado que: “El diálogo va adelante a dos voces, y el testimonio de maestros judíos y católicos que enseñan juntos vale más que muchos discursos”.

Hasta ahora, el diálogo judeo-cristiano a menudo se ha llevado a cabo en un campo reservado para especialistas – ha dicho el Papa – declarando que “la profundización específica y el conocimiento son esenciales, pero no son suficientes”, pues “junto a este camino debemos tomar otro, más amplio, el de difundir los frutos, para que el diálogo no siga siendo la prerrogativa de unos pocos, sino que se convierta en oportunidades fructíferas para muchos”.

Por último, exhorta a que la amistad y el diálogo entre judíos y cristianos vaya más allá de las fronteras de la comunidad científica: “Sería bueno, por ejemplo, que en la misma ciudad los rabinos y los párrocos trabajaran juntos, con sus respectivas comunidades, al servicio de la humanidad sufrida y promoviendo formas de paz y diálogo con todos”.

 

Más sobre Agustín Bea SJ.

Bea fue un erudito bíblico de reputación internacional, que había sido rector y superior religioso del Pontificio Instituto Bíblico de Roma (1930-1949), y que también fue una figura destacada en el Concilio Vaticano II (1962-1965). Tal fue su impacto en el Concilio que el renombrado teólogo dominico Yves Congar escribió: “El Concilio es el Concilio del cardenal Bea”. Un observador luterano alemán en el Concilio Vaticano II dijo de él, que después del Papa Juan XXIII, Bea “vivirá en la memoria de muchos como la figura más resaltante” del Concilio.

Quizás es más recordado por el hecho de que fue el primer Presidente de la Secretaría (actualmente Pontificio Consejo) para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, desde su fundación en 1960 hasta su muerte, a los 87 años, en 1968. Su producción académica fue sencillamente enorme. En un período de cincuenta años a partir de 1918 escribió 430 artículos que cubren temas tales como la arqueología bíblica, la exégesis del Antiguo Testamento, la mariología, la unidad de los cristianos y antisectarismo. Y sus energías no se disiparon con la edad: 260 de sus publicaciones aparecieron entre los años 1960 a 1968, ocho de los cuales fueron libros completos.

Nacido en Riedböhringen en el sur de Baden, un pequeño pueblo alemán de unos 600 habitantes, Agustín fue el único hijo de Karl y Maria Bea. Su padre era carpintero y pese a su habilidad, los Bea vivían en una pobreza relativa, por lo que la educación de Agustín se financió con becas.

Un interés temprano en las órdenes Benedictina y de los hermanos Capuchinos pronto dio paso al deseo de hacerse jesuita. Su padre se opuso a la idea, tal vez por dos razones. Bismarck, el Canciller de Hierro, había expulsado a los jesuitas de Alemania en 1872; no regresarían oficialmente hasta 1917. Esto significaría que tendría que abandonar su país para unirse a la orden. Además, elegir el camino religioso implicaría que no estaría en condiciones de dar apoyo financiero a sus padres en su vejez.

Fue Bea el primero en sugerir que observadores no católicos deben ser invitados al Concilio Vaticano II: al final 60 observadores asistieron. Uno de los líderes de los Protestantes estadounidenses que participó, Robert McAfee Brown, dijo que el espíritu de Bea “era aplaudido por el mundo protestante”. Desde su posición fue el principal arquitecto del Decreto sobre el ecumenismo. Sin embargo, fue mucho más allá que eso. Fue él quien se encargó de elaborar la declaración sobre los Judios, que eventualmente se convirtió en el Decreto Nostra Aetate sobre las relaciones entre el catolicismo y las religiones no cristianas en su conjunto.

ENLACE: Leer artículo completo sobre la vida y legado del cardenal Agustín Bea

 

Fuentes:

Vatican News / America Magazine

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