El Concilio Vaticano II y la libertad religiosa
3:00 p m| 17 feb 16 (RD/BV).- En el pasado diciembre se conmemoró el 50 aniversario de la aprobación del Decreto Dignitatis humanae, del Vaticano II, sobre la libertad religiosa. Es un texto breve pero con una elaboración complicada y que trajo discusiones apasionadas, dentro y fuera del Aula Conciliar. La Dignitatis humanae provocó un debate muy vivo, sobre todo en la mayoría de los obispos españoles, que argumentaban que “el error no tenia ningún derecho”, pero fueron los obispos de los EE.UU. los que apostaron de manera decisiva por el derecho a la libertad religiosa. El mismo Papa Pablo VI declaró que este texto era de gran importancia, ya que reivindicaba el derecho individual y colectivo de la libertad religiosa.
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El texto sobre la libertad religiosa pasó por ocho redacciones sucesivas, dos proyectos preparatorios y seis redacciones propiamente conciliares, hasta su definitiva aprobación, el 7 de diciembre de 1965, hoy hace 50 años, en la última congregación presidida por Pablo VI, con un resultado de 2308 votos afirmativos, 70 negativos y 8 nulos. De esta manera el Papa Montini promulgó solemnemente este texto, que consta de un preámbulo, dos capítulos y una conclusión.
Esta Declaración, discutida con pasión, llegó a un consenso a partir de la dignidad de la persona, como ya había defendido antes el Papa Juan XXIII en su encíclica, Pacem in terris. La mayor parte del episcopado español se manifestó en contra de la Declaración, ya que España se regia por el Concordato de 1953, que afirmaba en su artículo primero: “La Religión Católica, Apostólica Romana sigue siendo la única de la Nación Española”. Por eso en enero de 1964, los obispos españoles contrarios a la libertad religiosa, escribieron un documento muy crítico contra esta Declaración, llegando a afirmar que “esta doctrina constituye una ruptura inadmisible”. El grupo de obispos españoles, “teológicamente tradicionales y políticamente adictos al régimen”, como afirma el P. Hilari Raguer, historiador y monje de Montserrat, pidieron al Papa Pablo VI, que “con su suprema autoridad retirara de la deliberación del Concilio” este texto. Evidentemente el Papa no hizo ningún caso de la petición de estos obispos.
Declaraciones como la del obispo Alonso Muñoyerro, dan idea de la postura de estos pastores de la Iglesia, cuando decía: “España disfruta de la unidad católica desde el siglo VII, desde el rey Recaredo. Por la fuerza de esta unidad, la religión católica está en 22 repúblicas de América y en Filipinas. A ella se deben las victorias sobre los mahometanos en España y Lepanto. Y en nuestros tiempos, una gran victoria contra el comunismo”. Por su parte, Quiroga Palacios arzobispo de Santiago de Compostela, argumentaba que con la libertad religiosa habría “una licencia desenfrenada”. Y Arriba y Castro, de Tarragona decía: “El proselitismo de los no católicos entre los católicos es ilícito y ha de ser impedido, no solo por la Iglesia, sino también por el Estado”.
El documento sobre la libertad religiosa era considerado “perjudicial para los católicos”, según Quiroga y “contra el Estado Católico”, como dijo el obispo López Ortiz. El obispo Temiño no aceptaba que todas las religiones tuviesen los mismos derechos y el obispo de Canarias rezaba para que Dios impidiese que se aprobara la Dignitatis humanae.
La mayor parte de los obispos españoles, de formación integrista y franquista, tenían miedo, como dice el historiador y sacerdote Juan Mª Laboa, por la Unidad católica de España. El mismo Papa Pablo VI le dijo al arzobispo Quiroga: “No tengan miedo por la libertad religiosa. Sé muy bien que las circunstancies de España son muy especiales”. Por eso el Papa le volvió a decir a Quiroga: “No tengan miedo por la libertad religiosa”. Así y todo, el arzobispo Arriba y Castro temía que “el Concilio Vaticano II, no fuese la ruina de la religión católica”.
Los obispos españoles (que defendían España como el Estado más antiguo de Europa) estaban desconcertados oyendo en el aula conciliar, que el Estado no tenia derecho a hacer discriminaciones por motivos religiosos. En un Régimen de confesionalidad como vivía España, todo lo que hacía “olor” de libertad, asustaba a los obispos.
“Si la declaración sobre la libertad religiosa suscitó apasionadas polémicas”, como ha dicho el P. Hilari Raguer, fue “porqué no solo planteaba una cuestión teológica, sino que también incidía en la práctica política de algunos países”, como España, con un franquismo que “había hecho de la religión católica, uno de los pilares fundamentales del régimen y de la unidad del Estado”.
Al final la aprobación y la promulgación de la Dignitatis humanae abrió un camino de dialogo en la Iglesia y en el mundo, ya que este texto fue ratificado por 2308 votos afirmativos, 70 negativos y 8 nulos, ante el estupor de muchos obispos españoles. De esta manera, la doctrina integrista del Estado confesional católico había quedado herida de muerte y el gobierno español se habría de adaptar a la Declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa. Como ha dicho el P. Hilari Raguer, “el reciente rebrote del fundamentalismo (y no únicamente en el mundo islámico) da a este texto una renovada actualidad”.
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Fuente:
Religión Digital