Congreso de Teología en España: La reforma de la Iglesia desde la opción por los pobres
9.00 p m| 9 set 14 (EL PAIS/RD/BV).- “Si la reforma de la Iglesia se hace de espaldas a los marginados, estará siendo infiel a sus orígenes y a los pobres, y si no es paritaria e inclusiva, se alejará del movimiento de Jesús”. Con esta contundencia se expresa el manifiesto aprobado por el 34 congreso de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII.
Con la esperanza puesta en el Papa Francisco, los teólogos proclaman, además, que la reforma “requiere la práctica de la democracia, el reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos, entre ellos los derechos sexuales y reproductivos, así como el gobierno sinodal con la participación del laicado, que es la base de la Iglesia, para así superar la incoherencia vaticana de defender los derechos humanos y la democracia en la sociedad y no aplicarlos en su seno”.
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El mensaje del congreso de la principal organización de teólogos españoles se inicia con una pregunta: ¿Fundó Jesús la Iglesia? Responde el manifiesto: “Lo que puso en marcha Jesús fue una comunidad de iguales, un movimiento de hombres y de mujeres, que le acompañaron y se comprometieron en la construcción del Reino de Dios. Dicho movimiento continuó en las comunidades cristianas con responsabilidades compartidas y especial protagonismo de las mujeres. En ellas se tomaban las decisiones con la deliberación de todos sus miembros y se tenía como ideal la comunidad de bienes. Con el paso del tiempo este ideal fue desdibujándose hasta desembocar en una Iglesia aliada con el poder, clerical, piramidal y patriarcal, si bien hubo siempre colectivos que trabajaron por la reforma y el retorno al ideal evangélico de vida”.
Más contundente que el manifiesto, el teólogo que desarrolló este tema en una larga ponencia, Federico Pastor, dijo: “Jesús puso en marcha una comunidad igualitaria de seguidores y seguidoras, no fundó la Iglesia tal como posteriormente se organizó, es decir, jerárquica, patriarcal, clerical, aliada con el poder, confesionalizadora de la sociedad e imperial”.
Como consecuencia de esa posición, los teólogos de la Juan XXIII creen que la reforma de su Iglesia ha de traducirse en el respeto a la laicidad, la crítica del poder y el compromiso con los sectores más vulnerables. Con palabras de Francisco, añaden que también debe producirse una permanente denuncia del neoliberalismo, “injusto en su raíz porque fomenta una economía de exclusión, una globalización de la indiferencia, una nueva idolatría del dinero, un medio ambiente indefenso ante los intereses del mercado divinizado, y una incapacidad para compadecernos ante los clamores de los otros”.
También se menciona que es necesario “el respeto a la diversidad cultural y religiosa, lo contrario sería imperialismo”. Una reforma que “ha de hacerse desde abajo, desde la base social y eclesial, y exige una nueva ubicación: situarse en el lugar y del lado de los excluidos del sistema” y sobre la base de “la opción por los pobres”, con el fin de “crear una comunidad acogedora, solidaria y samaritana, donde quepamos todas y todos”.
Sobre la figura del pontificado, tan discutida entre las iglesias populares, José María Castillo, exjesuita y el primer teólogo español distinguido con un doctorado Honoris Causa por una Universidad civil, la de Granada, se mostró optimista porque, pese a que “Francisco es considerado un bicho raro por buena parte de la Curia y del clero vaticano, a este Papa le interesa más el Evangelio que la religión”. Añadió que conviene mantener el papado como última instancia a la que recurrir, como punto de encuentro y ámbito de coordinación, pero que hay que “recuperar el gobierno sinodal, que estuvo vigente durante los diez primeros siglos de la Iglesia con participación de los laicos” (ver debajo más sobre la intervención de José María Castillo).
“Si la Reforma de la Iglesia no se lleva a cabo, ella misma se estará haciendo el harakiri, y no podrá responsabilizar a otros de su crisis y gradual pérdida de credibilidad”, añade el mensaje final, que concluye denunciando “el terrorismo del Estado Islámico, la masacre de Israel en Gaza, así como la violencia contra los cristianos y otros grupos religiosos. Nos solidarizamos con las víctimas y exigimos responsabilidades, reparación, rehabilitación y justicia”.
José María Castillo: “La Iglesia es una institución más religiosa que evangélica”
“Francisco es considerado un bicho raro por buena parte de la Curia y del clero vaticano, porque a él le interesa más el Evangelio que la religión”, constata Castillo, quien se pregunta “¿qué autoridad moral o qué credibilidad puede tener, ante los ciudadanos de nuestro tiempo, una institución que, tal y como está pensada y organizada, no puede ser gobernada como una democracia ni puede suscribir ni poner práctica los derechos humanos?”.
“La Iglesia actual no puede transmitir lo más sublime -el Evangelio-, pues no puede cumplir lo más elemental -la democracia y los derechos fundamentales-. Y lo más grave es que ni la mayoría del mundo eclesiástico, ni el resto de personas, se dan cuenta de ello”, sostiene el teólogo, quien en los últimos tiempos se ha visto rehabilitado por una institución que, en su opinión, “olvidó que lo fundamental es transmitir y vivir el Evangelio”.
“La Iglesia necesita recuperar la credibilidad que tanto necesita para poder cumplir la misión que tiene asignada, y para ello ha de intentar vivir con fidelidad a la democracia y a los derechos humanos”. En opinión de Castillo, el problema no está tanto en precisar si la Iglesia puede o no ser democrática, sino “afrontar la relación entre la Iglesia y la religión”.
Para el teólogo, todo se origina desde el momento en que la relación con Dios se realiza a traés de “mediadores asociados a jerarquías que entrañan un sistema de ritos, rangos y poderes sagrados, que implican dependencia, obediencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles”. “Sin eso -añade- no hay religión. Pero con eso, no hay derechos humanos, porque no se admite la igualdad ni la libertad. Lo primero no es Dios, sino los rituales”.
“Para mucha gente, lo importante son los rituales, no Dios. Que haya bodas y procesiones, pero no creen en Dios”, denuncia Castillo, quien contrapone religión, “que es jerarquía y obediencia” a Evangelio, que es “vida e igualdad”. “En la Iglesia, los hombres tiene derechos que no tienen las mujeres, los clérigos gozan de derechos que no pueden tener los laicos, lo cual, para amplios sectores de la población, resulta sencillamente irritante”.
“Ni el Evangelio es una religión, ni la Iglesia puede ser una institución que representa a una religión”, añade José María Castillo, quien insiste en que “Jesús fue perseguido, insultado, amenazado, juzgado, condenado y ejecutado por representantes de la religión del templo. Los hombres de la religión, en tiempo de Jesús, se dieron cuenta de que lo que ellos representaban y lo que representaba Jesús eran dos cosas incompatibles”.
“Seamos claros: Jesús no fundó la Iglesia, Jesús no fundó una religión. Más bien, desplazó la religión, la sacó de ‘lo sagrado’ y la puso ‘en la vida’. Por ello, el Evangelio, como forma de vida y principio organizativo para la Iglesia, se ha ido marginando”, lo que lleba a que “la Iglesia hoy es una institución más religiosa que evangélica. Por eso la gente sabe que, cuando se habla de cristianismo y de la Iglesia, estamos hablando de ‘religión’, no de ‘Evangelio'”.
Frente a ello, Castillo ofrece cuatro propuestas: “En primer lugar, mantener el papado como lo está intentando el Papa Francisco: ser fundamentalmente el obispo de Roma; en segundo lugar, recuperar el gobierno sinodal, con participación de los laicos, que estuvo vigente en la Iglesia durante el primer milenio; en tercer término, renovar y actualizar la praxis de los sacramentos, para que puedan ser practicados como símbolos de la fe; finalmente, la Iglesia tiene que insistir, no sólo en los deberes de los fieles, sino igualmente en los derechos de todos los ciudadanos”. Ojalá así fuera.
Obispos españoles al Congreso de Teología: “Necesitamos romper con la ideología y dar la palabra al Evangelio”
Hacía décadas que un obispo español en ejercicio no participaba en el Congreso de la Asociación de Teólogos y Teólogas “Juan XXIII”, y esta edición ocurrió. Un auditorio emocionado, en cierto modo reconocido al fin como parte de esta Iglesia que quiere seguir siendo “partera” de la primavera, escuchó la larga carta, “una confesión”, enviada por el arzobispo de Tánger, el franciscano Santiago Agrelo. Un texto emocionante y emocionado que se unió al de otro profeta, también obispo, Pedro Casaldáliga.
En su mensaje (“la forma es la de una carta, pero el fondo es el de una confesión”), Agrelo confiesa que “me movía el deseo -arriesgado- de dejarme ver -obispo en un Congreso de la Asociación Juan XXIII. Estar ahí, sólo eso, hubiera sido un mensaje elocuente, sugerente, eficaz”.
“Quería estar ahí porque entiendo que todos somos del Señor, que trabajamos todos por el Reino de Dios, y que todos amamos a Cristo”, añade la carta, que incide que “para mí, estar entre vosotros hubiese significado romper con la ideología y dar la palabra al evangelio, a Cristo Jesús. Podemos caminar juntos, podemos buscar juntos…”, añadió el arzobispo de Tánger, quien subraya que la “tarea urgente de la renovación eclesial… Hacerme presente en el Congreso, era un modo de decir que contaba con vosotros para recorrer mi camino”.
“La reforma de la Iglesia, siempre necesaria, siempre buscada, siempre pedida, no se podrá hacer si no es junto a los pobres, si no es con los pobres, si no es en humildad y pobreza, si no es recorriendo el camino del que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza”, apunta el prelado.
Por su parte, Casaldáliga animó a los participantes a “continuar con lucidez y serenidad, con libertad de espíritu haciendo Congreso del cada día”. “El Congreso es una buena ocasión para confirmar nuestra opción por los pobres en una dimensión comunitaria. Nos congrega a proseguir como Iglesia, con espíritu ecuménico y macro-ecuménico. Nos provoca a la misión de ser portadores de esperanza”, subraya.
Mensaje Final del Congreso (completo)
Del 4 al 7 de septiembre de 2014 hemos celebrado en Madrid el 34 Congreso de Teología sobre “La Reforma de la Iglesia desde la opción por los pobres”, que ha reunido a personas procedentes de los diferentes países y continentes, culturas y religiones, en un clima de reflexión, convivencia fraterno-sororal, diálogo e intercambio de experiencias.
1) Comenzamos nuestra reflexión con la pregunta “¿fundó Jesús la Iglesia?”. La respuesta es que puso en marcha una comunidad de iguales, un movimiento de hombres y de mujeres, que le acompañaron y se comprometieron en la construcción del Reino de Dios como Buena Noticia para los Empobrecidos. Dicho movimiento continuó en las comunidades cristianas con responsabilidades compartidas y especial protagonismo de las mujeres. En ellas se tomaban las decisiones con la deliberación de todos sus miembros y se tenía como ideal la comunidad de bienes. Con el paso del tiempo este ideal fue desdibujándose hasta desembocar en una Iglesia aliada con el poder, clerical, piramidal y patriarcal, si bien hubo siempre colectivos que trabajaron por la reforma y y el retorno al ideal evangélico de vida.
2) Hoy consideramos necesaria una Reforma radical de la Iglesia, conforme al movimiento de Jesús y como respuesta a los desafíos de nuestro tiempo. Dicha Reforma requiere la práctica de la democracia, el reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos, entre ellos los derechos sexuales y reproductivos, así como el gobierno sinodal, vigente durante los primeros diez siglos del cristianismo, con la participación del laicado, que es la base de la Iglesia, para así superar la “incoherencia vaticana”, que consiste en defender los derechos humanos y la democracia en la sociedad y no aplicarlos en su seno.
3) Creemos que la Reforma de la Iglesia ha de traducirse:
• en el respeto a la laicidad, la crítica del poder y el compromiso con los sectores más vulnerables;
• en la denuncia del neoliberalismo, que el papa Francisco ha calificado de “injusto en su raíz” ya que fomenta “una economía de exclusión”, “una globalización de la indiferencia”, “una nueva idolatría del dinero”, un medio ambiente “indefenso ante los intereses del mercado divinizado”, y una incapacidad para “compadecernos ante los clamores de los otros”;
• y en el apoyo a alternativas políticas y económicas, propuestas por los Foros Sociales.
4) La Reforma de la Iglesia requiere el respeto a la diversidad cultural y religiosa, Lo contrario sería imperialismo. Consecuente con esa actitud el Congreso de Teología ha escuchado las voces, los testimonios y las interpelaciones de las iglesias del Sur, sobre todo las procedentes de África y de América Latina, que reflejan su riqueza cultural, sus potencialidad liberadora y sus propuestas de Reforma. Escucha que implica cambiar la manera de pensar, de vivir, de producir, de relacionarse el Norte con el Sur, una relación no opresora sino co-operadora, no arrogante sino servicial, no colonizadora, sino decolonial.
5) La Reforma ha de hacerse desde abajo, desde la base social y eclesial, y exige una nueva ubicación: situarse en el lugar y del lado de los excluidos del sistema, que son escandalosamente mayoría en la población mundial y que están creciendo por mor de la crisis. Requiere, asimismo, un horizonte que la oriente: la Iglesia de los pobres, y un principio ético-evangélico a seguir: la opción por los pobres.
6) La Reforma de la Iglesia debe ser inclusiva, ha de superar las discriminaciones y exclusiones todavía vigentes y operantes por razones de género, religión, cultura, etnia, clase social, orientación y opción sexual, opción política, procedencia geográfica, relaciones de pareja, y crear una comunidad acogedora, solidaria y samaritana, donde quepamos todas y todos.
7) Esta Reforma ya está haciéndose realidad en los diferentes ámbitos religiosos, eclesiales y sociales, como han mostrado las enriquecedoras experiencias narradas por los propios protagonistas: en el mundo rural compartiendo las luchas por la dignidad del campesinado, el reparto equitativo de la tierra y las relaciones eco-humanas; en la inmigración luchando por la liberación de las mujeres indígenas; en las cárceles ayudando a las presas y los presos a recuperar la libertad y la alegría de vivir; en las comunidades de base viviendo la fe cristiana en el horizonte de la laicidad; en la lucha solidaria contra los desahucios; en el ministerio episcopal y sacerdotal construyendo la Iglesia de los pobres bajo la guía de la teología de la liberación; entre los jóvenes indignados con el modelo de Iglesia autoritaria y de sociedad que los margina.
8) Si la Reforma de la Iglesia no se lleva a cabo, ella misma se estará haciendo el harakiri, y no podrá responsabilizar a otros de su crisis y gradual pérdida de credibilidad. Si se hace de espaldas a los marginados, estará siendo infiel a sus orígenes y a los pobres. Si no es paritaria, inclusiva, intercultural e interreligiosa se alejará del movimiento de Jesús y del principio igualitario formulado nítidamente por Pablo de Tarso: “Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, hombre o mujer” (Gálatas 3,26).
9) Amigas y amigos, estamos llamados a la tarea de la Transformación de la Iglesia, pero no aisladamente, sino en sintonía los movimientos sociales, ecológicos, religiosos y de espiritualidad liberadora. Para ello necesitamos, como dice la canción, todas las manos, las negras y las blancas, y extenderla lo más posible, desde la playa hasta el monte, desde el monte hasta la playa, con la mirada puesta en el horizonte, camino hacia la utopía.
10) No podemos terminar este Mensaje sin denunciar el terrorismo del Estado Islámico, la masacre de Israel en Gaza, así como la violencia contra los cristianos y otros grupos religiosos. Nos solidarizamos con las víctimas y exigimos responsabilidades, reparación, rehabilitación y justicia.
Fuentes:
Religión Digital / El País / Congresodeteologia.info