Robin Wang: ‘La enseñanza de Confucio puede ir mano a mano con la católica’

7.00 p m| 22 ene 15 (REVISTA MENSAJE/BV).- Académica sino-estadounidense analiza cómo se relaciona la filosofía china tradicional con el contexto contemporáneo de la globalización, y explica los nexos existentes entre las raíces de esta corriente de pensamiento y lo que se experimenta en occidente, observando las convergencias y divergencias entre ambos mundos.

En la entrevista publicada en la Revista Mensaje, Wang señala por ejemplo que para Confucio la satisfacción personal “radica en sentir que se tiene una vida fructífera en relación con los demás”, y esa es una noción que va mano a mano con la enseñanza católica.

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El ying y el yang es el conocido símbolo de la filosofía china que alude a cómo dos energías contrapuestas pueden equilibrarse y convivir en armonía. Se trata de un equilibrio que tiende a la igualdad, por cuanto sin el yin -la representación de lo femenino- no podría existir propiamente el yang -representación de lo masculino-, y sin la interacción de ambos no puede generarse vida.

Este concepto esencial de buena parte del pensamiento oriental ha sido empleado didácticamente por la académica Robin R. Wang, directora de Asia Pacific Studies de la Universidad Loyola Marymount, para abordar las tensiones y las formas de encuentro que afrontan Occidente y Oriente en un contexto mundial de globalización. Su libro, El camino del cielo y de la tierra en el pensamiento y la cultura china (Cambridge University Press, 2012), trata sobre definiciones que se asumen hoy en esa sociedad en el plano filosófico y ético.

Vistas desde cierta perspectiva, son ideas que podrían ser afectadas en momentos en que esa nación ha debido abrir fronteras y hacerse competitiva, en un marco de libre mercado internacional y crecimiento económico. Pero también podrían ser apreciadas como ideas que pueden transmitirse a Occidente e influir en las variables culturales de este. Así, el yin y el yang, como símbolo dinámico, es aplicable a la compleja vinculación entre dos civilizaciones.

En un reciente seminario, titulado “Pensamiento griego, pensamiento chino: ¿Qué traen Platón y Confucio al siglo XXI?”, organizado en Santiago por el Centro de Estudios Latinoamericanos sobre China, de la Universidad Andrés Bello, la académica expuso sobre este y otros temas. El encuentro fue una instancia planteada para reflexionar sobre los nexos existentes entre las raíces de las corrientes de pensamiento predominantes en Occidente y Oriente, y acerca de cómo pueden visualizarse las convergencias y divergencias entre ambos mundos. En la oportunidad, la profesora Wang expuso en qué sentido los fundamentos del yin y el yang podrían significar un aporte concreto en el ordenamiento del concierto mundial, incluyendo la posibilidad de construir una base teórica de aproximación a los problemas que surgen en el mundo. Con lo anterior como motivación, tuvo lugar el siguiente diálogo de Mensaje con la profesora Wang.

—Nos gustaría preguntarle sobre la filosofía en Oriente y su diferencia con Occidente. Nuestro Padre General, Adolfo Nicolás, S.J., nos dijo una vez que para los misioneros católicos que viajaron a Oriente después del Concilio Vaticano II el concepto de justicia era muy importante. Sin embargo, para quienes ellos encontraron en China la armonía era más importante. De hecho, los chinos consideraron que los misioneros estaban muy mal orientados al tratar de imponer sus ideas sobre la justicia, olvidando que para estas culturas la armonía era un valor principal. ¿Qué cree Ud. sobre eso?

—Primero, hay que considerar cómo se entiende en cada cultura al “individuo” y cómo este se relaciona con la sociedad. La tradición occidental es enfatizar la justicia, sobre la base de individuos cuya relación está regida por la noción de justicia. En la cultura china uno se convierte en persona a través de sus conexiones con la sociedad, gracias a la armonía con que se integra a la comunidad. No existe el individuo aislado, pues este tiene sus raíces en la familia, después en la comunidad y a continuación en la sociedad. Como dijo Confucio, uno nace con derechos naturales, por ejemplo, a la libertad o a la posibilidad de buscar la felicidad, pero, además, hay deberes naturales. Cada persona nace en una función social, le guste o no a esa persona: no se puede decir “no quiero ser hijo de esa familia”, no se puede decir “estoy en contra de mi comunidad”. Uno tiene deberes naturales que son una obligación social básica. De ese modo, se da una relación armónica con la sociedad y es esa relación la que conforma a cada persona en tanto tal. Si en ese contexto Ud. me pregunta quién soy, pues responderé que “soy hija de una familia”: la definición de lo que es una persona es multidimensional.

—Se observa, entonces, una preponderacia de los deberes.

—Confucio nos dice que nacemos con deberes naturales. Cuando en China se habla de derechos, se hace una referencia a derechos fundamentalmente económicos, es decir, a aquellos que corresponden a la preocupación de cómo sobrevivir y sostener un nivel de vida digno. Estos resultan más importantes que, por ejemplo, contar con libertad de expresión. Es entonces un valor asiático que está en conflicto con la idea de los valores individuales, pues plantea que el todo es más importante que el individuo.

No estoy muy familiarizada con la idea latinoamericana, pero asumo que es cercana a la europea ya que integra, por ejemplo, la noción del Contrato Social y de una sociedad basada en la búsqueda de deseos individuales. En contraste, el concepto de Confucio sobre la sociedad está dado por la pregunta acerca de cómo podemos construir una sociedad mejor ordenada. Me parece que esto se aproxima a la Doctrina Social de la Iglesia, en donde la bondad común nos une. En China pensamos en cómo cada individuo puede pensar más en esa bondad común. Conozco estudios de sacerdotes católicos que relacionan las ideas de Confucio con la enseñanza social de la Iglesia católica y que piensan que hay similitud entre ambas formulaciones. Ellos están haciendo un constructivo trabajo de diálogo entre estas dos culturas.

No podemos abordar este tema sin recordar la inmensa figura de Matteo Ricci y su labor en China a fines del siglo XVI. Él se fascinó por las normas morales de la gente en ese país. Había ausencia de Dios, pero él encontró similitudes en los valores. De ese modo, asumió que no se puede imponer una idea a otros, sino que se tiene que aprender sobre la otra cultura y construir una amistad, relaciones, una dependencia mutua, reciprocidad. Él hizo mucha inculturación, aunque no dejó de transmitir su mensaje cristiano. Como Ud. sabe, China es la comunidad católica que está creciendo más rápido en el mundo.


Honrar a sus padres

—El seminario en el que Ud. participó hacía referencia a Confucio y a Platón. ¿Cómo se inserta en esto la consideración de las filosofías griegas? San Ignacio, al comenzar la fundación de la Compañía de Jesús, cuando los jesuitas pensaron que sería importante tener escuelas, prefirió dar mayor importancia al pensamiento de Cicerón que a la enseñanza estricta de la Biblia. San Ignacio creía en enseñar cómo ser un buen ciudadano de la polis, de la ciudad. ¿Hay, entonces, una conexión entre Cicerón y Confucio?

—Hay muchas conexiones. Para Confucio es interesante la importancia de la comunidad y de la sociedad. Hay una palabra china clave que significa “honrar a sus padres”: no puede convertirse en buen ciudadano quien primero no es un buen hijo, de manera que una primera tarea es cuidar a los padres y solo después es posible convertirse en buen ciudadano. De ese modo, uno entrena un sentimiento moral: se forman los deberes morales a través de la acción de servir a los padres. La familia centra el corazón y luego se extiende la obligación hacia los demás. Hay, entonces, una cierta similitud teórica con la filosofía griega.

—Por todo lo anterior, ¿puede decirse que el individuo es menos importante en el mundo de Oriente?

—Creo que el concepto abstracto es menos importante, pero cada individuo sí es importante. Cada uno es parte de un contexto social a través de sus funciones sociales, y se plantea en el confucionismo que con ellas él puede aspirar a ser sabio. El confucionismo expresa que no se puede tener en cuenta únicamente el propio yo, como persona aislada, pues cada quien necesita conexiones. Para Confucio, estas se convierten en el centro de todo. Él habla de un hombre rectificado. La obligación moral o el deber moral se deriva de entender qué tipo de función social uno tiene.


Desarrollar integralmente la humanidad

—Entonces, ¿cómo entiende Ud. la sociedad estadounidense? Se trata posiblemente del país más individualista en el mundo, centrado en el individuo y en la libertad. Por ejemplo, acá, en Chile, no hay gran diferencia con EE.UU. Estamos haciendo crecer a una juventud que muchas veces no tiene conciencia de sus deberes sino solo de sus derechos, y que considera que ya con la defensa de estos está logrando su realización personal.

—Ese pensamiento es un error, es una fantasía, no es real. La realización de una persona radica en su participación en la comunidad

—Esa afirmación tiene mucho sentido cristiano.

—Sí, bastante.

—Se vincula con el servicio a los demás.

—La satisfacción personal radica en sentir que se tiene una vida fructífera en relación con los demás. Esa es la enseñanza de Confucio, que en este aspecto es, realmente, como en otros temas, una enseñanza que puede ir mano a mano con la católica. Quisiera observar que esto no nos preocupa porque se trate de promover el confucionismo o el catolicismo, sino porque buscamos desarrollar la humanidad integralmente. Es propio del confucionismo enseñar a todas las personas, todo aquello necesario para el crecimiento de cada una. Se busca transmitir conocimiento haciendo crecer la vida espiritual, como forma de entender quién es uno y qué vida emocional, mental y física tiene. Se toma en cuenta la idea griega de bienestar: la integridad de la persona, que no es un ser unidimensional.


Sin caricaturas

—Quizás podemos pensar que el punto de vista estadounidense que hemos mencionado permite “tener más” y así se posibilita que surjan figuras prominentes en varios sectores de la sociedad. Por el contrario, si mi vida debe ser orientada a los deberes, es decir, a mis deberes naturales, quizás no voy a ser Albert Einstein ni Henry Ford, porque voy a tener que encargarme del bienestar de mis abuelos o de servir a mi comunidad.

—La sociedad estadounidense promueve la excelencia, lo que viene de los griegos. Sin embargo, debemos reconocer que el consumismo en EE.UU. limita el espíritu libre, pues restringe la creatividad. En tanto, en China sería el espíritu comunitario el que eventualmente limitaría la creatividad. Sin embargo, debemos entender que hay muchos matices en esto. Es un asunto de matices. Mantener la creatividad individual y preservar el sentido de la belleza que está en la armonía o la unidad, es una muy buena integración. El ideal es cuidar el espíritu comunitario y el sentido de responsabilidad social, preservando la posibilidad de creatividad individual.

Necesitamos las dos inspiraciones. Si empujamos el confucionismo a un extremo, el acento es comunitario y entonces se pueden debilitar los derechos individuales y la creatividad individual. Pero no debemos creer que ese extremo es la realidad, pues el confucionismo no es una creencia opuesta a los derechos del individuo. Estos tienen un fundamento basado en la responsabilidad común que es, tradicionalmente, la valoración de la comunidad.

—En Estados Unidos, está el self made man, que tiene su acento en el individuo más que en la comunidad: en el joven que sin ayuda de nadie logra triunfar. Las películas estadounidenses suelen mostrar a una persona que está sola contra el mundo.

—Por supuesto, pero ese es un mito que exagera la realidad. Si uno mira las circunstancias de los grandes creadores estadounidenses, observa que no es tan así. Por ejemplo, Steve Jobs, fundador de Apple, sin perjuicio de que tenía un ímpetu individual que era su motor, contó con un grupo grande de gente apoyándolo. Él tenía una espiritualidad budista, hinduista; él era vegetariano; era alguien que buscaba la simplicidad, tal como se observa, por lo demás, en sus diseños. Podemos afirmar que hay una espiritualidad oriental detrás de la línea de los productos de la empresa que él fundó: es el toque Apple, que hace que todas las cosas sean muy simples.

—Y si hablamos de ese mito americano, ¿podemos describir cuál sería, por otra parte, el mito que podría existir en el confucionismo? ¿Cuál puede ser la visión exagerada acerca del confucionismo?

—Conceptualmente, esta es una gran pregunta. El mito es el de una sociedad armoniosa que va a llevar a malos resultados al individuo, pues este debe someterse. La caricatura es que el individuo pobre debe postergarse para contribuir a la armonía, y que el bienestar de la persona en general no va a estar conectado con el bien de la sociedad. En otras palabras, una comunidad armoniosa podría ser mal empleada en el sentido de que se podría sustentar una dictadura que posterga las legítimas aspiraciones individuales. Así, la armonía es un buen concepto que puede ser mal usado para objetivos que van más allá.

La imagen más socorrida en la antigua China es la de la armonía musical, que se forma a partir de muchas individualidades. Diversos instrumentos juegan un rol para contribuir a crear una gran armonía hecha de distintos esfuerzos individuales.

—El resultado es la armonía en un trabajo en el que cada uno tiene un rol diferente.

—Las relaciones jerárquicas, por ejemplo, en las cuales alguien se somete a otro, conforman un tipo de armonía. Pero hay también otro tipo de armonías muy propias de este concepto, como la tarea de cocinar, en la que se deben combinar alimentos diferentes para lograr un plato armonioso. Es decir, podemos hablar de dos tipos de armonía. Uno es el sometimiento a una jerarquía y otro es la combinación de distintos aportes. Esto es un tópico a discutir. La armonía jerárquica puede ser un tanto peligrosa porque puede perpetuar cierto sometimiento y puede limitar la contribución de quien es sometido, limitarla en el sentido de que esa contribución sea siempre la misma, sin cambio posible. Eso haría que, por ejemplo, no hubiese movimiento social. Vale decir, puede significar que una persona sea siempre solo una tuerca en una gran máquina.

—Esto daría una visión estática del papel de muchas personas.

—Por cierto. Y si, en ese esquema tan rígido, alguien tiene una buena idea, sería impedido su despliegue. La creatividad no tiene cabida allí. ¡Pero esto no es el auténtico confucionismo, como tampoco el self made man es la verdadera esencia de la sociedad estadounidense! Son caricaturas.


El embate del materialismo y el consumismo

—¿Qué están generando el capitalismo, el materialismo y el consumismo en China, donde uno entiende que como base de su cultura está el confucionismo?

—¡Ah!, es terrible. Se puede hablar que hay allí una crisis espiritual en una sociedad que hoy siente un vacío grande. Los valores de Confucio fueron amenazados por decisión de quienes impulsaron la Revolución Cultural comunista. Trataron de eliminarlos. Y ahora se vive el embate de todo este influjo proveniente de Occidente. Pero China nunca va a ser una sociedad occidental; nunca va a convertirse en una sociedad de individuos en la forma que adopta, por ejemplo, en Estados Unidos. Con el desarrollo económico, ahora encontramos en China todo un hardware, vale decir, grandes estructuras industriales, carreteras, rascacielos, trenes, aeropuertos, etc., pero el software, vale decir, el individuo, es muy precario. Podemos afirmar que así se ha abierto un espacio para el confucionismo, pues se da una búsqueda de valores en esta sociedad que cambia y crece materialmente con rapidez. Quizás Confucio pueda salvar a China.

Me parece que hay actualmente una gran búsqueda de parte de mucha gente que quiere volver a las enseñanzas tradicionales. Se busca regresar a los grandes libros, a los clásicos, para asimilar mejor esos valores, para encontrar algo que dé sentido. Sin embargo, es difícil esto en un mundo individualista. No olvidemos que esos valores descansan en buena medida en la familia y hoy la familia en China está debilitada por el exceso de trabajo, las ausencias o el estrés. Los padres no tienen tiempo para ocuparse. O bien ocurre con frecuencia que un individuo debe hacerse cargo de seis u ocho adultos. Esto último es un gran problema social. Me parece que hay un estado de ánimo muy malo en China.


Corrupción y culpabilidad

—Quisiera pedirle una comparación sobre el concepto de la corrupción en EE.UU. y en China. Sabemos que hay componentes negativos en la sociedad norteamericana, pero en ella la verdad y la honestidad son valores muy altos. ¿Cuáles son los valores más apreciados en la sociedad tradicional china? En EE.UU. es considerado criminal ser corrupto. ¿En China la corrupción es considerada tan criminal como en ese país?

—Hoy, sí, el nuevo Presidente está empeñado en combatir la corrupción. Sin embargo, hay allí un punto interesante. En el sistema de valores chino tiene un valor muy grande tener conexiones verdaderas en el trabajo, tener amistad, lograr buenas relaciones con las personas. Eso es un factor que otorga gran valor al papel que juega un liderazgo virtuoso. Esto es importante si la estructura o la ley no son lo suficientemente firmes, como ocurre en China. En el confucionismo no hay una estructura que apoye al líder, de manera que el líder tiene que ser virtuoso. El riesgo es que si se tiene malos líderes o si ellos son influidos negativamente por terceros, se vive una situación desastrosa.

En cambio, en EE.UU. o en Occidente es la estructura la que tiene mayor importancia, pues mediante su firmeza los intereses pueden ser protegidos. El sistema norteamericano tiene una estructura que puede proteger de la corrupción. Están, por ejemplo, la separación de los poderes del Estado y los medios de comunicación social, que resguardan los derechos y las libertades. Esto último en China no es así, todavía. Incluso puede ocurrir que si un medio denuncia un caso de corrupción, este puede recibir un pago para que deje de abordar ese tema y, entonces, la denuncia se calla.

El actual Presidente está haciendo un esfuerzo para atacar estas situaciones y tengo la esperanza de que se proyecte más allá de simplemente sacar las manzanas podridas, y que elimine los factores esenciales que posibilitan los actos corruptos, como la falta de estructuras sólidas.

De todos modos, hay que decir que esto no es solo un problema de China, sino que la corrupción es un reto que está presente muy fuertemente en muchos países asiáticos.

Otra materia ligada con esto es el concepto de la integridad personal. Una comparación entre el sistema filosófico estadounidense y el chino se puede hacer en torno al sentimiento de culpabilidad. En Occidente uno se puede sentir culpable frente a la ley, o frente a la propia conciencia, o frente a los demás, o frente a la sociedad. En cambio, en China ese sentimiento de culpabilidad es reemplazado por la vergüenza: “Mientras los demás no sepan que estoy haciendo algo malo, yo puedo seguir haciéndolo… Si la familia o la comunidad a la que pertenezco se ven beneficiadas por lo que hago, entonces no tengo un sentimiento de culpa interno”. En consecuencia, la vergüenza es más externa y la culpa es más interna. La culpa es más fuerte en lo interno que la vergüenza; la culpa me ayuda a proteger la propia integridad de mi conciencia. Puede decirse que hay una cierta falta de integridad personal individual en este proceso de la vergüenza, ya que está condicionado por la presencia u observancia de parte de los demás.


La justicia, según Confucio

—¿Cómo se expresa la noción de justicia en Confucio?

—Es diferente al sentido que se le da en Occidente. En China hay una palabra para designar “justicia”, que alude a la necesidad de hacer las cosas bien o de distribuir correctamente el bienestar público. Podemos abordar este tema con un ejemplo. En China no existe el concepto de “privacidad”, de manera que no puede fácilmente considerarse que haya “injusticias”, al interior de una familia o en una relación entre padres e hijos. Prima el sentido de distribuir el bien común y la “justicia” apunta a la capacidad de hacer las cosas correctamente. Es decir, los padres pueden abrir las cartas recibidas por un hijo, pues lo hacen por el bien de él; quieren ayudarlo y saber qué está pasando con él. No existe el criterio occidental de que, en este caso, el hijo podría decir que esa acción se trató de una intromisión indebida e injusta.

—¿Cuál es el corazón del concepto de justicia en Oriente? Según nuestro concepto de justicia social, todos deben tener un mínimo para vivir dignamente. También tiene que ver con la verdad: la justicia es ciega porque debe juzgar teniendo en cuenta solo la verdad. Se guía por la ley o la doctrina, y no por otras consideraciones. En el cristianismo, la justicia se mueve por el sentido del bien común.

—En China el concepto de justicia es la corrección, es decir, que las cosas se hagan correctamente. Es una “corrección” que se tiene que contextualizar en un entorno social, por ejemplo. Veamos qué pasa con los prisioneros: en las cárceles chinas ellos están trabajando y se critica al país por permitirlo. Se denuncia que están atropellándose sus derechos. Sin embargo, los chinos sostienen que si quienes están presos dañaron un bien social con sus delitos, ahora deben trabajar para enmendar en parte ese daño. De ese modo, contribuyen a la sociedad. En cambio, uno ve a los prisioneros en Estados Unidos que están en sus celdas, echados, sin hacer nada. Y los que pagan impuestos tienen que estar manteniéndolos. No veo que sea un problema que ellos deban trabajar para aportar en algo a la sociedad que han dañado.


Fuente:

Entrevista publicada en la Revista Mensaje

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