Hijos de sacerdotes: Realidad silenciada que podría afectar a miles de personas

4:00 p m| 18 oct 17 (RD/IB/BV).- Casi uno de cada tres sacerdotes no cumple con el celibato, según una reciente investigación de The Boston Globe, que aborda la difícil cuestión de los hijos de los sacerdotes. Uno de ellos, apunta un desafío impactante: “Si sólo el 1% de los 400.000 curas que hay en el mundo tuviera un hijo, habría como mínimo 4.000 personas que podrían necesitar ayuda emocional, y de todo tipo, por parte de la Iglesia”.

Cada una de las historias que presenta The Boston Globe son trágicas. Pero lo más impresionante acaso sea el gran número posible de esas vidas difíciles: las de los miles de niños que sus padres son sacerdotes, que viven marcados por el secreto, la vergüenza, la ilegitimidad, el rechazo o el abandono. Recogemos además las primeras respuestas oficiales, primero de los obispos de Irlanda y más recientemente desde el mismo Vaticano.

—————————————————————————

“No se puede conocer su número exacto, pero con más de 400.000 sacerdotes en todo el mundo, muchos de ellos inconstantes con su promesa de celibato, el potencial para niños no planeados es vasto”, escribió Michael Rezendes en el informe especial del diario de Massachusetts, publicado en la sección Spotlight con fotos de Suzanne Kreiter y videos de Emily Zendten.

Según las estimaciones del hijo de un sacerdote que fundó Coping International —”una organización de voluntarios de la salud mental que promueve el bienestar de los hijos de los curas católicos y sus familias en el mundo”—, Vincent Doyle, si sólo el 1% de esos 400.000 sacerdotes tuviera uno, “habría como mínimo 4.000 hijos e hijas de sacerdotes que podrían necesitar ayuda emocional y de otra clase por parte de la Iglesia”.

El fenómeno ha sido tan acallado que un libro de hace casi tres décadas, A Secret World (Un mundo secreto), de A.W. Richard Sipe, se mantiene como estudio principal sobre el celibato eclesiástico. Allí se señala que el 30% del clero católico tiene relaciones sexuales regulares u ocasionales con mujeres, mientras que aproximadamente el 50% cumple con la promesa de mantenerse célibe.

Uno de los casos que relevó The Boston Globe es el de Jim Graham, quien durante décadas se preguntó por qué su padre, John Graham, lo trató con tanta frialdad, mientras que con sus hermanas fue más cariñoso.

Tenía 48 años cuando enfrentó a sus tíos Kathryn y Otto, quienes finalmente le mostraron un recorte de diario donde se veía a un hombre extremadamente parecido a él con un alzacuello de clérigo. “Sólo los protagonistas lo saben con certeza”, le dijo la mujer, “pero es posible que éste sea tu padre”.

La foto correspondía al obituario del reverendo Thomas Sullivan. En ese momento Graham miró con otros ojos al hombre que lo había criado, quien había tenido un divorcio contencioso con su madre —le había probado, supo luego, la infidelidad con el cura— y había obtenido la custodia de los tres niños. “Para él debo haber sido un recordatorio constante del hombre que le robó a su esposa”, dijo a Rezendes.

“Los hijos e hijas de los sacerdotes suelen crecer sin el amor y el apoyo de sus padres, y con frecuencia se los presiona o se los escarnece para que guarden en secreto la misma existencia de esa relación”, escribió el periodista. “Son las víctimas desgraciadas de una iglesia que, por casi 900 años, ha prohibido a sus sacerdotes que se casen o tengan relaciones sexuales, pero nunca ha establecido normas para lo que los curas o los obispos deben hacer cuando un clérigo es padre de un niño”.

Tampoco El Vaticano ha tomado provisiones para la manutención financiera o el apoyo emocional de las madres y los niños en estos casos. De esa manera, cada individuo trata su caso como una crisis personal.

Algunos sacerdotes cuentan la verdad a sus hijos e hijas. Pero otros no. En particular entre los niños dados en adopción, que pueden crecer sin saber la identidad de sus padres biológicos.

Cuando los hijos conocen su identidad desde pequeños, la herida emocional es honda. “Todo lo que yo quería era que él me llevara a tomar un helado y dijera en público ‘Estoy tan orgulloso de mi hija'”, dijo a The Boston Globe Chiara Villar, una mujer de 36 años que vive en las afueras de Toronto porque allí nació cuando su madre, María Mercedes Douglas, siguió a su padre, el sacerdote Anthony Inneo, a su misión.

“Me preguntaba por qué él no podía ser mi papá. Empecé a echarme la culpa a mí misma”, recordó la mujer su infancia de sentimientos de indignidad y vergüenza, y heridas como los cortes que solía hacerse.

Villar pasó sus primeros años feliz junto a un hombre al que llamaba “Papi”. Pero cuando comenzó a ir al jardín de infantes le explicaron que era un secreto y que si alguien le preguntaba por él debía identificarlo como su tío.

“A puertas cerradas era mi papá, pero de pronto, cuando caminaba hacia el auto de mi mamá, me decía ‘Ok, Chiara, que Dios te bendiga’. Era como Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, recordó la mujer al periódico.

Lo hayan sabido en la infancia o lo hayan descubierto de adultos, los hijos de sacerdotes, en su mayoría, han sufrido por haber tenido ese destino.

“A muchos la cruda verdad los hizo añicos, y sus sentimientos de desilusión y abandono pueden conducir a vidas marcadas por relaciones rotas, abuso de sustancias y pensamientos suicidas”, escribió Rezendes. “A muchos se les rompe la fe en la iglesia, al reconocer que una institución considerada un faro de la verdad moral ha permitido, o ha dejado pasar, que los sacerdotes tuvieran hijos y rehuyeran a las responsabilidades de apoyo, atención y amor de un padre”.

En la práctica, según el informe, es infrecuente que los curas asuman la responsabilidad legal y financiera de la paternidad, y las madres de los niños no suelen presionarlos ni iniciarles acciones legales.

“En 10 casos que The Boston Globe estudió en profundidad, sólo dos de las madres recurrió a los tribunales para obtener manutención de menores, mientras que las otras dejaron a la voluntad del sacerdote la decisión de cómo mantener a su descendencia, y encontraron escasa ayuda”. Seis de los niños no recibieron apoyo paterno para su alimentación, su salud o su educación. Y algunos de los curas que hicieron aportes de manutención los condicionaron a que sus identidades se mantuvieran en secreto.

“En algunos casos, la exigencia de secreto era innecesaria”, analizó Rezendes. Las madres eran católicas devotas y miraban a los padres de sus niños no sólo como tales, sino como representantes de Dios. “En su deferencia resuena la de las víctimas de abuso sexual de un clérigo, con frecuencia reacias a denunciar a sus abusadores porque imaginaban que ellas eran culpables de algún modo por lo que se les había hecho, dado que sus abusadores eran considerados hombres santos”.

Hace tres años, el Comité sobre Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) solicitó al Vaticano que “estime la cantidad de niños engendrados por sacerdotes católicos, descubra quiénes son y tome todas las medidas necesarias para asegurar que se respeten los derechos de esos niños a conocer y a recibir el cuidado de sus padres”.

Enlaces al reportaje del Boston Globe:

 

Primera respuesta de la Iglesia: obispos de Irlanda

Los obispos católicos en Irlanda aprobaron en agosto unas pautas detalladas para abordar la situación de los sacerdotes con hijos y la forma en que deben llevarse con ellos y con las madres.

La guía, creada en mayo, afirma que el bienestar del niño es primordial, y sostiene que la madre debe ser respetada e involucrada en la toma de decisiones y que el sacerdote “debe asumir sus responsabilidades personales, legales, morales y financieras”.

Las directrices, representan la primera política integral de una conferencia episcopal nacional sobre el tema, que durante mucho tiempo ha estado envuelta en secreto, dado que implica que el clérigo ha roto el voto de castidad del celibato.

La conferencia episcopal también observa que “ningún sacerdote debe apartarse de sus responsabilidades”, y añade que es “importante que la madre y el niño no queden aislados o excluidos”.

La normativa, según The Irish Times, fue preparada tras discusiones con el psicoterapeuta Vincent Doyle, cuyo padre, el sacerdote John J. Doyle, murió de cáncer de pulmón en 1995. Y fue precisamente Vincent Doyle pieza clave en la investigación del Boston Globe que terminó en la publicación sobre hijos de sacerdotes.

Aunque el Papa Francisco no se ha pronunciado sobre este tema en concreto, siendo arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Bergoglio aseguró en 2010 que si uno de sus sacerdotes le confesaba que tenía un hijo, le respondería que sus obligaciones “superaban su vocación”. En consecuencia, escribía en el libro Sobre el cielo y la Tierra, el clérigo “debe dejar el ministerio y cuidar del hijo, aun si decide no casarse con la mujer”.

En Amoris Laetitia, Francisco recuerda que “si un niño viene a este mundo en circunstancias indeseadas, los padres y otros miembros de la familia deben hacer todo lo posible por aceptar a ese hijo como un regalo de Dios, y deben asumir la responsabilidad de aceptarlo con ternura y afecto”.

 

Comisión Pontificia para la Protección de Menores responde en nombre del Vaticano

Hace un par de semanas, según recoge la agencia AP, Bill Kilgallon, miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores declaró que “si alguien tiene un niño, tiene una responsabilidad hacia él, y punto”. Luego explicó que esta misma comisión vaticana ya está desarrollando una serie de directrices que asegurarían que los sacerdotes, y la Iglesia en general, asuman responsabilidades por esos niños.

Según recoge la agencia AP, los asesores del Papa en cuestiones de abuso sexual están ampliando así el ámbito de su trabajo, para intentar paliar el estigma y la vergüenza que a menudo acompaña a los hijos de sacerdotes y las madres de estos niños. Ya que hablar de la sexualidad de los curas es tabú en muchos contextos, por la ruptura de los votos de celibato, “es un problema horrendo en muchas culturas, y no es algo de lo que se habla fácilmente”, dijo a la AP otro miembro de la Comisión, la doctora Krysten Winter-Green.

De hecho las directrices que está trabajando el Vaticano tienen como modelo el documento de los obipos irlandeses, guía que incluso ya fue adoptada por la Unión de Superiores Generales, confederación de órdenes religiosas masculinas, y repartida entre sus miembros para que se aplique.

 

Otros enlaces:

 

Fuentes:

Religión Digital / Infobae / Crux

Puntuación: 5 / Votos: 8

Buena Voz

Buena Voz es un Servicio de Información y Documentación religiosa y de la Iglesia que llega a personas interesadas de nuestra comunidad universitaria. Este servicio ayuda a afianzar nuestra identidad como católicos, y es un punto de partida para conversar sobre los temas tratados en las informaciones o documentos enviados. No se trata de un vocero oficial, ni un organismo formal, sino la iniciativa libre y espontánea de un grupo de interesados.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *