Francisco visitó campo de refugiados en isla griega Lesbos
6:00 p m| 20 abr 16 (AGENCIAS/BV).- “Quiero decirles que no están solos. Vine para escuchar sus historias”. Fueron las simples palabras que pronunció el Papa Francisco en esta isla del Mar Egeo, símbolo del drama humanitario de cientos de miles de refugiados que llegaron aquí en los últimos meses escapando de guerras y miseria, desde donde imploró a la comunidad internacional a encontrar una solución digna a “la peor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial”.
En las cinco horas que duró su visita, Francisco logró visitar el campo de refugiados, saludar personalmente a muchos y almorzar con otro grupo más. Luego les dirigió un mensaje y firmó una declaración conjunta, en la que denunció, como en su visita a Lampedusa, la indiferencia para con el sufrimiento de los demás. Firmaron también quienes él mismo llama “hermanos” ortodoxos, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, y el arzobispo de Atenas, Ieronymos, que además acompañaron al Papa durante toda su visita. Por último se dirigió al puerto, donde oró en memoria de las víctimas de las migraciones.
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Francisco dirigió su primer mensaje desde un lugar que contagia tristeza: el campo de refugiados de Moria, que en realidad es un campo de detención más parecido a un campo de concentración, rodeado de alambras de púas, paredones de cemento, del cual los 3000 refugiados presentes no pueden salir.
El lugar fue “embellecido” para la ocasión: se levantaron carpas y podios especiales, hubo una limpieza entre sus containers, y algunos “huéspedes” recibieron ropa nueva, es lo que contaron a los medios algunos refugiados sirios detenidos allí. En este campo, que se levanta a 16 kilómetros de Mytilene, en medio de un paisaje idílico de olivares centenarios, el Papa saludó, uno por uno, a centenares de personas, adolescentes, mujeres, niños.
Un encuentro atravesado por la emoción
Los 3000 refugiados allí detenidos, -muchos sirios, pero también paquistaníes, afganos, iraquíes, africanos, kurdos, yazidis-, lo esperaban con carteles de bienvenida -“Pakistani christians welcome Pope Francis”- y, también de reclamo de ayuda, escritos con biromes sobre pedazos de papel: “Help the yazidi people”, “Freedom of movement”. Hubo aplausos para el Papa, que besó niños, estrechó manos, sonriente, y saludó a las mujeres musulmanes presentes, con el pelo cubierto por un pañuelo, inclinándose y tocándose el pecho, en señal de respeto.
Hubo escenas de dolor cuando, en una carpa blanca -donde se reunió brevemente con 150 menores y 250 adultos que le contaban sus historias de terror-, un refugiado paquistaní se postró a sus pies y estalló en llanto. “¡Bless me father, bless me!”, sollozó el joven, mientras también agradecía la visita: “Thank you! Thank you!”. Lo mismo sucedió con una niña, que también se arrodilló a sus pies, llorando, mientras su mamá le relataba, en árabe, a través de un intérprete, su odisea; y otra señora.
El Papa, que se dejó sacar fotos y selfies, y como es costumbre rompió el protocolo y estrechó cuanta mano pudo al recorrer el lugar, mientras los refugiados coreaban: “¡Freedom! ¡Freedom!” (¡Libertad!). Todo el mundo lo llamaba para recibir su atención, un saludo, una bendición y estaba visiblemente emocionado. Cuando unos niños le regalaron unos dibujos emblemáticos de su sufrimiento, le dijo a un colaborador suyo que los guardara porque los iba a mostrar a los periodistas en el vuelo de regreso a Roma.
Conflicto y persecución
“En estas semanas y meses, han sufrido mucho en su búsqueda de una vida mejor. Muchos se han visto obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución, sobre todo por el bien de sus hijos. Conocen el sufrimiento de dejar todo lo que aman y, quizás lo más difícil, no saber qué les deparará el futuro. Son muchos los que como ustedes aguardan en campos o ciudades, con la esperanza de construir una nueva vida en este Continente”, dijo el Papa a la hora de los discursos, hablando en un podio levantado en el patio donde suelen ser registrados los migrantes.
Luego de ser recibido a las 10 de una jornada de cielo límpido, sin nubes, por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, en el aeropuerto de Mytilene -donde también tuvo una reunión privada con él-, el Papa se desplazó al campo de Moria no en el habitual papamóvil, sino en un minibus blanco.
Junto a él y en un fiel reflejo del significado ecuménico de esta visita relámpago, también estaban sus “hermanos”, el Patriarca Ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé y el arzobispo de Atenas y toda Grecia, Ieronymos.
Grave crisis humanitaria
“Hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria y para implorar la solución de la misma”, dijo Francisco en su discurso, pronunciado en italiano, pero traducido al inglés. “Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en su nombre. Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común”, pidió.
Discursos completos del arzobispo Ieronymos, del Patriarca Bartolomé y del Papa Francisco
Francisco -que en julio de 2013, en su primer viaje como Papa, visitó la isla de Lampedusa, al sur de Sicilia, para llamar la atención ante el mismo fenómeno-, volvió a denunciar la indiferencia ante el mismo. “Todos sabemos por experiencia con qué facilidad algunos ignoran los sufrimientos de los demás o, incluso, llegan a aprovecharse de su vulnerabilidad”, acusó. “Pero también somos conscientes de que estas crisis pueden despertar lo mejor de nosotros, agregó, al subrayar cómo el pueblo griego respondió generosamente a sus necesidades “a pesar de sus propias dificultades”. En Grecia, que debido al cierre de fronteras de Europa se ha convertido en una suerte de prisión a cielo abierto, hay 60.000 refugiados en 40 campos, según dijo Maurice Joyeux, jefe del Servicio Jesuita para los refugiados de este país.
Gestos
Francisco, que el jueves santo pasado le lavó los pies a refugidos de un centro de las afueras de Roma, también remarcó la solidaridad demostrada por decenas de ongs y de voluntarios que vinieron hasta aquí desde todo el mundo para dar una mano. “Sí, todavía queda mucho por hacer. Pero demos gracias a Dios porque nunca nos deja solos en nuestro sufrimiento. Siempre hay alguien que puede extender la mano para ayudarnos. Este es el mensaje que les quiero dejar hoy: ¡No pierdan la esperanza! El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento, una oración”, recordó.
En la declaración conjunta firmada más tarde por el Papa y sus dos “hermanos” ortodoxos, Bartolomé y Ieronymos -que también almorzaron junto a ocho refugiados en un container-, también un hubo un llamamiento a la comunidad internacional “para que responda con valentía, afrontando esta crisis humanitaria masiva y sus causas subyacentes, a través de iniciativas diplomáticas, políticas y de beneficencia, como también a través de esfuerzos coordinados entre Oriente Medio y Europa”.
Declaración conjunta y oración del Papa Francisco, el arzobispo Ieronymos y del Patriarca Bartolomé
Y a los líderes políticos, para “que empleen todos los medios para asegurar que las personas y las comunidades, incluidos los cristianos, permanezcan en su patria y gocen del derecho fundamental de vivir en paz y seguridad”.
Recordando a los que murieron en su travesía
El Papa, Bartolomeo y Ieronymos lanzan coronas de laurel con la mirada fija en el mar frente a ellos. Es el momento de recordar y rezar por los que no lograron llegar, por los que murieron en el mar.
En el puerto de Mitylene (en la isla de Lesbos) Francisco y compañía de los otros dos líderes religiosos recitan una breve oración por las víctimas de las migraciones, antes de un minuto de silencio y de recibir de tres niños las coronas de laurel que arrojaron al mar.
“Dios de Misericordia, te pedimos por todos los hombres, mujeres y niños que han muerto después de haber dejado su tierra, buscando una vida mejor. Aunque muchas de sus tumbas no tienen nombre, para ti cada uno es conocido, amado y predilecto. Que jamás los olvidemos, sino que honremos su sacrificio con obras más que con palabras”, fue la oración del Papa.
El Papa lanza un llamado: “Para ser realmente solidarios con quien se ve obligado a huir de su propia tierra, hay que esforzarse en eliminar las causas de esta dramática realidad: no basta con limitarse a salir al paso de la emergencia del momento, sino que hay que desarrollar políticas de gran alcance, no unilaterales”. E indicó que “en primer lugar, es necesario construir la paz allí donde la guerra ha traído muerte y destrucción, e impedir que este cáncer se propague a otras partes. Para ello, hay que oponerse firmemente a la proliferación y al tráfico de armas, y sus tramas a menudo ocultas; hay que dejar sin apoyos a todos los que conciben proyectos de odio y de violencia”.
Francisco se lleva a 12 refugiados
A mitad de la tarde el Papa emprendía el regreso a Roma… pero no solo; además del séquito habitual y de los periodistas que le acompañan, se llevaba en su propio avión a tres familias sirias (dos de ellas procedentes de Damasco y una de Deir Azzor); en total, doce personas, de los cuales seis son niños. Esta singular iniciativa ha sido tratada por la Secretaría de Estado vaticana y las autoridades griegas e italianas; una vez en Roma, se ocupará de acogerles la Comunidad de San Egidio, pero será la Santa Sede, el Papa, quien correrá con todos los gastos.
Es la primera vez que esto sucede y es una prueba mas del interés personal de Bergoglio por “ejemplarizar” con sus actitudes el comportamiento de otros gobiernos. Francisco no es un papa triunfalista, por eso no ha dudado en calificar su visita a Lesbos como un “viaje triste”. “Para mí –ha dicho a la vuelta– ha sido demasiado fuerte. Era para echarse a llorar”. Pero ha sido un viaje ejemplarizador. Dentro de sus posibilidades, el Vaticano abre sus puertas a familias de refugiados. Con las tres anteriormente acogidas más las actuales, ya tiene casi tantos refugiados como España… y otros países europeos.
Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso a Roma
-Inés San Martín: Santo Padre, espero que no le moleste, pero voy a hacerle dos preguntas sobre dos temas distintos. La primera es específicamente sobre el viaje. Este viaje se da luego de un acuerdo entre la Unión Europea y Turquía para tratar de solucionar la cuestión de los refugiados en Grecia. ¿A usted le parece que es un plan que puede funcionar o es sólo una cuestión política para tratar de ganar tiempo y ver qué se hace? La segunda pregunta, si me permite: Esta mañana usted se encontró con el candidato presidencial Bernie Sanders de los Estados Unidos, en Santa Marta. Quería preguntarle su sensación sobre el encuentro y si es su manera de intervenir en la política norteamericana.
Francisco: No, ante todo no existe ninguna especulación política porque esos acuerdos entre Turquía y Grecia yo no los conocía bien. Lo he visto en los diarios, pero es algo puramente humano [se refiere a la iniciativa de acoger un grupo de prófugos]. Es un hecho humanitario. Fue una inspiración que le vino hace una semana a un colaborador mío. Yo acepté en seguida, en seguida, porque vi que era el Espíritu quien hablaba. Todo se hizo según las reglas: estas personas vienen con documentos, los tres gobiernos –el Estado de la Ciudad del Vaticano, el Gobierno italiano y el Gobierno griego– han verificado todo, todo, y concedieron el visado. Los recibe el Vaticano. Será el Vaticano, con la colaboración de la Comunidad de San Egidio, quien les busque un empleo, si se encuentra; o, en caso contrario, se encargará de su sustento. Son huéspedes del Vaticano, y se añaden a las dos familias sirias que ya han sido acogidas por las dos parroquias vaticanas. Segundo. Esta mañana, cuando yo salía, allí estaba el Senador Sanders, que vino al Convenio de la Fundación Centesimus Annus. Sabía que yo me iba a aquella hora y tuvo la amabilidad de saludarme. Lo saludé, le di la mano a él, a su mujer y a otra pareja que estaba con él. Estaban alojados en Santa Marta, porque todos los miembros del convenio, excepto los dos Presidentes participantes, que creo se alojaban en sus embajadas, estaban hospedados en Santa Marta. Y cuando yo bajaba, él se presentó, me saludó, le di la mano y nada más. Esta es buena educación. Se llama educación y no meterse en política. Y si alguien piensa que saludar sea meterse en política, le aconsejaría que mejor se buscara un psiquiatra.
-Franca Giansoldati: Gracias, Santidad, usted habla mucho de “acogida”, pero tal vez muy poco de “integración”. Viendo lo que está sucediendo en Europa, sobre todo con este consistente flujo de inmigrantes, nos damos cuenta que hay varias ciudades que tienen barrios-gueto… De todo esto, emerge claramente que a los inmigrantes musulmanes les resulta más difícil integrarse a nuestros valores, a los valores occidentales. Le quisiera preguntar, ¿no sería tal vez más útil para la integración dar prioridad a la llegada de inmigrantes no musulmanes? Y luego, ¿por qué usted hoy, con ese gesto tan hermoso y tan noble, ha favorecido a tres familias todas ellas musulmanas?
Francisco: No hice ninguna selección entre cristianos y musulmanes. Estas tres familias tenían los papeles en regla, los documentos en regla, y era factible. En la primera lista, por ejemplo, había dos familias cristianas, pero no tenían los documentos en regla. No se trata, pues, de un privilegio; estas doce personas son también hijos de Dios. El “privilegio” es ser hijos de Dios, esto es verdad. Sobre la integración, es muy inteligente lo que usted dice y le agradezco que lo haya dicho. Ha mencionado una palabra que, en nuestra cultura actual, parece haber sido olvidada después de la segunda guerra mundial. Hoy siguen existiendo guetos. Algunos de los extremistas que han perpetrado atentados terroristas – algunos –, son hijos y nietos de personas nacidas en el país, en Europa. ¿Qué es lo que ha pasado? Que no ha habido ninguna política de integración, y esto para mí es fundamental; hasta el punto que usted ve que en la exhortación postsinodal sobre la familia –aun cuando se trate de otra problemática–, una de las tres dimensiones pastorales para las familias en dificultad es su integración en la vida de la Iglesia. Porque a Europa han llegado muchos nómadas, como los Normandos y mucha otra gente, y los ha integrado y ha enriquecido su cultura. Creo que tenemos necesidad de una enseñanza y de una educación a la integración. Gracias.
-Elena Pinardi – European Broadcasting Union: Santo Padre, se oye hablar de reforzar las fronteras de varios países europeos, de vigilancia, e incluso de despliegue de batallones a lo largo de las fronteras de Europa. ¿Es el final de Schengen y del sueño europeo?
Francisco: No lo sé. Entiendo a los gobiernos y también a los pueblos que tienen un cierto temor. Esto lo comprendo y debemos tener una gran responsabilidad en la acogida. Uno de los aspectos de dicha responsabilidad es este: cómo hacer posible integrarnos nosotros y estas personas. Siempre he dicho que construir muros no es la solución. En el siglo pasado vimos la caída de uno. No se resuelve nada. Debemos construir puentes. Pero los puentes se construyen inteligentemente, se hacen con el diálogo, con la integración. Y por eso comprendo que haya un cierto temor. Pero cerrar las fronteras no resuelve nada, porque la clausura, a la larga, perjudica al propio pueblo. Europa debe elaborar urgentemente políticas de acogida, de integración, de crecimiento, de trabajo y de reforma de la economía. Todas estas cosas son los puentes que nos llevarán a no construir muros. El miedo tiene toda mi comprensión, pero después de todo lo que he visto –y cambio de tema, pero quiero decirlo ahora–, y que también ustedes mismos han visto en ese campo de refugiados, daban ganas de llorar. Los niños… Traje estos dibujos conmigo para enseñárselos, los niños me han regalado muchos [el Papa muestra varios dibujos, uno después del otro, y los comenta] Uno; ¿qué quieren estos niños? Paz, porque sufren. Allí, en el campo, tienen cursos de educación. Pero, ¡qué no han visto esos niños! Miren esto: han visto también ahogarse a un niño. Esto lo llevan en su corazón. Hoy, de verdad, daban ganas de llorar. Daban ganas de llorar. El mismo tema lo dibujó también este niño de Afganistán: se ve que la barcaza que viene de Afganistán regresa a Grecia. Los niños tiene esto en la memoria. Se necesitará tiempo para que lo elaboren. Miren este otro dibujo: el sol que observa y llora. Y si el sol es capaz de llorar, también nosotros lo somos. Nos haría bien una lágrima.
-Fanny Carrier, Agence France Presse: Buenos días. ¿Por qué no hace usted ninguna diferencia entre quienes huyen de la guerra y quienes huyen del hambre? ¿Puede Europa acoger toda la miseria del mundo?
Francisco: Es verdad. Hoy dije en mi discurso que “algunos huyen de las guerras y otros, del hambre”. Ambas situaciones son efecto de la explotación. También de la explotación de la tierra. Hace más o menos un mes, un jefe de gobierno de África me decía que la primera decisión de su gobierno fue la reforestación, porque la tierra se había muerto por la explotación de los bosques. Hay que hacer obras buenas con ambas categorías. Porque algunos huyen del hambre y otros de la guerra. Yo invitaría a los traficantes de armas –porque las armas, es verdad que hay acuerdos, hasta cierto punto se fabrican; pero los traficantes, los que trafican para hacer la guerra en diversas partes, como en Siria, por ejemplo, ¿quién arma a los diversos grupos?– los invitaría a que pasaran un día en ese campo de refugiados. Creo que sería saludable para ellos.
-Néstor Pongutá, Radio Colombia: Santidad, muy buenas tardes. Esta mañana ha dicho usted algo muy especial, que nos ha llamado mucho la atención: que éste era un viaje triste, y ha demostrado con sus palabras que está muy conmovido. Pero algo debe haber cambiado también en su corazón, sabiendo que trae doce personas, y que con este pequeño gesto ha dado una lección a aquellos que a veces voltean la mirada frente a tanto dolor, a esta Tercera Guerra Mundial en pedazos, que usted ha denunciado.
Francisco: Voy a hacer un plagio y a responder con una frase que no es mía. La misma cosa le preguntaron a la Madre Teresa de Calcuta. ¿Por qué tanto esfuerzo, tanto trabajo, sólo para acompañar a las personas a morir? ¡Eso que usted hace no sirve para nada! El mar es inmenso. Y ella contestó: sí, es una gota de agua en el mar, pero después de esa gota, el mar ya no será el mismo. Es un pequeño gesto. Pero son pequeños gestos los que debemos hacer todos nosotros, hombres y mujeres, para tender la mano quien lo necesita.
-Joshua Mc Elwee, National Catholic Reporter: Gracias Santo Padre. Hemos venido a un país de inmigración, pero también de política económica de austeridad. ¿Quisiera preguntarle cuál es su concepto de economía de austeridad? También en lo que se refiere a otra isla, Puerto Rico. Si tiene usted un concepto sobre esta política de austeridad.
Francisco: La palabra austeridad tiene diferentes significados, según el punto de vista desde el que se vea: económicamente significa un capítulo de un programa; políticamente es otra cosa; espiritual y cristianamente es otra. Cuando yo hablo de austeridad, lo hago en contraste con el desperdicio. Escuché en la FAO –creo que fue en una reunión de la FAO– que con la comida desperdiciada se podría resolver el problema del hambre en el mundo. Y nosotros, en nuestra casa, cuánto desperdiciamos sin quererlo. Esta es la cultura del descarte y del desperdicio. Yo hablo de austeridad en este sentido, en sentido cristiano. Detengámonos aquí y vivamos más austeramente.
-Francisco Romero, Rome Reports: Santidad, usted ha dicho que esta crisis de refugiados es la peor crisis después de la de la Segunda Guerra Mundial. Quisiera preguntarle ¿Qué piensa usted sobre la crisis de los inmigrantes que llegan a los Estados Unidos, de México y de otros países de América Latina?
Francisco: Lo mismo. Es lo mismo, porque llegan allí huyendo, sobre todo del hambre. Se trata del mismo problema. En Ciudad Juárez celebré la Misa a cien metros, o tal vez menos, de la valla. Del otro lado, había unos cincuenta Obispo de Estados Unidos y un estadio con cincuenta mil personas que seguían la Misa en pantallas gigantes. Del lado mexicano, aquel campo lleno de gente. Pero se trata de los mismo. Llegan a México, de Centro América. ¿Se acuerda de hace dos meses? Hubo un conflicto con Nicaragua, porque no quería que los refugiados transitaran por su territorio. Al final, se resolvió. Los llevaban en avión al otro país, sin pasar por Nicaragua. Es un problema mundial. Yo se lo dije a los Obispos mexicanos. Pedí que se hicieran cargo de los refugiados.
-Francis Rocca, Wall Street Journal: Gracias, Santo Padre. Veo que ya le hicieron las preguntas sobre la inmigración que yo tenía en mente. Y usted ha respondido muy bien. Si me permite, quisiera hacerle una pregunta sobre otro acontecimiento de los días pasados: su exhortación apostólica. Como usted bien sabe, después de su publicación ha habido muchas discusiones sobre uno de los puntos – y se han concentrado particularmente en este –. Algunos sostienen que no ha cambiado nada sobre la disciplina que regula el acceso a los sacramentos para los divorciados que se han vuelto a casar; que la ley y la praxis, y obviamente también la doctrina, no han sido tocadas. Otros, en cambio, sostienen que ha cambiado mucho y que hay muchas nuevas aperturas y posibilidades. Mi pregunta sería: para una persona, para un católico, ¿hay nuevas posibilidades concretas que no existían antes de la publicación de la exhortación o no?
Francisco: Podría decir que sí, y punto. Pero sería una respuesta muy simplificada. Les recomiendo que lean la presentación del documento que hizo el cardenal Schönborn, que es un gran teólogo. Es miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe y conoce bien la doctrina de la Iglesia. Ahí encontrarça usted la respuesta a su pregunta. Gracias.
-Guénois, Le Figaro: Tenía la misma pregunta, pero le hago, en cambio, una pregunta complementaria: No se ha entendido bien por qué haya puesto usted en esa famosa nota al pie de página, la nota 351, en la Amoris Laetitia, lo que concierne a los problemas de los divorciados vueltos a casar. ¿Por qué una cuestión tan importante se trata en una pequeña nota al pie de página? ¿Es porque ha previsto oposición, o porque ha querido que no se le diera mucha importancia a ese punto?
Francisco: Escuche, uno de los últimos Papas, hablando sobre el Concilio, dijo que había habido dos concilios: el Vaticano II, en la Basílica de San Pedro, y el otro, el “concilio de los medios de comunicación”. Cuando convoqué el primer Sínodo, la gran preocupación de la mayor parte de los medios de comunicación era: ¿podrían recibir la comunión los divorciados que se han vuelto a casar? Y como yo no soy santo, eso me molestó un poco y también me dio un poco de tristeza. Porque yo pienso: pero esos medios de comunicación, que dicen tantas cosas, ¿no se dan cuenta de que no es ese el problema principal? ¿Acaso no se dan cuenta que la familia, en todo el mundo, está en crisis? Y la familia es la base de la sociedad. ¿No se percatan de que los jóvenes no quieren casarse? ¿No ven que la disminución de la natalidad en Europa es como para ponerse a llorar? ¿No saben que la falta de trabajo y la dificultad para encontrarlo obligan a que el padre y la madre tengan dos empleos, y que los niños crezcan solos, sin aprender a crecer en diálogo con papá y mamá? Estos son los grandes problemas. No me recuerdo de esa nota, pero si una cuestión como la que usted señala está en una nota, es porque fue dicha en la Evangelii gaudium. Seguro. Debe tratarse de una cita de la Evangelii gaudium. No recuerdo el número, pero seguro que es así.
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Fuentes:
La Nación / Vatican Insider / Vida Nueva