Francisco convoca a presidentes de episcopados para abordar la “protección de los menores”
3:00 p m| 21 set 18 (VI/VN/RD).- El Papa, tras reflexionar en conjunto y escuchar las recomendaciones del Consejo de cardenales (C-9), ha decidido convocar una reunión con los presidentes de todas las conferencias episcopales de la Iglesia. ¿El único tema a tratar? La protección de los menores y adultos vulnerables. La cumbre antiabusos de la Iglesia, que no tiene precedentes, tendrá lugar en Roma del 21 al 24 de febrero de 2019. Además, días antes, la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores concluyó su Asamblea Plenaria, y en su comunicado final hizo énfasis en “la importancia primordial de escuchar a las víctimas”.
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“El Santo padre Francisco, habiendo escuchado al Consejo de los Cardenales, decidió convocar a una reunión con los presidentes de las Conferencias Episcopales de la Iglesia católica sobre el tema de la protección de los menores”. Es el anuncio que se dio al final de la 26ª reunión del C9, el Consejo de los cardenales que ayudan al Papa en la reforma de la Curia romana y en el gobierno de la Iglesia universal. Consejo que no cuenta con todos sus miembros, pues faltan los cardenales Francisco Errázuriz, George Pell y Laurent Monsengwo Pasinya.
La reunión de los presidentes de los episcopados mundiales se llevará a cabo en el Vaticano del 21 al 24 de febrero de 2019. El caso estadounidense (con el informe del Gran Jurado de Pennsylvania y las nuevas investigaciones en diferentes de los Estados de la Unión Americana), así como el “comunicado” de Viganò han provocado que aumenten las peticiones para que se discuta mucho más afondo el problema. Impulsando a algunos, como el arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, a pedir al Papa que cancelara el inminente Sínodo sobre los jóvenes, para sustituirlo con un Sínodo especial dedicado a los abusos.
La convocatoria para los líderes de las Conferencias Episcopales del mundo representa, pues, una respuesta a las preguntas y a las expectativas, y también el reconocimiento de la centralidad del problema y de la importancia de garantizar cada vez más y mejor la seguridad para los niños y jóvenes, actuando con determinación y rapidez; escuchando a las víctimas y acogiéndolas para ayudarlas; impidiendo que estos abominables crímenes sean encubiertos u olvidados.
Durante estos días, el C9 ha reflexionado ampliamente junto con el Santo padre sobre los temas del abuso. El cardenal Sean Patrick O’Malley ha actualizado a los presentes sobre el trabajo de la Pontificia Comisión para la Tutela de los menores. Para concluir, una vez más, los cardenales han expresado plena solidaridad al Papa Francisco por lo que ha sucedido en las últimas semanas.
-La Comisión Pontificia para la Protección de los Menores concluye su Asamblea Plenaria
La Pontificia Comisión para la Protección de los Menores, ha publicado un comunicado informando la conclusión de su Asamblea Plenaria que tuvo lugar en Roma del 7 al 9 de septiembre. Tal como se lee en el escrito, “el Santo Padre ha enfatizado la importancia primordial de escuchar a las víctimas/supervivientes y de tener sus historias de vida como guías de la respuesta de la Iglesia para proteger a los menores del abuso sexual.
Los miembros de la Comisión iniciaron su encuentro con dos testimonios de personas que han sufrido el abuso sexual por parte del clero: una víctima/superviviente y la madre de dos adultos supervivientes que fueron abusados cuando eran niños”. Asimismo, la Comisión les agradece que hayan compartido sus historias con nosotros, el coraje de su testimonio y su contribución al proceso de aprendizaje.
Durante la Asamblea Plenaria, el grupo de expertos dedicados a Trabajando con Supervivientes anunciaron la puesta en marcha de una serie de proyectos piloto, el primero de los cuales será en Brasil. Continuando con el trabajo de los miembros fundadores, estos proyectos son un mecanismo para crear ambientes seguros y procesos transparentes a través de los cuales las personas que han sido abusadas puedan dar un paso adelante.
Gracias a estos survivor advisory panels se espera que las autoridades de la Iglesia local también se beneficien del input directo de las víctimas/supervivientes sobre cómo mejorar las políticas de protección de menores y prevención de abusos (click aquí para leer más sobre la Asamblea Plenaria).
El Papa prepara una estocada a fondo contra la pedofilia clerical (Luis Badilla)
Aunque la tormenta de la pedofilia clerical azota la vida de la Iglesia desde hace muchos años, pocos imaginaban el 13 de marzo de 2013, día de la elección del Papa Francisco, que se convertiría en un tema central del pontificado del nuevo obispo de Roma, el argentino Jorge Mario Bergoglio.
Más aún, realmente muy pocos imaginaban que la cuestión sería decisiva en el “cómo” sería recordado en la historia de la Iglesia el nuevo Papa. Para decirlo de manera sencilla y directa: sin duda en el futuro se recordará como algo fundamental del papado de Francisco la reforma de la Iglesia a la que se encuentra abocado desde el primer día, pero recordaremos sobre todo – como algo mucho más relevante – el magisterio y las decisiones del Pontífice destinados a controlar estructuralmente la pedofilia clerical, llevando a la Iglesia a una rápida sanación, aunque gradual, y a una renovación urgente y necesaria.
Dicho de una manera aún más clara: el santo Pueblo de Dios, pero también la opinión pública fuera de los límites de la Iglesia Católica, recordarán al actual pontificado sobre todo por la manera como actúe en el ámbito de los abusos sexuales que desde hace demasiado tiempo tortura y humilla la vida de la Iglesia, porque dentro de ella misma, durante décadas, hubo muchos que cerraron los ojos frente a los pedófilos y los ocultamientos.
Todo esto significa que el encuentro de febrero de 2019 en el Vaticano, de todos los Presidentes de las 112 Conferencias Episcopales y de otros organismos de coordinación eclesial continental y regional con el Santo Padre, será una de las citas más importantes de todo el pontificado, y en definitiva será probablemente mucho más determinante que un Sínodo extraordinario, como muchos habían pedido.
De la cumbre de febrero se espera que sea un verdadero punto de inflexión, radical, convincente, estructural y urgente. Y lo que está en juego es la credibilidad de la Iglesia y del Pontífice. Es de desear que ninguna prepotencia o arrogancia, ningún clericalismo polvoriento, ninguna irresponsable superficialidad, considere que es suficiente realizar un encuentro de análisis, una romería de oradores y una declaración final para cambiar las cosas. Nada de todo eso sirve en este momento. Lo que hace falta son más acciones, reacciones, medidas y normas.
La cumbre antiabusos de Francisco puede ser la mayor apuesta de su pontificado (John L. Allen Jr.)
Obviamente, el notición del miércoles en el Vaticano fue el anuncio de que Francisco había convocado a todos los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo –más de 100 prelados– a una reunión sobre la protección a menores en Roma del 21 al 24 de febrero. La reacción inmediata fue reconocer esto como el esfuerzo del Vaticano para reconfigurar la narración sobre Francisco y los escándalos en la Iglesia, después de lo que se podría calificar como un mes excepcionalmente duro. Empezó con el informe del Gran Jurado de Pensilvania a mediados de agosto y culminó con la “acusación bomba” hace dos semanas de su anterior nuncio en EE UU.
Ya es raro para el Vaticano reunir a todos los presidentes de las conferencias episcopales por la razón que sea, pero que lo haga para hablar de los abusos, es la primera vez en la historia. Lo que el Papa y sus consejeros pueden haber pensado siguiendo este camino es el ejemplo de Chile. Mientras la crisis de los abusos hizo hervir al país en 2016 y 2017, a Francisco lo percibían como hostil con las víctimas, incluso acusándolas de “calumnia” el pasado enero por criticar a un obispo al que consideraban encubridor de su abusador. Pero las cosas dieron un giro drástico cuando Francisco convocó a los obispos de Chile a Roma, y todos presentaron su renuncia.
El Papa incluso les leyó la cartilla, directamente acusando a algunos de ellos, no solo de mirar para otro lado, sino de encubrimiento activo, como podría ser la destrucción de evidencias para obstaculizar la investigación. El resultado neto fue que Francisco había pasado de ser parte del problema a ser la solución, y más o menos apagó lo que había sido una hoguera mediática en potencia. Desde entonces el asunto se ha desinflado, pues Francisco solo ha aceptado cinco de las renuncias y no ha dado explicaciones de por qué. A modo de analogía, Francisco y su equipo puede pensar que reuniendo a los presidentes de las conferencias puede tener el mismo efecto tonificante en la actual atmósfera, proyectando la imagen de un Papa decidido a hacer lo correcto.
-¿Un divorcio de la gente con el Papa?
Pero lo que puede que no seamos conscientes es que esto es mucho más grande que Chile. De hecho, puede ser la mayor apuesta del papado de Francisco, porque si esto va mal, las consecuencias pueden ser devastadoras a una escala global. En los últimos cinco años, en conversaciones –con gente de Iglesia, o colegas de los medios, o en conferencias– me he encontrado con esta pregunta: “¿Puede haber algo que termine con este romance entre este Papa y la gente?”. Francisco es una figura tan atrayente e inspiradora, que es una respuesta difícil de responder. Normalmente, diría algo como: “Si el Papa llega a ser visto como parte del lío de los abusos, eso podría acabar con él”.
Y parece que ahora, estamos en ese punto: la gente pregunta si el Papa realmente quiere decir lo que dice sobre reformar la Iglesia, y si es personalmente culpable de encubrir abusos. La única salida tiene dos vertientes:
1. El Vaticano tendrá que revelar lo que sabía y cuándo lo supo,empezando por el caso McCarrick. El jueves 13 Francisco se reunió con el presidente de los obispos americanos para discutir el asunto. Seguro que el cardenal DiNardo se estará recuperando de la noticia de que no respondió a las acusaciones hacia uno de sus sacerdotes que fue arrestado esta semana. Aunque no importa quién lidere la Conferencia Episcopal americana, las preguntas sobre McCarrick no van a evaporarse.
2. El Vaticano tendrá que abordar lo que la mayoría de los observadores ven como un asunto sin terminar, y que es la creciente consideración de que el crimen y el encubrimiento están al mismo nivel.
-Falta de credibilidad
Hoy está claro que, si un clérigo católico es acusado de abuso a menores, automáticamente se abre una investigación y si la acusación resulta creíble, el castigo es rápido y severo. Pero, sin embargo, está menos claro qué ocurre cuando un obispo u otro superior es acusado de encubrimiento: a quién se investiga, qué proceso hay que seguir, y qué castigo debe imponerse… todavía está por saberse. Ese agujero en la credibilidad es un secreto a voces, y es el punto crucial al que los grupos de apoyo y otros críticos recurren cuando argumentan que la Iglesia todavía no se ha limpiado.
Si la cumbre de febrero viene y va sin avances significativos en estos dos frentes, la impresión será que era un ejercicio cínico de cosmética, produciendo por tanto un sentimiento de desilusión del que una figura tan formidable como Francisco puede tardar tiempo en recuperarse. ¿Es por tanto razonable creer que el Vaticano puede dar pasos significativos en estos dos frentes en febrero? Puede que sí, puede que no, pero probablemente no es la señal más positiva el hecho de que ninguna de estas dos palabras: transparencia o credibilidad, aparecen en la declaración del Vaticano. Solo se refiere a Francisco convocando a los obispos para hablar de “la protección a los menores”.
El hecho de que la recomendación para convocar la cumbre vino del C-9 del Papa, un grupo que incluye al cardenal O’Malley, quien también es el jefe de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, puede sugerir que el objetivo es animar a las conferencias que todavía no han adoptado las políticas antiabusos. Y esta ha sido una prioridad en la Comisión de O´Malley desde el principio.
-“La crisis más seria del catolicismo”
Mientras que estas políticas serían claramente un paso adelante, si esto es todo lo que consigue la cumbre, sería poco para los observadores que creen que se necesita para ser considerado como un progreso real, empezando por los grupos de víctimas y de protección que pondrán especial atención y que ayudarán a formar la narrativa de los medios después. También, el hecho de que el encuentro sea tan breve, solo tres días, y que los participantes no son presas fáciles, sino los líderes electos de sus conferencias que probablemente no serán muy sumisos para tragarse conclusiones prefabricadas, lo que puede dificultar conseguir mucho.
Por otro lado, imaginen que la cumbre realmente sirve. De repente, un Papa reformista, que para muchos parece que ha fracasado en algunos frentes como las finanzas vaticanas, habría conseguido lo que los dos papas anteriores no pudieron, enfrentándose a la crisis más seria para el catolicismo desde, probablemente, la Reforma Protestante. En otras palabras, Francisco tiene mucho que perder si esto sale mal y mucho que ganar si va bien.
Fuentes:
Vatican Insider / Vida Nueva / Vatican News / Religión Digital