Entrevista al Papa Francisco en el diario La Nación: la primera a un medio latinoamericano

9.00 p m| 9 dic 14 (LA NACIÓN).- En la residencia de Santa Marta, el exarzobispo de Buenos Aires no eludió ningún tema: habló desde sus viajes y su salud hasta el Sínodo y la reforma de la curia romana. Francisco admitió que “falta mucho todavía” para terminar el trabajo de renovación en el Vaticano y habló con gran naturalidad de las resistencias que enfrenta y por las que -dijo- no se siente muy preocupado. Entrevista de Elisabetta Piqué para el diario “La Nación” de Argentina, que además es la primera que ofrece el Papa a un medio latinoamericano.

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-Para América Latina es fuente de orgullo tener al primer Papa no europeo. ¿Qué espera usted de la región?

-América Latina viene recorriendo un camino desde hace tiempo, desde la primera reunión y creación del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam). Monseñor Larraín, el primer presidente del Celam, le dio un gran impulso. Fue la conferencia de Río, después Medellín, después Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Son hitos que el episcopado latinoamericano fue haciendo, colegialmente, con metodologías distintas, primero tímidamente. Pero este camino de 50 años no se puede ignorar porque es un camino de toma de conciencia de una Iglesia en América Latina y de maduración en la fe.

Junto con este camino, se desplegó también una gran inquietud por estudiar el mensaje guadalupano. La cantidad de estudios sobre la Virgen de Guadalupe, sobre la imagen, sobre el mestizaje, sobre el NicanMopoua, es impresionante, es una teología de fondo. Por eso al celebrar el Día de la Virgen de Guadalupe, patrona de América, el 12 de diciembre, y los 50 años de la Misa criolla, estamos conmemorando un camino de la Iglesia latinoamericana.

-Un reciente sondeo en la región (del Pew Research Center) certificó que, más allá del “efecto Francisco”, hay católicos que siguen abandonando la Iglesia

-Conozco la estadística que dieron en Aparecida, es el único dato que tengo. Evidentemente, hay varios factores que intervienen en eso, externos a la Iglesia. Por ejemplo, la teología de la prosperidad inspira muchas propuestas religiosas que atraen gente. Pero luego la gente queda a mitad de camino. Pero dejando afuera lo externo a la Iglesia, me pregunto: ¿cuáles son las cosas nuestras, dentro de la Iglesia, que hacen que los fieles no se sientan satisfechos? Y es la falta de cercanía y el clericalismo. La proximidad es el llamado hoy al católico, a salir y hacernos próximos de la gente, de sus problemas, de sus realidades.

El clericalismo, se lo dije a los obispos del Celam en Río de Janeiro, frenó la madurez laical en América Latina. Donde los laicos son más maduros en América latina es precisamente en la expresión de la piedad popular. Pero organizaciones laicales siempre estuvieron con el problema del clericalismo. Yo hablé de esto en la Evangelii Gaudium (la primera exhortación apostólica del Papa).

-¿La renovación de la Iglesia a la que usted llama apunta también a buscar a estas “ovejas perdidas” y a frenar esa sangría de fieles?

-No me gusta usar esa imagen de la “sangría” porque es una imagen muy ligada al proselitismo. No me gusta usar términos ligados al proselitismo porque no es la verdad. Me gusta usar la imagen de hospital de campaña: hay gente muy herida que está esperando que vayamos a curarle las heridas, heridas por mil motivos. Y hay que salir a curar heridas.

-¿Ésa es la estrategia entonces para recuperar a los que se van?

-No me gusta la palabra “estrategia”, sino que hablaría del llamado pastoral del Señor, porque si no, parece todo una ONG… Es el llamado del Señor, lo que hoy le pide a la Iglesia, no como estrategia, porque la Iglesia no hace proselitismo. La Iglesia no quiere hacer proselitismo porque la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción, como dijo Benedicto. La Iglesia tiene que ser un hospital de campaña y salir a curar heridas, como el buen samaritano. Hay gente herida por desatención, por abandono de la Iglesia misma, gente que está sufriendo horrores…

-Usted es un Papa que suele hablar de manera directa, lo que le ayuda a dejar en claro el rumbo de su pontificado. ¿Por qué cree que hay sectores que están desorientados, que dicen que la “barca está sin timón”, sobre todo después del reciente sínodo sobre la familia?

-Me extrañan esas expresiones. No me consta que las hayan dicho. En los medios, aparece como que las hubieran dicho. Pero, hasta que no le pregunte al interesado: “¿Usted ha dicho esto?”, mantengo la duda fraternal. Pero, generalmente, es porque no leen las cosas.

Uno sí me dijo una vez: “Sí, claro, esto del discernimiento qué bien que hace, pero necesitamos cosas más claras”. Y yo le dije: “Mire, yo escribí una encíclica, es verdad, a cuatro manos, y una exhortación apostólica. Continuamente estoy haciendo declaraciones, dando homilías y eso es magisterio. Eso que está ahí es lo que yo pienso, no lo que los medios dicen que yo pienso. Vaya ahí y lo va a encontrar y está bien claro; Evangelii Gaudium es muy clara”.

-En los medios, algunos hablaron del “fin de la luna de miel” por la división que salió a la luz en el sínodo…

-No fue una división tipo estrella contra el Papa; o sea, al Papa de referente no lo tenían. Porque ahí el Papa procuró abrir el juego y escuchar a todos. El hecho de que, al final, mi discurso haya sido aceptado tan entusiastamente por los padres sinodales indica que el problema no era con el Papa, sino que era entre diversas posturas pastorales.

-Siempre que hay un cambio de statu quo, como significó su llegada al Vaticano, es normal que haya resistencias. Después de poco más de 20 meses, esta resistencia, silenciosa al principio, parece ser más evidente…

-La palabra la dijo usted. Las resistencias ahora se evidencian, pero para mí es un buen signo, que las ventilen, que no las digan a escondidas cuando uno no está de acuerdo. Es sano ventilar las cosas; es muy sano.

-¿La resistencia tiene que ver con la limpieza que usted está haciendo, con la reestructuración interna de la curia romana?

-Considero a las resistencias como puntos de vista distintos, no como cosa sucia. Tiene que ver con decisiones que por ahí tomo, eso sí. Claro, hay decisiones que tocan algunas cosas económicas, otras más pastorales…

-¿Está preocupado?

-No, no estoy preocupado, me parece todo normal, porque sería anormal que no existieran puntos divergentes. Sería anormal que no saliera nada.

-¿Terminó el trabajo de limpieza o sigue?

-No me gusta hablar de “limpieza”. Diría de hacer marchar la curia en la dirección que las congregaciones generales (las reuniones que anteceden al cónclave) pidieron. No, para eso falta mucho todavía. Falta, falta. Porque, en las congregaciones generales precónclave, los cardenales pedimos muchas cosas y hay que seguir adelante en todo eso.

-¿Lo que se encontró haciendo limpieza es peor de lo que se esperaba?

-Primero, no me esperaba nada. Esperaba volverme a Buenos Aires (risas). Y después creo que, no sé, Dios en eso es bueno conmigo, me da una sana dosis de inconsciencia. Voy haciendo lo que tengo que hacer.

-Pero ¿cómo anda el trabajo en curso?

-Bueno, es todo público, se sabe. El IOR (Instituto para las Obras de Religión) está funcionando fenómeno y se hizo bastante bien eso. Lo de la economía está yendo bien. Y la reforma espiritual es lo que en este momento me preocupa más, la reforma del corazón. Estoy preparando la alocución de Navidad para los miembros de la curia; voy a tener dos saludos navideños, uno con los prelados de la curia y otro con todo el personal del Vaticano, con todos los dependientes, en el Aula Pablo VI con sus familias, porque ellos también llevan adelante las cosas.

Los ejercicios espirituales para prefectos y secretarios son un paso adelante. Es un paso adelante que estemos seis días encerrados, rezando y, como el año pasado, lo vamos a volver a hacer en la primera semana de Cuaresma. Vamos a la misma casa.

-La semana que viene vuelve a juntarse el G-9 (el grupo de 9 cardenales consultores que lo ayudan en el proceso de reforma de la curia y en el gobierno universal de la Iglesia). ¿Para 2015 va a estar lista la famosa reforma de la curia?

-No, el proceso es lento. El otro día tuvimos una reunión con los jefes de dicasterios y se presentó la propuesta que hicieron de juntar los dicasterios de Laicos, Familia, Justicia y Paz. Y hubo discusión ahí, cada uno expresó lo que le parecía, y ahora esto vuelve al G-9. Es decir, la reforma de la curia lleva mucho tiempo, es la parte más compleja.

-¿Es decir que no va a estar lista en 2015?

-No, se va haciendo de a pasitos.

-¿Es cierto que un matrimonio podría estar al frente de este nuevo dicasterio que juntaría los Pontificios Consejos de los Laicos, de la Familia y de Justicia y Paz?

-Puede ser, no sé. Al frente de los dicasterios o de la secretaría va a estar la gente más apta, sea hombre, mujer, o matrimonio…

-Y no necesariamente cardenal u obispo…

-Arriba, en un dicasterio como la Congregación para la Doctrina de la Fe, el de Liturgia o en el nuevo que juntará a Laicos, Familia y Justicia y Paz, siempre va a estar al frente un cardenal. Conviene que sea así por la misma cercanía con el Papa como colaborador en ese sector. Pero ya los secretarios de dicasterio no tienen por qué ser obispos, porque un problema que hay acá, cuando uno tiene que cambiar un secretario-obispo es ¿dónde lo manda? Tiene que buscar una diócesis, pero a veces no son aptos para una diócesis, sino que son aptos para ese trabajo. Sólo nombré a dos obispos secretarios: el secretario del governatorato, para nombrarlo párroco de todo esto, y el secretario del sínodo de obispos, para lo que significa la episcopalidad allí.

-Fue un año intenso: muchos viajes importantes, el sínodo extraordinario, la oración por la paz por Medio Oriente en los jardines del Vaticano ¿Cuál fue el mejor momento y cuál el peor?

-No sabría decirlo. Todos los momentos tienen algo bueno y algo que por ahí no es tan bueno, ¿no? [silencio]. Por ejemplo, el encuentro con los abuelos, con los ancianos, fue de una belleza impresionante.

-Estaba Benedicto también…

-Me gustó mucho ese encuentro, pero no fue el mejor porque todos son lindos. No sé, no me sale eso, no se me ocurrió pensar eso.

-Y de ser Papa, ¿qué es lo que más le gusta y qué lo que más le disgusta?

-Una cosa, y esto es verdad y esto lo quiero decir: antes de venir acá, me estaba retirando. O sea, cuando volviera a Buenos Aires, había quedado con el nuncio de hacer la terna ya para que, a fin de ese año (2013), asumiera el nuevo arzobispo. Tenía la cabeza enfocada en los confesionarios de las iglesias donde iba a ir a confesar. Incluso estaba el proyecto de pasar dos o tres días en Luján y el resto en Buenos Aires, porque Luján a mí me dice mucho, y las confesiones en Luján son una gracia.

Cuando vengo acá, tuve que volver a empezar con todo esto nuevo. Y una cosa que me dije desde el primer momento fue: “Jorge no cambies, seguí siendo el mismo, porque cambiar a tu edad es hacer el ridículo”. Por eso he mantenido siempre lo que hacía en Buenos Aires. Con los errores, por ahí, que eso puede suponer. Pero prefiero andar así como soy. Evidentemente, eso produjo algunos cambios en los protocolos, no en los protocolos oficiales porque esos los observo bien. Pero mi modo de ser aun en los protocolos es el mismo que en Buenos Aires, o sea que ese “no cambies” me cuadró bien la vida.

-A la vuelta de Corea del Sur, ante una pregunta, dijo que esperaba en dos o tres años “ir a la casa del Padre” y mucha gente se quedó preocupada por su estado de salud, pensando que estaba enfermo o algo por el estilo. ¿Cómo está? ¿Cómo se siente? Se lo ve bárbaro…

-Tengo mis achaques y a esta edad los achaques se sienten. Pero estoy en manos de Dios, hasta ahora puedo llevar un ritmo de trabajo más o menos bueno.

-Un sector conservador en Estados Unidos cree que usted echó al cardenal tradicionalista norteamericano Raymond Leo Burke del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica por ser el líder de un grupo de resistencia a cualquier tipo de cambio en el sínodo de obispos… ¿Es verdad?

-El cardenal Burke un día me preguntó qué iba a hacer, ya que aún no había sido confirmado en su cargo, en la parte jurídica, y estaba con la fórmula de donec alitur provideatur (“hasta que se disponga otra cosa”). Y le dije: “Deme un poco de tiempo porque se está pensando en una reestructuración jurídica en el G-9”, y le expliqué que todavía no había nada hecho y que se estaba pensando. Y después surgió lo de la Orden de Malta y ahí hacía falta un americano vivo, que se pudiera mover en ese ámbito y se me ocurrió él para ese cargo. Y se lo propuse mucho antes del sínodo. Y le dije: “Esto va a ser después del sínodo porque quiero que usted participe en el sínodo como jefe de dicasterio”, porque como capellán de Malta no podía. Y bueno, me agradeció mucho, en buenos términos y lo aceptó, hasta le gustó me parece. Porque él es un hombre de moverse mucho, de viajar y ahí va a tener trabajo. O sea que no es cierto que lo eché por cómo se había portado en el sínodo.

-¿Tiene planes para su 78° cumpleaños, el 17 de diciembre próximo? Lo festejará con los barboni (sin techo) como el año pasado?

-A los barboni yo no los invité, me los trajo el limosnero ¿eh? Y fue un buen gesto y ahí también se hizo el mito de que yo había desayunado con los barboni. Pero yo desayuné con todo el personal de la casa y estaban los barboni ahí. Son de esas cosas folklóricas que me cuelgan ahí. Como cae un día que no tengo misa abajo en la capilla, porque es miércoles y hay audiencia general, vamos a almorzar juntos todos los empleados de la casa. Para mí, va a ser un día totalmente normal, como todos los demás.


Sobre el Sínodo: “Los divorciados vueltos a casar parecen excomulgados”

-El reciente sínodo extraordinario de obispos sobre la familia dejó a la luz dos visiones de Iglesia, con un sector abierto al debate y otro que está en contra. ¿Usted qué piensa?

-No diría que la cosa es tan así… Es verdad, uno simplificando, para explicar, podría decir que había unos que estaban más de este lado, o más del otro. Ahí lo rico fue el proceso sinodal y éste no es un proceso parlamentario, sino que es un espacio cubierto, protegido, para que el Espíritu Santo trabaje. Y necesita dos cualidades claras: coraje para hablar y humildad para escuchar. Y eso se dio muy bien. Es verdad que hay posturas más para un lado, o más para otro. Pero en un plano de búsqueda de la verdad. Usted me puede preguntar: “Pero, ¿hay algunos que son completamente tercos en sus posturas?”. Y, sí, alguno habrá. Pero eso no me preocupa. Es cuestión de rezar para que los convierta el Espíritu, si es que hubo algunos de ésos.

Lo que sí se sintió fue una búsqueda fraternal de cómo enfrentar problemas pastorales de la familia. La familia está recontrabaqueteada, los jóvenes no se casan. ¿Qué pasa? Después, cuando vienen a casarse, cuando ya están conviviendo, creemos que con tres conferencias los preparamos para el matrimonio. Y eso no basta, porque la gran mayoría no son conscientes de lo que significa el comprometerse para toda la vida. Benedicto lo dijo en el último año dos veces: habría que tener en cuenta para la nulidad matrimonial qué fe tuvo esa persona cuando se casó. Si era una fe general, ¿sabía perfectamente lo que era el matrimonio, como para conferírselo a la otra persona? Y eso es una cosa que debemos estudiar a fondo y ver cómo ayudar…

Hace unos días, una pareja que convive me dio la noticia de que se van a casar. Les dije: “Qué bueno y ¿están preparándose bien?”. Y la respuesta fue ésta: “Sí, estamos buscando qué Iglesia está más a tono con el vestido que yo voy a usar”, dijo ella. “Sí, estamos con todo el lío de las invitaciones, recuerditos y todo eso”, dijo él. “También tenemos el problema de la fiesta, porque no podemos elegir porque no queremos que sea muy lejana a la iglesia. Y después, los padrinos, como mis padres están separados, no pueden estar los dos”… ¡Todas cuestiones que hacen a la ceremonia! Sí, un matrimonio hay que festejarlo, es verdad, porque hay que tener coraje para casarse y hay que aplaudir eso. Pero ninguno de los dos hizo una mera referencia a lo que significaba para toda la vida de ellos. ¿Qué quiero decir con esto? Que, para un buen número de gente, casarse es un hecho social. Y lo religioso no aflora. Bueno, ¿cómo la Iglesia ayuda en esto? ¿Si no están preparados, les cierra las puertas? Es un problema serio.

-Los sectores conservadores, sobre todo de Estados Unidos, temen un desmoronamiento de la doctrina tradicional. Dicen que el sínodo creó confusión porque si bien habló de “elementos positivos” en convivencias y en las parejas homosexuales en el borrador, luego hubo marcha atrás…

-El sínodo fue un proceso. Y así como la opinión de un padre sinodal era de un padre sinodal, también un primer borrador era un primer borrador, donde se recogía todo. Nadie habló de matrimonio homosexual en el sínodo, no se nos ocurrió. Lo que sí hablamos es sobre una familia que tiene un hijo o una hija homosexual, cómo lo educa, cómo lo lleva, cómo se ayuda a esa familia a llevar adelante esta situación un poco inédita. O sea que en el sínodo se habló de la familia y de las personas homosexuales en relación con sus familias, porque es una realidad que todo el tiempo encontramos en los confesionales: un padre y una madre que tiene un hijo o hija así. A mí me tocó varias veces en Buenos Aires. Y bueno, hay que ver cómo ayudar a ese padre o a esa madre para que acompañen a ese hijo o hija. Eso es lo que se tocó en el sínodo. Por eso alguno habló de elementos positivos en el primer borrador. Pero era un borrador relativo.

-Hay quienes temen que se derrumbe la doctrina tradicional…

-Siempre hay temores, pero porque no leen las cosas, o leen una noticia en un diario, un artículo, y no leen lo que decidió el sínodo, lo que se publicó. ¿Qué es lo que vale del sínodo? La relación pos sinodal, el mensaje pos sinodal y el discurso del Papa. Eso es lo definitivo del sínodo, que pasa a ser relativo y provisorio y a transformarse en lineamenta para el próximo sínodo. Ahí yo creo que hubo un error en la explicación de algunos padres con el periodismo. Nosotros decidimos que cada cual diera las entrevistas que quisiera y en total libertad, no pusimos ningún tipo de censura. Se optó por la transparencia.

¿Por qué un briefing y no lo que dijo la persona? Por dos cosas: primero, porque mandaban antes las intervenciones escritas, y por ahí decían algo, no decían todo, o lo cambiaban. Entonces no era noticia verdadera. Y segundo, para proteger a la persona. Y para mí esto es lo más importante. Porque si fuera un parlamento tiene que rendir cuenta al mandante, es decir a la Iglesia local. Pero esto no es un parlamento, entonces este hombre tiene que tener la libertad total de decir lo que tiene adentro, sin que se sepa que él dijo eso. Sí, que se sepa lo que se dijo, por eso en el briefing se explicaba que se dijo esto, eso y aquello. Y siempre con varios obispos de diversos enfoques para ir adelante. Todo para proteger ese trabajo, para que el Espíritu Santo pudiera ir adelante, y no tengo miedo.

-¿Miedo de qué?

-Miedo de seguir este camino, que es el camino de la sinodalidad. No tengo miedo porque es el camino que Dios nos pide. Es más: el Papa es garante, está ahí para cuidar eso también. Así que hay que seguir adelante con eso. Una cosa interesante, que dije en el discurso final también, es que no se tocó ningún punto de la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio. Y en el caso de los divorciados y vueltos a casar, nos planteamos: ¿qué hacemos con ellos, qué puerta se les puede abrir? Y fue una inquietud pastoral: ¿entonces le van a dar la comunión? No es una solución si les van a dar la comunión. Solo eso no es la solución: la solución es la integración.

No están excomulgados, es verdad. Pero no pueden ser padrinos de bautismo, no pueden leer la lectura en la misa, no pueden dar la comunión, no pueden enseñar catequesis, no pueden como siete cosas, tengo la lista ahí. ¡Pará! ¡Si yo cuento esto parecerían excomulgados de facto! Entonces, abrir las puertas un poco más. ¿Por qué no pueden ser padrinos? “No, fijate, qué testimonio le van a dar al ahijado”. Testimonio de un hombre y una mujer que le digan: “Mirá querido, yo me equivoqué, yo patiné en este punto, pero creo que el Señor me quiere, quiero seguir a Dios, el pecado no me venció a mí, sino que yo sigo adelante”. ¿Más testimonio cristiano que ése? O si viene uno de estos estafadores políticos que tenemos, corruptos, a hacer de padrino y está bien casado por la Iglesia, usted lo acepta? ¿Y qué testimonio le va a dar al ahijado? ¿Testimonio de corrupción? O sea que tenemos que volver a cambiar un poco las cosas, en las pautas valorativas.

-¿Qué opina de la solución planteada por el cardenal (aperturista) alemán Walter Kasper?

-Kasper en su intervención a los cardenales en febrero pasado ponía cinco capítulos, cuatro que son una joyita de los fines del matrimonio, abiertos, profundos, y el quinto es qué hacemos con este problema de los divorciados vueltos a casar, porque son nuestros fieles. Y él hace hipótesis: él no propone nada propio. ¿Qué sucedió? Algunos teólogos se asustaron frente a esas hipótesis y eso es esconder la cabeza. Kasper lo que hizo fue decir: “Busquemos hipótesis”, es decir, él abrió el campo. Y algunos se asustaron y se fueron a ese punto: nunca la comunión. Sí la espiritual. Y decime: ¿No hace falta estar en gracia de Dios para recibir la comunión espiritual? Por eso la comunión espiritual fue la que menos votos tuvo en la relatio synodi, porque no estaban de acuerdo ni unos ni otros. Los que la sostienen, porque era poco, votaron en contra. Y los que no la sostienen y quieren la otra, porque no vale.


Sobre el cambio en la Guardia Suiza: “Fue una mera renovación… es sano saber que nadie se eterniza”

¿Es verdad que usted echó al jefe de la Guardia Suiza, Daniel Rudolf Anrig, por ser demasiado estricto?

-No, no es verdad. El año pasado, dos meses después de mi elección, caducó su mandato de cinco años. Entonces le dije al secretario de Estado -no estaba todavía (Pietro) Parolin- que no lo podía nombrar o no nombrar. No lo conocía, decidí que se prorrogaba su mandato donec alitur provideatur, la fórmula típica de “hasta que se disponga otra cosa”. Me parecía injusto tomar una decisión en ese momento, a favor o en contra. Después, me fui interiorizando de la cosa, fui a visitar el cuartel, estuve con ellos (los guardias suizos) toda una tarde, me quedé también una noche a cenar, fui conociendo a la gente y me pareció más sano una renovación. Fue una mera renovación, porque él terminó su período y es sano saber que nadie se eterniza. Y lo hablé con él a mitad de año y quedamos que a fin de año se iba. Lo sabía desde julio.

-¿Entonces no es cierto que lo echó porque era demasiado estricto?

-No, no es cierto. Es un cambio, un cambio normal. Es una excelente persona, es un católico muy bueno, un hombre que tiene una excelente familia.

-También dijeron que lo echaba porque vivía en un departamento lujoso… ¿Tampoco es cierto?

-Él se hizo el año pasado una reestructuración de los apartamentos, el de él ciertamente es espacioso porque tiene cuatro hijos. Es un hombre creyente, un hombre rebien, tengo una excelente relación con él y fui yo quien le expliqué, di la cara, le dije: “Mire, yo prefiero la renovación”. Es decir que no hay nada raro, no hay ningún pecado de él, ninguna culpa de él.


Sobre Argentina

-Usted hace poco anunció que en julio de 2016 no viajará para el Congreso Eucarístico de Tucumán por la cercanía con la Jornada Mundial de la Juventud en Polonia. ¿Pero va a ir en otro momento del año?

-Sí, sí. Quizás en 2016. No en 2015, ya que ese año está el proyecto de viajar a tres países de América latina que prefiero no decir aún, no a la Argentina, y también a algunos países de África.

-¿Cómo vive el aluvión de argentinos que lo visitan, algunos para sacarse la foto con fines políticos?

-Acá distinguiría. Primero, el turismo argentino a Europa no aumentó sustancialmente; por ahí aumentó un poquito, pero no sustancialmente. Vienen a Europa, pero ahora tienen que venir también a la audiencia general de los miércoles. Segundo, muchas veces yo sentí -sí- que a veces algunos turistas vienen a Roma, miran las obras de arte, y en vez de mirarlas, las fotografían para ver la foto en la casa… Como que no les interesaba yo, sino la foto. Y eso me di cuenta. Hay gente muy buena que viene, gente sencilla, y siempre están los que tratan de sacar tajada. Ahora por ejemplo corté recibir a políticos.

-Justamente le iba a preguntar si es verdad que, luego de un primer año de política de manga ancha, ahora decidió poner un freno…

-En vista a las próximas elecciones, a los políticos no los recibo. Si viene algún político, que vaya donde está el corralito de la audiencia general de los miércoles [al que, risueñamente, los argentinos llaman la Rural]… Me contaron, no sé si es verdad, que uno que recibí ahí retocó la foto, como que lo hubiera recibido en un lugar cerrado para hacer creer que fue privado. La Argentina tiene que llegar al término del mandato en paz. Una ruptura del sistema democrático, de la Constitución, en este momento sería un error. Todos tienen que colaborar en eso y elegir luego las nuevas autoridades. Para no interferir con eso, no recibo más a políticos en audiencia privada.

-¿Le molesta que haya algunos que siguen pensando que usted, desde Santa Marta, mueve los hilos políticos del país?

-Y que lo piensen… ¡Qué va a hacer! Yo no voy a justificar nada de lo que no hago…

-Después de ser recibida por usted en audiencia privada junto a su nieto recuperado, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, reconoció que las críticas que le había hecho al principio habían sido porque había tenido mala información. Pareció referirse, sin mencionarlo, a Horacio Verbitsky. ¿Cómo vive este giro que muchos han dado?

-Yo le veo la parte buena. Bueno, está bien, si estaban equivocados, o medio equivocados, o pensaban otra cosa y ahora ven otra, bendito sea Dios. Y dejo todo lo anterior. No me gusta pasar la cuenta a nadie. ¿Para qué? No ganamos nada. Todos en la vida nos equivocamos en tantas cosas.


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“La intimidad de la entrevista: humor y anécdotas en una lluviosa tarde en el Vaticano”.

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Buena Voz

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