‘El Dador de Recuerdos’: Una realidad que omite lo que nos hace humanos

The Giver

7.00 p m| 6 nov 14 (NCR/BV).- La película, basada en la novela de Lois Lowry, es una distopía comparable bajo muchos aspectos a “1984” de George Orwell o “Un mundo feliz” de Aldous Huxley. Describe un mundo futuro en el cual los seres humanos han sido privados de su capacidad de decisión, haciéndoles creer que jamás existieron los sentimientos ni las emociones.

Un “consejo de sabios” gobierna de forma totalitaria y aparentemente benéfica bajo el principio de que: “Cuando la gente es libre para elegir, elige mal”. La hermana Rose Pacatte, religiosa y columnista del National Catholic Reporter, nos ofrece una reseña de esta película recién estrenada en salas limeñas.

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La palabra “distopía” siempre me ha intrigado. La definición sencilla sería “antiutópico”, pero así se establece una dicotomía fácil, porque la vida nunca alcanza el ideal utópico, salvo en sueños, libros y películas. En todo caso, distopía significa postapocalíptico, que a menudo nos lleva al reino de la ciencia ficción. Un mundo pasable, aunque imperfecto, se autodestruyó o fue devastado por fuerzas externas (o una combinación de los dos). Lo que queda de ese mundo sería una “distopía”.

“El Dador de Recuerdos” de Lois Lowry, publicado en 1993, ha vendido 10 millones de copias en todo el mundo y es de los libros electrónicos para niños más vendidos de la editorial HarperCollins. En 1994, entre otros premios, el libro ganó el prestigioso Newbery Award y la Regina Medal de la Catholic Library Association, entre otros premios.

Pero además y más importante, se ha convertido en la base de cultura popular para varias series de novelas llevadas al cine -dirigidas a jóvenes adultos- que en muchos aspectos cuentan la misma historia, como “Los Juegos del Hambre” de Suzanne Collins y “Divergente” de Veronica Roth; aunque por supuesto “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury, resulta la abuela de todas.

En términos temáticos y motivos visuales, “El Dador de Recuerdos” me recordó a “El cuento de la criada”, obra de Margaret Atwood, y a las películas “The Truman Show”, escrita por Andrew Niccol y dirigida por Peter Weir, y “Pleasantville”, escrita y dirigida por Gary Ross.

En “El Dador de Recuerdos”, un grupo de chicos y chicas de secundaria están a punto de graduarse y aprender cuáles serán sus puestos de trabajo permanentes en la comunidad.

En la sociedad mostrada en la película, todos son iguales, y no se permite diversidad de ningún tipo. No hay guerra, ni hambre, ni risas, ni alegría, ni familias biológicas, y nadie puede decir mentiras o hacer alguna pregunta. Los bebés son concebidos artificialmente, nacen en un centro de crianza y luego entregados a los padres para que los críen. Todos se muestran excesivamente amables. Esas son las normas impuestas por varias generaciones de Sabios, para salvar a la sociedad de la ruina que destruyó su civilización. Un “límite” los protege del territorio exterior, un lugar al que nadie está autorizado a ir. Cuando las personas envejecen, o nace un niño no deseado, son “liberados”, un eufemismo para la eutanasia.

Jonás (Brenton Thwaites) es el último en recibir su misión porque es muy especial. La presidenta del Consejo de los Sabios (Meryl Streep) le dice que va a ser el “Receptor”, el que va a recibir los recuerdos de la comunidad a través del “Dador” (Jeff Bridges). Jonas también tendrá privilegios, entre ellos, será capaz de mentir.

El “Dador”, hombre de edad, comparte memoria con Jonás, recuerdos de gran diversidad étnica, religiosa y cultural, de la guerra, el amor, la alegría, la nieve, los paseos en trineo, y la Navidad. Jonás creció junto a Gabriel, un niño que está siendo criado por sus padres (Katie Holmes y Alexander Skarsgård). Cuando Gabriel es programado para ser “liberado”, Jonas se da cuenta de que ha llegado el momento de actuar. Con la ayuda de antiguos compañeros de clase Fiona (Odeya Rush) y Asher (Cameron Monaghan) y con la bendición del “Dador”, Jonas toma el asunto en sus propias manos.

Aunque la historia pretende ser religiosa, está plagada tanto de temas humanistas, como el carácter, el coraje y la comunidad, como de temas trascendentes y teológicos, como Dios, el libre albedrío, la humanidad, la naturaleza de la persona, la redención y la disposición a sacrificarse por los demás. A lo largo de la presentación de esta pequeña sociedad distópica, una manzana es sutilmente vinculada con la de una falsa sociedad “paraíso” utópica.

El tema de la memoria comunitaria es fundamental en la historia, y quizás sea la cuestión en la que más se profundiza. El filósofo George Santayana (1863-1952) escribió una advertencia repetida a menudo: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. “El Dador de Recuerdos” tiene una perspectiva alternativa: Es a través de la memoria, y las historias y la imaginación que redescubrimos nuestra humanidad y tomamos mejores y más libres decisiones.

La película consigue ser interesante no por los efectos especiales o la violencia explícita y extrema, sino más bien por la destrucción de lo que nos hace humanos: por la supresión de la diversidad, la opresión de la personalidad, y la enseñanza de la mentira de que vamos a ser felices si somos todos iguales.

Streep es la insensible presidenta del Consejo de los Sabios, que no duda en destruir lo que se interponga en su camino con el fin de preservar la utopía que los Sabios han creado. La preservación y la crianza no son la misma cosa. Aunque la película se llama “El Dador”, Bridges no figura gran cantidad de tiempo en pantalla. La escena en la que se está preparando al bebé para su “liberación” es la más escalofriante en toda la película.

Walden Media, conocida por convertir novelas para adolescentes en películas -como “El misterio de los Excavadores”, “Crónicas de Narnia” y “El mundo mágico de Terabithia”- se asoció con la compañía de Weinstein para adaptar la novela de Lowry. Los fans de la novela observarán algunos pequeños cambios, como el aumento de las edades de los personajes principales, pero en esencia, la película es una fiel e interesante interpretación del libro.

Las novelas y películas distópicas funcionan, a mi parecer, porque la ciencia ficción nos ofrece una manera de observar la humanidad, las decisiones que hemos tomado y las que estamos a punto de tomar, y extrapolar las consecuencias. Nos permiten ir a un lugar seguro en nuestra imaginación moral, comprender y decidir el tipo de ciudadanos que queremos ser, para construirlo juntos.


Fuente:

National Catholic Reporter

Puntuación: 4.1 / Votos: 10

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